En un pronunciamiento titulado “En Defensa de la Soberanía Nacional”, destacados diplomáticos peruanos en retiro sostienen que Runasur es un proyecto de Evo Morales, que “se propone desmembrar a Perú otorgando a Bolivia una salida soberana al Pacífico y así conformar una ‘nación aymara’ como extensión territorial boliviana”.

 Evo Morales es un personaje que, como presidente de Bolivia, violó en forma reiterada la Constitución de su país (por ejemplo, cuando postuló para un cuarto período presidencial que esta no contemplaba), y hoy avala fraudes electorales evidentes, como el de Daniel Ortega en Nicaragua. Además, su invocación a superar el capitalismo es demagógica, pues eso no fue lo que hizo cuando gobernó Bolivia. Y coincido con quienes critican el hecho de que opine regularmente sobre nuestra política dentro de territorio peruano, cosa que no toleraba en su país cuando era presidente (esa crítica, por cierto, debería hacerse extensiva a otros políticos extranjeros que hacen lo mismo, como Leopoldo López).

Pero, como vimos, esas no son las acusaciones que esgrime el pronunciamiento de nuestros diplomáticos. Y, en honor a la verdad, los propósitos que estos atribuyen a Runasur (“desmembrar a Perú”, otorgar a Bolivia “una salida soberana al Pacífico” o “conformar una nación aymara”), no constan en el único documento que citan: el Decálogo de Runasur. Tampoco constan en otros documentos de Runasur que revisé para este artículo (por ejemplo, el discurso de Evo Morales en el primer encuentro de Runasur o la Declaración de Buenos Aires).

Más aún, el pronunciamiento cita la parte del Decálogo de Runasur en la cual se afirma que su propósito es fundar una “América Plurinacional”. En declaraciones para RPP el ex canciller Wagner sostiene que lo que se busca realmente es “fraccionar nuestros países, sobre la base de este concepto no bien definido de la América plurinacional”. Frente a lo cual cabría hacer varias acotaciones. O bien Runasur promueve Estados “plurinacionales” o bien promueve un Estado basado en una “nación aymara”, pero no puede ser acusada de promover ambas cosas a la vez. Por ejemplo, al igual que en Bolivia, en Ecuador la constitución define al Estado como plurinacional. Pero, a diferencia de Bolivia, en Ecuador prácticamente no existe población aymara. Por eso en Bolivia la propuesta de definir al Estado como plurinacional se contraponía tanto al separatismo de base aymara de Felipe Quispe, como al separatismo de la denominada “nación camba” (de hecho, la palabra “Runa” en “Runasur” es quechua, no aymara). Incluso sin apelar al término “plurinacional”, un Estado unitario puede reconocer la existencia de nacionalidades dentro de su territorio, y concederles derechos: por ejemplo, la constitución española establece que España “reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran”. Al margen de si es o no deseable como propuesta, la reivindicación de una identidad plurinacional es compatible con la continuidad de los Estados que hoy existen.

En la entrevista antes mencionada, el embajador Wagner hace una cita que asocia con Runasur (aunque no especifica la fuente), en donde se afirma que esa organización busca “un cambio estructural” de los Estados “a través de Asambleas Constituyentes originarias”. En un artículo en este mismo medio titulado “Los Riesgos de Cambiar la Constitución”, dejé en claro mi posición en contra de la convocatoria a una Asamblea Constituyente. Pero eso no niega el derecho de quienes piensan diferente a plantear esa posibilidad, a través de una reforma de la constitución actual. Por lo demás, esa propuesta mina el argumento de que se buscaría trascender los actuales Estados: no sólo no ha surgido en la región un nuevo Estado en más de un siglo, sino que además todas las Asambleas Constituyentes que tuvieron lugar en América Latina se realizaron para reformar los Estados que ya existían, no para trascenderlos.