Los planteamientos políticos del Senador y candidato presidencial en Colombia, Gustavo Petro Urrego, no tienen relación con la política socialista estalinista del Partido Comunista de la ex Unión Soviética y menos con el socialismo maoísta de la China de Mao Tse Tung. Sus planteamientos políticos son de corte nacionalista, sustentado en el capitalismo de Estado o capitalismo progresista, debido a que el M-19 fue un movimiento guerrillero profundamente nacionalista, inspirado en la injusticia del fraude electoral contra la Alianza Nacional Popular (Anapo) en 1970 y en los ideales libertarios de Simón Bolívar. En consecuencia, el principal símbolo de rebeldía y de su lucha armada de aquella guerrilla que se desmovilizó hace décadas fue la espada del libertador. Eso explica hasta cierto punto su alianza con el Movimiento de Salvación Nacional del asesinado ex candidato presidencial, Álvaro Gómez Hurtado, para elaborar y aprobar la Constitución de 1991, dado que compartían la tesis de la reforma profunda del régimen político imperante en Colombia.

Igualmente, esa misma naturaleza de la filosofía nacionalista del M-19 explica las razones de fondo por las cuales el candidato Petro, en sus planteamientos políticos y en su programa de gobierno, recoge las banderas políticas y las reformas inconclusas del partido liberal en el siglo XIX, de la Revolución en Marcha del expresidente liberal Alfonso López Pumarejo en 1934, las políticas de restauración moral del asesinado líder liberal Jorge Eliécer Gaitán, y la moralización política y la lucha contra el narcotráfico del también asesinado ex candidato presidencial Luis Carlos Galán Sarmiento. 

Además, sus planteamientos y propuestas programáticas se sustentan en los Objetivos del Milenio de la ONU y en las políticas sobre el cambio climático. Las reformas que plantea son idénticas a las que ha formulado el partido Liberal desde el siglo XIX y son las que requiere Colombia para reorientar su desarrollo económico y pasar de una economía extractivista de minerales a una economía basada en una revolución agrícola e industrial. Sus planteamientos sobre la distribución de la tierra son similares a lo que planteó en su programa de gobierno el partido Liberal en 1936.

En aquella coyuntura el liberalismo planteó que la propiedad de la tierra tenía que cumplir una función social. En efecto, propuso dividir la tierra por medios legales y racionales para que no existieran tierras que no cumplieran una función social de servir al mantenimiento de la población colombiana.

El texto dice: “El partido en su acción legislativa tenderá a democratizar la tierra a fin que esta no sea el privilegio de los ricos, sino el derecho de los pobres, y actuará, en este sentido por medio de una política constante y progresiva del Estado para fraccionar los latifundios y poblar los territorios incultos”. El liberalismo hace 85 años consideró la propiedad de la tierra como un medio de liberación económica necesaria e imprescindible para impulsar el desarrollo nacional.

Las reformas que plantea el candidato Petro no son para convertir a Colombia en un país socialista como Venezuela y Nicaragua, sino para modernizar el Estado y la economía y, desde luego, para adecuar el Estado a los nuevos cambios que demanda en el contexto del desarrollo del capitalismo. Son reformas para modernizar el aparato productivo y adecuarlo a los nuevos cambios de un capitalismo progresista. Su meta es convertirse en el segundo gran reformador de Colombia, después del expresidente López Pumarejo.

Por las políticas neoliberales que defiende el expresidente, César Gaviria, como director del liberalismo, se ha convertido en el principal sepulturero del ideario liberal y de paso ha transformado al liberalismo de gran reformador a una colectividad burocrática, amorfa, corrupta y sin fortalezas ideológicas. Gaviria ha dejado que el Petro asuma las banderas políticas liberales, porque en sus manos queda muy poco de ese partido que se caracterizó por ser el líder de las reformas económicas, sociales y educativas más progresistas y avanzadas desde la segundad mitad del siglo XIX en Colombia.