La vida no siempre transcurre tal como nos gustaría. A diario debemos enfrentar situaciones que afectan o amenazan nuestra satisfacción vital. Ya sean las dificultades para pagar las cuentas, el agobio producto del exceso de demandas cotidianas, las discusiones en la calle, la ausencia de reconocimiento en el trabajo, la imposibilidad de tener éxito ante un reclamo... La lista podría extenderse hasta abarcar el conjunto de experiencias que las personas comúnmente asocian al malestar y la insatisfacción. Obviamente estas situaciones varían entre los diferentes grupos sociales, no todos experimentan los mismos obstáculos, ni cuentan con idénticos soportes para el bienestar subjetivo.
Sin embargo, más allá de estas diferencias, lo cierto es que estas experiencias no siempre se traducen en vivencias de insatisfacción o malestar. La razón de ello es que las personas realizan esfuerzos permanentes por minimizar el impacto de las restricciones que cotidianamente les afectan y por aprovechar al máximo los recursos de que disponen con el fin de procurarse bienestar y reducir el malestar subjetivo.
La tendencia táctica de las prácticas junto al carácter intimista de la idea de felicidad, evidencia que los chilenos poseen una imagen de sí mismos autoeficaz en el plano de las relaciones significativas, pero que no percibe iguales capacidades para incidir colectivamente en los aspectos que le afectan.
Las prácticas para el bienestar subjetivo son parte de este esfuerzo. El Informe sobre Desarrollo Humano 2012, Bienestar Subjetivo: el desafío de repensar el desarrollo, indagó en las principales prácticas que despliegan los chilenos para incrementar su bienestar subjetivo y minimizar el malestar. Dos son los principales resultados de estos estudios.
En primer lugar, los chilenos suelen ser tácticos más que estratégicos. Es decir, frente a situaciones que amenazan sus posibilidades de experimentar bienestar subjetivo, tienden a reaccionar adaptándose a las circunstancias o a través de pequeñas acciones con impactos efímeros, más que transformándolas.
¿De qué depende el carácter táctico o estratégico de las prácticas para el bienestar subjetivo? Según una investigación cualitativa desarrollada en el marco de este informe, la orientación táctica es consistente con el tipo de condiciones que afecta las posibilidades de las personas para experimentar bienestar subjetivo, las cuales corresponden mayoritariamente a aspectos estructurales (escasez de recursos económicos, dificultades de compatibilización temporal e incertidumbre respecto del futuro) o forman parte de dinámicas relacionales ampliamente consolidadas en la sociedad chilena (autoritarismo, trato irrespetuoso), frente a los cuales las personas perciben escasos márgenes de acción.
Estos resultados evidencian las dificultades de las personas para adecuar las condiciones del entorno en función de sus motivaciones y proyectos de vida. El trabajo de ser feliz en Chile, concluye el mencionado informe, si bien da frutos y gratificaciones, muchas veces se hace cuesta arriba. La mejor imagen que describe a los chilenos es la del malabarista, que intenta conjugar sus aspiraciones en condiciones a menudo adversas.
En segundo lugar, la mayoría de las prácticas del bienestar subjetivo consiste en acciones dirigidas a alcanzar un BS de carácter individual o, a lo sumo, limitado a un círculo cercano conformado por familiares, amistades o compañeros de trabajo, en desmedro de referencias a un bienestar subjetivo de carácter colectivo como por ejemplo, la equidad o la justicia.
La tendencia táctica de las prácticas junto al carácter intimista de la idea de felicidad, evidencia que los chilenos poseen una imagen de sí mismos autoeficaz en el plano de las relaciones significativas, pero que no percibe iguales capacidades para incidir colectivamente en los aspectos que le afectan. La política pública debe atender este diferencial.