Amanecí sediento. Puede ser por las fiestas de fin de año o cierta angustia por un nuevo año lleno de incertidumbres. Pienso un poco y reconozco que debe ser más lo segundo...

Es una sensación de escasez de algo vital, como agua en mi interior; también puede ser sed de esperanza, de soluciones definitivas a problemas crónicos, de paz, de líderes sensatos con mirada de país, de una institucionalidad más fuerte, de cohesión social, donde la inclusividad y la diversidad sean oportunidades y no problemas.

Sed de diversas causas y soluciones pendientes

Pienso que esta sensación tiene origen en una multiplicidad de problemas que aquejan a nuestros países, a Latinoamérica e incluso al mundo. Vaticinios terribles para el nuevo año, además de recuerdos de situaciones vividas en el año pasado que se pudieron hacer mejor y que no han terminado. O ver al inicio del año, que empezó con situaciones muy preocupantes, de consecuencias inimaginables, como la crisis entre Estados Unidos e Irán.

Le propongo al lector encontrar su propia fuente para saciar la sed desde su particular experiencia y perspectiva. No podremos contribuir a todos los problemas que generan la situación tan preocupante en que vivimos. Tampoco seremos suficiente para ser contundentes, pero este grano de arena individual ayudará a sumar otros esfuerzos a los que nos podemos unir y hacer escalar nuestros resultados.

¡Cuánta sed genera el sentirnos impotentes al ver que los pacíficos, siendo mayoría, comenzamos a ser irrelevantes! Y los violentos, llegando a lo salvaje, aunque sean solo un puñado en comparación con la población en general, sin ningún derecho, son los que mueven el piso a los gobiernos y generan inestabilidad y una incertidumbre que termina afectando a todos. Es como si las urnas democráticas hayan sido reemplazadas por el vandalismo y las amenazas, destruyendo la credibilidad de la democracia.

Una reflexión sobre derechos humanos

Quedo más sediento observando a gobiernos obligados a retroceder, o ser débiles, al ser víctimas del discurso de Derechos Humanos, en un escenario donde los derechos de los que están dentro del orden y la ley son pisoteados por aquellos que adoptan la irracionalidad y violencia; cuando las respuestas de las autoridades, que deben ser proporcionales, son insuficientes para controlar el orden de delincuentes disfrazados de insurgentes sociales, justificando así sus acciones destructivas, como lo vivido en Ecuador y Chile, desde octubre.

Nos olvidamos que los derechos de uno terminan cuando empiezan los derechos del otro. Y que deben valer más los derechos de los pacíficos y respetuosos de las instituciones, que los de aquellos que usan la violencia, al margen de la ley.

Una decisión personal

De pronto me doy cuenta que uno mismo crea esta sensación de frustración y pesimismo al adoptar la actitud de víctima y no la de protagonista. Cada uno tiene la responsabilidad de definir sus posturas y actitudes ante los problemas.

Por eso, prefiero y decido ser proactivo. Más propositivo que nunca. No quedarme en el diagnóstico de los problemas y más bien intentar encontrar en ellos oportunidades para aportar soluciones a través de las redes de contactos u organizaciones con quienes se puede colaborar. Pero consciente de mis limitaciones, llego rápido a la conclusión de que es necesario focalizar con criterio. Es decir, elegir entre múltiples problemas no resueltos, máximo dos o tres que, con mis capacidades y recursos, puedo tener más probabilidad de reducir, con un mejor impacto.

Buscando donde priorizar

Recuerdo que en mi carrera profesional lo que más me apasiona es la aplicación de los principios del desarrollo sustentable en la práctica gerencial. Esa combinación virtuosa de una estrategia competitiva vigorosa, con el manejo ecoeficiente de los impactos ambientales; la gestión responsable de los grupos de interés, junto con un esquema de gobierno y dirección empresarial que guía a la gerencia a crear valor sostenible a largo plazo.

Recuerdo cuánto disfruto cuando educo a las nuevas generaciones con mis propias experiencias, buenas y malas; o cuando explico las nuevas teorías y prácticas gerenciales para los tiempos actuales.

Recuerdo también que el mejor momento de 2019 lo tuve en un evento sobre cómo abrazar y aprovechar la diversidad de opiniones, orígenes y perspectivas, para crear confianzas entre personas que no las tienen, y que con un buen proceso y las actitudes correctas es posible crear afinidades desde la indiferencia, y abrir más probabilidades de desarrollo armónico e integral.

Una coincidencia inspiradora

Me doy cuenta que con la suma de las primeras letras de las palabras Sustentabilidad, Educación y Diversidad, los tres elementos que más me inspiran, se arma la palabra, sencilla pero potente, SED, para encontrar la fuerza y el coraje para atreverme a la acción. Lo comienzo a ver como una señal. Confirmo que sí, tengo sed de esperanza, de aportar soluciones definitivas a temas fundamentales dentro de mi campo de influencia, porque quiero ser parte de un legado, de un país sustentable, desarrollado y feliz.

Un país donde el crecimiento económico sea solo un importante ingrediente, pero nunca olvide que este funciona a largo plazo si viene acompañado de desarrollo social, fortaleciendo una clase media amplia y vigorosa con oportunidades para todos, donde se mantengan los valores de respeto, tolerancia, diversidad y dignidad. Una nación abierta al mundo que, a través de la educación de su gente y la calidad de sus instituciones educativas, pueda lograr crear tecnologías para añadir valor a los bienes y servicios que produce y salir a tiempo de la trampa del ingreso medio, por tener las capacidades de sofisticar su producción de manera competitiva y diversificar sus mercados aprovechando las fortalezas y ventajas comparativas que posee.

Y a usted, ¿qué le causa sed?

Le propongo al lector encontrar su propia fuente para saciar la sed desde su particular experiencia y perspectiva. No podremos contribuir a todos los problemas que generan la situación tan preocupante en que vivimos. Tampoco seremos suficiente para ser contundentes, pero este grano de arena individual ayudará a sumar otros esfuerzos a los que nos podemos unir y hacer escalar nuestros resultados.

A veces, esta sensación de escasez de algo vital en nuestro interior es un llamado a ser protagonistas y dejar de sentirnos como víctimas de lo que ocurre a nuestro alrededor.