El triunfo electoral del Partido Popular español ha sido abrumador. Ya lo decían los sondeos ciertamente. Pero otra cosa es ver ese triunfo concretado en la realidad. En los regímenes parlamentarios, como es el caso español, en las elecciones generales se eligen a los miembros del Parlamento y es este, no el pueblo, el que elige a la cabeza de la rama Ejecutiva. Como por lo general no es posible que un solo partido obtenga la mitad más uno de los escaños parlamentarios, el partido que logre más escaños habitualmente entra en coalición con partidos afines, y con su apoyo eligen al jefe del gobierno. Por otro lado, la tradición es que el líder del partido mayoritario pasa a liderar la rama ejecutiva.
Pero el Partido Popular -cuyo líder es Rajoy– obtuvo no solo la mitad más uno de los escaños, sino la mitad más once. Es decir ganó tan holgadamente que no necesitará hacer ninguna alianza con otro partido ideológicamente afín para poder gobernar. Los proyectos de ley que prepare la rama ejecutiva no encontrarán mayor tropiezo en el Parlamento.
Siguiendo la lógica de ciertos gobernantes ¿podrá Rajoy hacer entonces lo que bien tenga sin otro límite que sus deseos? ¿Podría, por ejemplo, enviar proyectos de leyes tributarias que sean inconstitucionales por violación de trámite, convocar a una consulta popular para afectar derechos constitucionales contradiciendo la Ley Suprema, interrumpir los noticieros de la mañana para pasar cadenas de televisión para refutar lo que los periodistas opinan, controlar al sistema judicial y cosas por el estilo? Y todo ello bajo el argumento de que habiendo su partido logrado la mayoría absoluta de los votos en el Parlamento su partido y él, en especial, son los únicos que gozan de legitimidad.
¿Podría Rajoy descalificar e insultar a los sindicatos, los partidos perdedores, los periodistas y reporteros, las asociaciones sociales y las corporaciones civiles, los colegios profesionales y las cámaras de la producción, las universidades y los magistrados por el simple hecho de que ninguno de ellos –y otros en situación similar– no ganaron las elecciones? No. No solo que no lo haría, sino que no lo hará.
El Partido Popular tendrá ciertos límites a su poder. El más importante es la propia Constitución y la jurisprudencia generada por su aplicación desde 1978, fecha en que ella fue aprobada. No importa cuán popular sea Rajoy y su partido, la Constitución está por encima de ellos.
El Partido Popular tendrá ciertos límites a su poder. El más importante es la propia Constitución y la jurisprudencia generada por su aplicación desde 1978, fecha en que ella fue aprobada. No importa cuán popular sea Rajoy y su partido, la Constitución está por encima de ellos. Los otros frenos son tanto el Tribunal Constitucional como el Tribunal Supremo que, a pesar de sus crisis, gozan de enorme prestigio e independencia. El otro contrapeso es la propia sociedad civil que organizada en asociaciones intermedias saben defender sus derechos y hacerse respetar. Y están obviamente los tratados internacionales. A Rajoy ni en sueño se le ocurrirá decir, por ejemplo, que solo respetará las decisiones del Tribunal Europeo de Derechos Humanos que sean “razonables”. Ni se diga de las decisiones de la Unión Europea.
No. España no será una hacienda de Rajoy.
*Esta columna fue publicada originalmente en El Universo.com.