La pandemia provocó impactos sin precedentes en la economía mundial, y los gobiernos actuaron rápidamente con grandes ayudas fiscales para ayudar a proteger los empleos, los ingresos de los hogares y las empresas en un momento de inestabilidad. Las prioridades, ahora que nos acercamos al mundo postpandemia, son maximizar la recuperación económica, la sostenibilidad y la resiliencia.

Lo que se necesita son inversiones y planes a largo plazo para liberar el potencial de crecimiento de la economía en el futuro. Esto significa abordar las debilidades estructurales de larga data y sostener el repunte a corto plazo del COVID-19, mientras los gobiernos siguen gestionando nuevas variantes. También significa impulsar la transformación digital y ecológica, protegerse de los riesgos potenciales y crear una nueva capacidad de los servicios públicos.

Liderar con impacto es un acto de equilibrio. Requiere tomar decisiones inteligentes, al tiempo que se gestiona la crisis de salud pública. Significa dirigir tanto los fondos de recuperación y estímulo a corto plazo como los de recuperación y resiliencia a largo plazo para obtener mejores resultados económicos, sociales y medioambientales.

Para aprovechar al máximo el potencial y liderar con impacto, los gobiernos deben desplegar rápidamente varios elementos. Primero, apoyar y transformar el mercado laboral. Preparar hoy a las personas para trabajar en conjunto con las nuevas tecnologías. Segundo, minimizar las secuelas económicas a largo plazo. Evaluar cómo difieren las previsiones económicas de antes de la pandemia a las previsiones actuales. Tercero, fomentar el gasto del exceso de ahorro. Utilizar el exceso de ahorro acumulado durante la pandemia para impulsar un auge del consumo. Finalmente, el ritmo y la orientación de la recuperación también dependen de cómo los gobiernos se ocupen de las cuestiones estructurales a largo plazo, las fortalezas y debilidades competitivas, así como los impactos de la crisis a corto plazo en sus iniciativas.

Los puntos fuertes y débiles existentes deberían estar en el centro del desarrollo de los planes de recuperación económica. Estos factores estructurales incluyen la competitividad, la tecnología digital, la administración pública y el gobierno electrónico, el medio ambiente, la estructura sectorial, los mercados laborales y desigualdad, las competencias, y la I+D e innovación. Con una visión objetiva de estas influencias de recuperación económica, los gobiernos tienen la base para planificar con enfoque en el impacto futuro. Hay cuatro fundamentos que pueden contribuir a una mayor rentabilidad.

Primero, impulsar una estrategia fiscal dinámica. Muchos gobiernos se encuentran en un período de mayor gasto, a pesar del aumento de los déficits y la deuda. Pero gastos en programas como para la generación de energía renovable, en infraestructura de transporte y la última milla de banda pueden preparar el camino para una recuperación más fuerte en comparación con las medidas de austeridad que siguieron a la crisis financiera mundial.

El objetivo es orientar, programar y escalar el gasto para estimular el crecimiento sostenible con el máximo efecto multiplicador. El ritmo de gasto de emergencia durante la crisis es una anomalía. El gasto público de capital es más gradual, ya que los proyectos de inversión tardan más en planificar y completar, y los gobiernos deben tener la capacidad interna para gestionarlos con éxito. Por ello, la política fiscal seguirá siendo tan crítica durante este período. Es la clave para apoyar la recuperación a corto plazo y gestionar la magnitud de las consecuencias económicas a largo plazo. La política fiscal debe evolucionar de forma dinámica y orientada al futuro. Debe haber espacio para centrarse en las áreas de oportunidad y cambiar prioridades hacia objetivos de crecimiento a más largo plazo.

En segundo lugar, se debe avanzar hacia la resiliencia económica. La "lucha contra la crisis" es sólo una parte de lo que los gobiernos deben hacer para apoyar la resiliencia económica. También deben desarrollar iniciativas nacionales a largo plazo en colaboración con el sector privado para aumentar el potencial de crecimiento económico y que sirvan de trampolín para remodelar la economía a lo largo del tiempo. Además, los gobiernos deben considerar cómo desarrollar su capacidad para aplicar programas de inversión a gran escala, centrándose en preparar a las personas para trabajar en conjunto con las nuevas tecnologías. Los países ya han empezado a impulsar estos planes, que combinan una mayor inversión pública con reformas críticas y la modernización del Estado.

En tercer lugar, los gobiernos deben enfocarse en la inversión de proyectos de alto impacto, haciendo hincapié en una inversión pública renovada que aproveche al máximo los multiplicadores fiscales. Estos multiplicadores variarán a lo largo del tiempo y entre países en función de las circunstancias. No es sorprendente que los multiplicadores digitales sean muy prometedores. La adopción de las tecnologías digitales tiene importantes efectos en la productividad, el crecimiento y la creación de empleo, así como en la mejora del bienestar y el acceso a productos y servicios. El retorno de la inversión en tecnologías a largo plazo es 6,7 veces mayor al de las inversiones no digitales.

Finalmente, los gobiernos deben aumentar su capacidad. Hay una serie de medidas que pueden adoptar para aumentar su capacidad. La transformación digital es una de las principales. Desde los portales digitales que facilitan la comunicación y colaboración, hasta el desarrollo de una agencia digital central para potenciar la capacidad administrativa, lo digital ofrece la velocidad y la eficiencia necesarias. Sin embargo, la tecnología no la única respuesta. Hay que mejorar el diseño de las políticas públicas, su aplicación, seguimiento y supervisión.  No se trata solo de tomar decisiones informadas sobre los procesos y la prestación de servicios. Se trata de crear un nuevo futuro de elaboración de políticas basadas en el análisis de datos de calidad.

Es un momento único para que el sector público lidere con impacto. Mientras los países de todo el mundo buscan salir fortalecidos de la pandemia, los gobiernos tienen un reto y una responsabilidad. El momento de impulsar planes para un cambio duradero es ahora.