En Latinoamérica hay 32 unicornios y el ecosistema de empresas tecnológicas de la región, del que forman parte, ha creado valor por US$ 221 mil millones, según el informe de agosto de 2021 de KPMG. En Chile, las fintech -startups que generan innovación en la industria financiera con tecnología ágil y flexible-, pasaron de 112 en julio de 2019 a 179 en marzo de 2021, lo que representa un alza de un 60% de startups. Para estas nuevas empresas no solo los indicadores financieros son importantes, sino que también la forma en que impactan en la sociedad y el medioambiente.

Hace unas décadas el mundo comenzó a presenciar el fuerte boom de las empresas de tecnología, que hoy tiene a compañías como Amazon, Google, Tesla, Meta y Apple, entre otras, como las más relevantes a nivel global. En Latinoamérica también tenemos casos, como el de Mercado Libre, fundado a fines de los noventa. Sin embargo, a partir de 2010 comenzó una nueva oleada de empresas tecnológicas, que anualmente va sumando más unicornios al ecosistema regional.

Hay otro fenómeno más interesante aún de esta segunda oleada. Se trata de la prioridad que otorgan estas startups al impacto que provocan en su entorno. Atrás quedó la mirada centrada solo en la rentabilidad de sus propietarios y accionistas, para dar paso a un enfoque centrado en el cambio positivo y medible que genera el negocio en la sociedad.

El foco en el impacto, que va más allá de la sostenibilidad, ha significado un cambio radical en cómo se paran hoy las empresas frente a la sociedad: el objetivo no es sólo ser la mejor empresa del mundo, sino la mejor empresa para el mundo (tal como propone Sistema B).

El impacto se sustenta sobre dos pilares: la tecnología y el propósito. La combinación de ambos es lo que permite a este nuevo grupo de startups ser escalables y así mover la aguja para generar un impacto social.

Este cambio ha significado la irrupción de nuevas posiciones dentro de las empresas y a futuro podría ser habitual ver, en Latinoamérica y Chile, cargos como Chief Impact Officer (CIO) y Chief Purpose Officer (CPO) que se dediquen a sistematizar y medir el impacto que generan sus organizaciones.

La misión de los CIO consiste en alinear a toda la organización tras el impacto positivo que se quiere impulsar y definir las estrategias necesarias para alcanzarlo. Luego viene la etapa de la medición y comunicación de los logros obtenidos y de los desafíos a enfrentar.

En Chile hemos visto el impacto que generan las empresas tecnológicas. Empresas como NotCo, que busca reinventar la industria alimentaria en base a plantas, y Betterfly, solución online de seguros y promoción de buenos hábitos para trabajadores, ya son parte del selecto grupo de unicornios que -habiendo alineado sus negocios con la tecnología y un propósito claro para generar impacto- han logrado el reconocimiento de los inversionistas a nivel mundial.

A esto se suman plataformas que permiten que cualquier persona pueda invertir en los mercados internacionales desde poco más de US$1, como Fintual, nuevas fuentes de financiamiento para pymes a tasas mucho menores que las de la industria tradicional, como Cumplo, y la facilitación de envíos de remesas al extranjero sin la necesidad de trámites, como Global 66, son solo algunos de los servicios que están prestando las nuevas compañías que buscan impactar en la sociedad.

La rentabilidad de las empresas es clave para su crecimiento en el largo plazo, pero las startups de la región también han demostrado que la tecnología y un propósito alineado al modelo de negocios son cruciales para obtener un impacto positivo. Estas son las características que están convocando las miradas de los inversionistas donde las iniciativas que van más allá de su foco comercial y que buscan crear un impacto ambiental y social positivo, son las nuevas estrellas del ecosistema tecnológico latinoamericano.