La obra clásica de Alexander Pushkin, llamada Borís Godunov, comienza con una escena en la que los moscovitas, desde la aristocracia hasta los campesinos, se reúnen frente a un monasterio. Gudonov, quien es cuñado del difunto zar Teodoro I, está encerrado en el interior.

Él pretende que no quiere la corona que el consejo de los boyardos le está ofreciendo. Al principio se muestra reacio, pero luego "acepta" rápidamente la petición de ser coronado. Ambientada a finales del siglo XVII, publicada originalmente en 1831 y convertida más tarde en una ópera de fama mundial por Modesto Musorgski, la obra perdura como una de las mejores guías de la política rusa y sus prácticas autoritarias.

Vladimir Putin hizo lo mismo que Godunov. Se dejó "persuadir" por los diputados del Parlamento, la Duma Estatal, quienes proponen que un reinicio total en el número de los mandatos presidenciales -actualmente está en su cuarto mandato, hasta 2024- sería bueno para la estabilidad de Rusia.

Esto significa que puede ser reelegido por dos mandatos más y permanecer en el Kremlin hasta que cumpla 84 años, en 2036. En un inteligente movimiento de relaciones públicas, la propuesta fue hecha por la primera mujer astronauta del mundo, Valentina Tereshkova, una persona universalmente respetada por los rusos.

Una lucha por el poder al estilo de Stalin no está todavía en las cartas, pero no se puede descartar más adelante. Al hacer de la "estabilidad" un sinónimo de "Putin", el presidente está asumiendo una carga que a lo largo de la historia milenaria de Rusia ha demostrado ser demasiado pesada para el portador. Basta con leer a Pushkin.

Putin, cuya agenda suele estar planeada con meses de anticipación, se presentó personalmente ante los miembros del Parlamento en una muestra de humildad. Él dijo que solo aceptaría la propuesta con la condición de que el Tribunal Constitucional lo dictamine y que los votantes la aprueben en un plebiscito no vinculante en abril, en el que se incluye un paquete de enmiendas impulsado por él.

Sus propuestas incluyen algunas mejoras en el bienestar social de los rusos más pobres, dejando algunas dudas sobre si los ciudadanos votarán a favor de estas enmiendas. Y, si no, las autoridades proporcionarán los resultados "correctos" de todos modos: a través de la manipulación rutinaria de las listas de votantes y el relleno de las urnas.

Pasar el plan por el Tribunal Constitucional debería haber sido más difícil. En 1998, el tribunal le impidió a Boris Yeltsin reiniciar la cuenta durante su propio mandato, a pesar de que fue elegido presidente de un Estado teóricamente diferente (una república dentro de la URSS). Los jueces actuales del Tribunal Constitucional son famosos por cumplir los deseos de Putin. La ley rusa no se basa en precedentes. Será fácil para ellos afirmar que "eso fue antes, pero ahora es diferente".

¿Estabilidad o estancamiento?

La nueva Constitución le permitirá a los presidentes estar al mando por dos periodos de seis años, haciendo que la excepción de Putin sea única y que se le reconozca como una especie de "padre de la nación”. En teoría, esto es un paso más adelante con respecto a la ley actual, que hace imposible que un presidente pueda servir más de dos mandatos consecutivos. Putin usó este vacío legal cuando intercambió cargos con su primer ministro, Dmitri Medvedev, en 2008.

Teniendo en cuenta su edad (cumple 68 años en octubre), Putin se aseguró el cargo de presidente de facto de por vida, si así lo desea. Esto le trae al presidente beneficios a corto plazo y dolores de cabeza a largo. Al hacerlo, Putin se arraiga indiscutiblemente en el centro del universo político de Rusia. Ahora que todos en el Kremlin sabrán cuándo (y si es que) dejará la presidencia y a quién dejará a cargo, la adulación abundará entre los miembros de la élite política. También pone fin a semanas de incertidumbre provocadas por su propuesta del 15 de enero para impulsar la Constitución.

A largo plazo, las cosas no se ven de color de rosa. A medida de que el electorado de Putin (nacido en la Unión Soviética) se reduce, la estabilidad se vuelve indistinguible del estancamiento. La enmienda reciente, que no solo viola el espíritu sino también la letra de la ley, no pasa desapercibido en la gente de Moscú, San Petersburgo y una docena de otras grandes ciudades. Algunos emigrarán, debilitando el potencial económico e intelectual de Rusia, mientras que los que se queden se volverán cada vez más politizados e inquietos.

Además, las castas jóvenes que siguen a Putin no encontrarán atractiva la perspectiva de otros 15 años bajo el envejecido líder y su igualmente longevo círculo. Una lucha por el poder al estilo de Stalin no está todavía en las cartas, pero no se puede descartar más adelante. Al hacer de la "estabilidad" un sinónimo de "Putin", el presidente está asumiendo una carga que a lo largo de la historia milenaria de Rusia ha demostrado ser demasiado pesada para el portador. Basta con leer a Pushkin.