Muchos comienzan a llamarle la “rebelión de las clases medias”. Me refiero a las manifestaciones multitudinarias en economías emergentes como Turquía y Brasil. El éxito económico en estas naciones ha producido un incremento en la clase media, una clase que ya no demanda sólo trabajos, sino mejores trabajos; una clase que exige más rendición de cuentas y menos corrupción gubernamental; una clase que pide mejor calidad en la salud y educación públicas; una clase que quiere no sólo un régimen democrático sino una democracia más representativa y eficaz.

Nosotros, en México, conocemos esta historia. El éxito económico del desarrollo estabilizador de los años 50 y 60 propició la expansión de una clase media. Los hijos de esta clase salieron a manifestarse en 1968. No estaban, como sus padres, conformes con el statu quo. Quizá no sabían bien a bien lo que querían pero estaban inquietos. El régimen autoritario no los entendió y los reprimió. Ahí comenzó el fin del autoritarismo mexicano que, por fortuna, desembocó en la democratización del país.

La pregunta es si esta clase media, que está consolidándose en México, imitará a sus contrapartes de Turquía y Brasil. ¿Saldrán a manifestarse por mejores trabajos, menos corrupción gubernamental, más calidad en la educación pública y una democracia eficaz?

Pero en medio de la transformación del régimen político se atravesó la peor crisis económica que vivió México en su historia contemporánea. Durante más de tres lustros, en los 80 y 90, la clase media, en lugar de crecer, disminuyó. La buena noticia es que, a partir de la última crisis, de 1995, esta clase volvió a incrementarse en México gracias a la apertura comercial del Tratado de Libre Comercio de América del Norte y la estabilidad en las variables macroeconómicas.

Hoy, gracias a un estudio del INEGI, tenemos un panorama más claro de dónde estamos en materia de la clase media mexicana. Podemos afirmar lo siguiente:

1. Contra lo que algunos argumentaban, México no es mayoritariamente de clase media, sino de clase baja. Son, al término de la primera década de este siglo, en 2010, “55.1% de los hogares donde desarrolla su vida 59,1% de la población mexicana”. En cuanto a la clase media, representa “42,4% de los hogares, en donde vive 39,2% de la población total del país”. Por su parte, “2,5% de los hogares son de clase alta, viviendo en ellos 1,7% de la población”.

2. La clase media, sin embargo, creció en la primera década de este siglo. En el año 2000 “la magnitud nacional de hogares de clase media era de 38,4%, viviendo en ellos 35,2% de la población”. Comparado con los indicadores de 2010, “en el transcurso de una década la magnitud de la clase media, ya sea contabilizada en términos de hogares o de personas, se incrementó en cuatro puntos porcentuales”.

3. Si bien en México no hemos logrado que la sociedad sea mayoritariamente de clase media, en las ciudades sí es el caso. En el ámbito urbano, “asciende a 50,1% y 47% de hogares y población respectivamente”. En comparación, en el medio rural, “son de clase media 28,1% de los hogares y 26% de las personas.

4. Un hogar de clase media tiene ciertas características particulares. Lo más probable es que “cuente con una computadora, gaste cuatro mil 380 pesos (más de US$320) en alimentos y bebidas fuera del hogar, abone alrededor de mil 660 pesos (más de US$120) a la tarjeta de crédito, haya al menos un integrante asalariado con contrato escrito y labore para una empresa con razón social en el sector privado, la cabeza del hogar tenga al menos educación media superior, el jefe o jefa del hogar esté casado, el número de integrantes del hogar sea de cuatro, los hijos asistan a una escuela pública y la vivienda sea propia, la estén pagando o se haya financiado con recursos de la familia o crédito de interés social”.

Interesante esta “fotografía”. Demuestra que la clase media mexicana está integrada a la era digital, que tiene los recursos para divertirse fuera de su casa, que está bancarizada y recurre al crédito financiero, que sobre todo trabaja en el sector privado de la economía, que cree en el matrimonio, que usa anticonceptivos, que tiene cierto nivel educativo, que sigue dependiendo de la educación pública para sus hijos y que hace todo lo posible por tener una vivienda propia. Alrededor de 44 millones de mexicanos se encuentran en este grupo de la población. Se trata de un número nada despreciable y con una tendencia al alza, aunque lenta.

La pregunta es si esta clase media, que está consolidándose en México, imitará a sus contrapartes de Turquía y Brasil. ¿Saldrán a manifestarse por mejores trabajos, menos corrupción gubernamental, más calidad en la educación pública y una democracia eficaz?

*Esta columna fue publicada originalmente en Excelsior.com.mx.