¿Imagínese que la salud de su hijo dependiera de una sustancia prohibida por la ley? ¿Qué haría? ¿La buscaría en el mercado negro o se resignaría a que su familiar siguiera sufriendo?
No se trata de preguntas filosóficas. He conocido gente con parientes enfermos a los cuales les han recomendado consumir cannabis para aliviar síntomas del cáncer o dolores insoportables. Pero, en México, no pueden ir a una farmacia a comprarlo porque la mariguana está prohibida en la Ley General de Salud. Todas estas personas han tenido que recurrir al mercado ilegal. Les ha resultado relativamente fácil encontrar vendedores pero, como no son expertos en cannabis, sufren porque no saben si están comprando un producto de calidad o una yerba vulgar.
Toca, ahora, modificar la ley para permitir la investigación científica con cannabis y su consumo con fines medicinales. Es lo correcto y humano para los pacientes y familiares que hoy tienen que recurrir al mercado ilegal o enfrentar casos tortuosos como el de Grace.
En México estamos francamente retrasados en esta materia. No acabamos de aceptar que la mariguana tiene propiedades terapéuticas comprobadas por la ciencia médica. Es tal el tabú, que la ley, incluso, prohíbe que los científicos puedan hacer investigaciones utilizando cannabis. Se trata de una cerrazón incomprensible. Inhumana cuando uno escucha historias como las de Graciela Elizalde Benavides. Sus padres la cuentan en el sitio www.porgrace.org.mx. Es desgarradora:
“Le decimos Grace de cariño, nació en Monterrey y tiene ocho años. Desde pequeña le diagnosticaron una forma rara y grave de epilepsia infantil que se llama Síndrome de Lennox-Gastaut (LGS). Ella tiene hasta 400 convulsiones diarias y es muy probable que persistan hasta que sea adulta. Los pacientes con LGS también sufren de deterioro cognitivo moderado o grave.
“Las opciones de tratamiento son limitadas y las hemos explorado. Grace ha visto a muchos doctores y ha probado muchos medicamentos para controlar la epilepsia, pero ninguno ha logrado disminuir sus crisis convulsivas. Los médicos del Hospital Infantil de México le practicaron una callosotomía, una cirugía que consiste en cortar tres cuartos del cuerpo calloso del cerebro, con el objetivo de controlar las crisis generalizadas. Tampoco observamos los resultados que esperábamos: Grace no ha mejorado, incluso ha aumentado la intensidad de sus convulsiones.
“Queremos que nuestra hija viva mejor, por eso buscamos más tratamientos. Encontramos que en Estados Unidos, Canadá, España, Uruguay y Brasil, muchos niños con esta enfermedad han sido tratados con Cannabidiol (CBD), un aceite derivado de la planta cannabis sativa o marihuana, que no tiene efectos psicoactivos. En diversos estudios más del 84% de los pacientes han visto mejorías notorias y los efectos negativos han sido nulos, a diferencia de los medicamentos que le han prescrito a Grace hasta el momento.
“La evidencia anecdótica en la actualidad es prominente—muchas familias discuten las mejoras a la calidad de vida de sus hijos gracias al cannabidiol. Si bien estas historias son a la vez esperanzadoras y prometedoras, sabemos que es necesaria más investigación para asegurar esta opción de tratamiento. Es por eso que Grace pide a las autoridades mexicanas que se permita la investigación médica en el país”.
Suena muy razonable. Los padres de Grace, además, solicitaron a la secretaría de Salud un permiso para importar CBD y dársela a su hija. A través del entonces diputado Fernando Belaunzarán, enviaron un oficio argumentando que el CBD no tiene efectos psicoactivos a diferencia del Tetrahidrocannabinol (THC). El Consejo de Salubridad General les negó el permiso aduciendo la inexistencia de evidencia científica de los usos terapéuticos del CBD para atemperar las epilepsias del LGS. En la respuesta, les recomendaron algunos medicamentos que, si entiendo bien la historia de Grace, ya se los aplicaron sin éxito alguno.
Ante la negativa del gobierno, los padres recurrieron a un amparo. El juez Martín Adolfo Santos, argumentando el derecho a la salud, concedió la suspensión definitiva del acto de autoridad del Consejo de Salubridad y ordenó la importación, portación y consumo de CBD para Grace. Ojalá les funcione a estos padres desesperados por ver sufrir tanto a su hija. Toca, ahora, modificar la ley para permitir la investigación científica con cannabis y su consumo con fines medicinales. Es lo correcto y humano para los pacientes y familiares que hoy tienen que recurrir al mercado ilegal o enfrentar casos tortuosos como el de Grace.
*Esta columna fue publicada originalmente en Excelsior.com.mx.