Cuando se iniciaron las protestas contra el régimen sirio, Hilary Clinton conminó al presidente Bashar Al Assad a iniciar reformas políticas en su país, posición que mantuvo cuando menos hasta Julio de 2011. En los últimos meses tanto los Estados Unidos como sus principales aliados en Medio Oriente (en particular Arabia Saudita), se han decantado en favor de exigir la renuncia de Bashar Al Assad. ¿Qué explica la posición inicial de los Estados Unidos, dada la relación de rivalidad que mantenía con el régimen sirio?, ¿y por qué modificó esa posición inicial, propiciando ahora un cambio de régimen?
Pese a que el régimen sirio era considerado un rival y un aliado de Irán, había varias razones para explicar la cautela inicial de los Estados Unidos y sus aliados regionales. La primera es que se trata de un régimen secular cuya conducta es relativamente predecible. Por ejemplo, pese a la rivalidad entre Israel y Siria, desde 1973 no se ha producido un solo disparo contra territorio israelí desde territorio sirio. Y ello pese a que Israel ocupa y coloniza territorio sirio (las alturas del Golán), y a que sí se han producido desde 1973 ataques israelíes contra blancos militares sirios, tanto en el Líbano como en la propia Siria. Israel sabe que mientras no se resuelvan los conflictos de interés entre ambos países, Siria mantendrá una guerra de baja intensidad en su contra (a través de su respaldo a Hamás y Hezbolá), pero también sabe que el régimen sirio comparte su objetivo de evitar una escalada entre ambos.
La segunda razón para explicar la cautela inicial sería el temor a las consecuencias que la inestabilidad en Siria podría tener sobre la región. Siria no sólo tenía una áspera relación de vecindad con Israel, sino además con Turquía (brindando en el pasado cobijo y respaldo a los separatistas kurdos en ese país), y con Irak (y, según los Estados Unidos, el régimen sirio permitió en el pasado operar desde su territorio a milicianos que atacaban a sus tropas en Irak).
La tercera razón es la incertidumbre sobre la naturaleza del régimen que podría suceder al actual: de un lado, porque a diferencia de Libia, se trata de un país surcado por divisiones étnicas que las revueltas populares y la represión gubernamental habrían politizado. De otro lado, porque la principal fuerza de oposición es la rama local de los Hermanos Musulmanes y esta, a diferencia de su contraparte egipcia, si apela a medios militares.
¿por qué entonces ahora los Estados Unidos y sus aliados regionales apostarían por la caída del régimen sirio? Creo que la respuesta a esa pregunta tiene que ver más con Irán que con la propia Siria.
Una cuarta razón era el hecho de que, a fin de cuentas, los Estados Unidos y Siria compartían un enemigo mortal: Al Qaeda. No en vano algunos de los presuntos integrantes de esa organización capturados por los Estados Unidos fueron entregados al régimen sirio para ser interrogados bajo tortura (es decir, la práctica que la CIA denomina “Extraordinary Renditions”).
Pero dadas esas circunstancias, ¿por qué entonces ahora los Estados Unidos y sus aliados regionales apostarían por la caída del régimen sirio? Creo que la respuesta a esa pregunta tiene que ver más con Irán que con la propia Siria. La relevancia regional de Irán venía en ascenso por varias razones: de un lado, la presunción de que en pocos años su programa nuclear le permitiría acceder a la tecnología necesaria para fabricar bombas atómicas. En segundo lugar, porque aunque el régimen iraní no tuvo participación alguna en el proceso conocido como la “Primavera Árabe”, podía convertirse en uno de sus beneficiarios. Por ejemplo, la mayoría en Bahréin es de confesión chiíta, por lo que de haber prosperado las demandas por reformas democráticas podría haberse formado un gobierno más cercano al de Irán, teniendo en cuenta el proverbial estado de postración de la minoría chiíta dentro del Islam. En tercer lugar, la misma lógica se aplica al gobierno de mayoría chiíta que prevalece hoy en Irak: durante el régimen de Saddam Hussein los dirigentes del partido Al Dawa (del que proviene el Primer Ministro Al Maliki), buscaron refugio en Irán, y uno de los principales partidos de la actual coalición de gobierno (el Consejo Supremo para la Revolución Islámica en Irak), se fundó en ese país. Gracias a la gentil aunque involuntaria colaboración de los Estados Unidos, Irán podía preciarse de haber forjado alianzas (V., Irak, Siria y Hezbolá), que formaban un arco desde la antigua Persia hasta el mar Mediterráneo. Ese es el contexto en el que habría que entender el cambio en la política de los Estados Unidos y sus aliados regionales: habiendo surgido de manera espontánea, contra todo pronóstico la revuelta popular contra el régimen sirio no sólo se ha sostenido en el tiempo sino que además ha derivado en una insurgencia armada. Los rivales de ese régimen habrían visto entonces una oportunidad para quebrar el arco de alianzas iraní. Si bien el régimen sirio respalda a Hezbolá por sus propios motivos, también funge como correa de transmisión de la influencia de Irán en el Líbano. De caer ese régimen, Irán perdería a su principal aliado en Medio Oriente, y Hezbolá quedaría geográficamente aislado.
En otras palabras, el régimen sirio es en efecto una dictadura atroz que masacra sin piedad a sus propios ciudadanos. Pero si eso fuera lo que realmente preocupa a la mayoría de Estados miembros de la Liga Árabe, no habrían enviado como jefe de su misión de observadores en Siria a un general sudanés acusado de violar derechos humanos en Darfur.