Cuando un gobierno democrático legitima a una dictadura sólo puede justificarse porque le conviene a sus intereses. Ya sea porque la dictadura en cuestión es un socio comercial importante, una potencia mundial o un país que puede ayudar en mucho a la democracia en cuestión. Y hasta en esos casos incluso resulta cuestionable. Por razones morales, nunca una democracia debe apoyar una dictadura. A un demócrata debe avergonzarle darle la mano a un dictador a menos, y con mucha reticencia, porque a su país le conviene muchísimo. Los beneficios deben ser clarísimos para justificar una legitimación de este tipo. El caso viene a colación por la visita que está efectuando el presidente Peña Nieto a Cuba legitimando, así, a la dictadura castrista.

Como mexicano creyente en la democracia liberal me apena ver a nuestro jefe de Estado reuniéndose con un par de dictadores como son los hermanos Castro (no sé, por cierto, si Peña Nieto verá a Fidel, pero ciertamente se juntará con Raúl). Lo entendería si México tuviera algo muy importante qué ganar con estas reuniones. Es el caso, por ejemplo, de haberse juntado hace poco con el dictador chino en funciones. Ahí sí que había mucho en juego: una relación comercial importante y la posibilidad de dialogar con una potencia central en las relaciones internacionales. Pero, con Cuba, ¿qué gana México?

Qué vergüenza, entonces, ver a nuestro Presidente legitimando a este régimen dictatorial que no respeta los derechos humanos básicos. ¿A cambio de qué? Parece que de nada.

Económicamente nada. Según reportes oficiales, en 2010 México exportó a Cuba 307 millones de dólares. Cuba exportó a México 18. Una relación comercial de 325 millones de dólares, es decir, nada. Que yo sepa no hay ninguna empresa mexicana importante operando en la economía centralmente planificada de Cuba. Y, para acabarla de amolar, las ventas que le hacemos a ese país suelen hacerse con deuda que luego no pagan. Recientemente nuestro gobierno condonó 70% de una deuda de 500 millones de dólares a los cubanos. 30% restante supuestamente lo pagarán en diez años. En suma, no hay muchas oportunidades económicas que podamos ganar yendo a legitimar la tiranía de los hermanos Castro.

¿Y políticamente? Quizá ahí sí pudiera argumentarse que hay un interés de México por estar bien con uno de sus vecinos marítimos. Pero el riesgo que se corre es que algunos estadunidenses aprovechen esto para atacar los intereses mexicanos. Congresistas de derecha que retóricamente ataquen a Peña por reunirse con ese anacronismo histórico que son los déspotas comunistas.

Sopesando, entonces, los costos y beneficios, me parece que, en términos de intereses, no hay mucho que ganar al andar legitimando la dictadura cubana. Y moralmente sí se pierde mucho: el apoyo de una democracia a un régimen autoritario que viola los derechos humanos.

No lo digo yo sino las organizaciones no gubernamentales de derechos humanos. Human Rights Watch, por ejemplo, en su último reporte afirma: “El gobierno cubano continúa reprimiendo a las personas y grupos que critican al gobierno o defienden los derechos humanos básicos. Los funcionarios utilizan una variedad de tácticas para castigar a la disidencia e infundir temor en la población, como palizas, actos públicos humillantes, la terminación del empleo y amenazas de encarcelamiento de largo plazo. Las detenciones arbitrarias de corta duración han aumentado drásticamente en los últimos años y se ha prevenido, de manera rutinaria, la labor de los defensores de derechos humanos, periodistas independientes y otras personas que pretenden reunirse o moverse libremente”.

Por su parte, Amnistía Internacional, “lamenta que Cuba haya rechazado las recomendaciones destinadas a mejorar el respeto del derecho a la libertad de expresión, asociación y reunión. Aunque considera que la reforma de Ley de Migración, que entró en vigor en enero de 2013, es una medida positiva, que ha facilitado los viajes al extranjero de los ciudadanos cubanos, incluidos los defensores y defensoras de los derechos humanos y las personas críticas con el gobierno, la organización comparte los motivos de preocupación, expresados durante el examen, de que manifestantes pacíficos, periodistas independientes y activistas de derechos humanos sigan siendo objeto de forma habitual de hostigamiento, detención y condena judicial por ejercer su derecho a la libertad de expresión, asociación y reunión”.

Qué vergüenza, entonces, ver a nuestro Presidente legitimando a este régimen dictatorial que no respeta los derechos humanos básicos. ¿A cambio de qué? Parece que de nada.

*Esta columna fue publicada originalmente en Excelsior.com.mx.