Detrás de la exigencia de posponer la discusión de la reforma energética hasta que termine el Mundial de Fútbol, se esconde una lógica paternalista: el pueblo mexicano, creen algunos, es bruto. No puede ver fútbol y estar pendiente de los temas de interés público. La cabeza nomás no le da.

Por ello, por la convicción de que el pueblo mexicano es limitado -y, por tanto, necesita que lo guíen-, algunos están proponiendo que le demos vacaciones a los legisladores para que vean tranquilamente el fut.

A los políticos que se oponen a que las leyes reglamentarias de la reforma energética se discutan y voten en el Congreso, entre el 12 de junio y el 13 de julio, les pregunto si no debemos o no podremos entrevistarlos durante ese lapso sobre otra cosa que no sea fútbol.

No lo niego, soy aficionado a ese deporte. Pienso ver tantos partidos como pueda -¿cómo perderse España-Holanda o México-Brasil, en la primera ronda?-, pero entre el 12 de junio y el 13 de julio no dejaré de estar en la redacción del periódico, como todos los días, ni suspenderé la publicación de esta columna ni desapareceré de la pantalla de Excélsior Televisión. ¿Y usted, no irá a trabajar?

Por supuesto, el Mundial será tema ineludible para los medios. ¿Por qué? Porque es periodístico y porque es de interés público lo que ocurra en la principal competencia del deporte más popular del mundo (no el mejor, conste, porque ese es el rugby).

Desplegaremos los hechos de Brasil 2014 en todos los espacios informativos de Grupo Imagen Multimedia, del que Excélsior es parte. Pero eso no significa que el Mundial sea lo único que ocurra.

A los políticos que se oponen a que las leyes reglamentarias de la reforma energética se discutan y voten en el Congreso, entre el 12 de junio y el 13 de julio, les pregunto si no debemos o no podremos entrevistarlos durante ese lapso sobre otra cosa que no sea fútbol. ¿Estarán disponibles a la hora de los partidos para hablar de reforma energética?

A esos políticos no parece importarles que en México haya gente que no tiene televisión por cable para estar pegada a ella. O personas a las que el balompié les interesa un rábano.

Una de esas últimas personas es mi amigo y colaborador de páginas Ángel Verdugo.

Orgulloso sonorense, Ángel es aficionado al béisbol. Lo he escuchado decir -perdóname por contar esto- que un deporte que se juega con los pies no merece respeto (él no dice pies).

Pero nunca he escuchado a Ángel anunciar que el domingo no estará en Círculo de Ideas, el programa de análisis de Excélsior Televisión, o que no grabará Un día con Ángel porque hay juego de la Serie Mundial, la Serie del Caribe o la final de la Liga Mexicana del Pacífico. Como afirma él, “una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa”.

Debe de haber muchos mexicanos que vayan a sentirse miserables y abandonados durante el Mundial. Los compadezco. Pero también los entiendo. La vida no puede ser sólo fútbol.

Tendríamos que ser capaces, como sociedad, de ocuparnos de los asuntos públicos al mismo tiempo que se desarrolla el Mundial.

¿O no fue capaz la ciudadanía de atender la contienda electoral de 2006, la más cerrada en la historia, mientras se jugaba el Mundial en Alemania? ¿Acaso los candidatos suspendieron sus campañas? ¿Nadie fue a los mítines ni se enteró de los spots? ¿O por qué causaron éstos tanta polémica?

Sería lamentable que esta propuesta se esté lanzando para curarse en salud. Es decir, si la reforma se discute, va al Congreso y es aprobada en términos que no comparten quienes no quieren debatir eso durante el Mundial, entonces éstos podrán vociferar que se votó “a escondidas”.

Sería lamentable porque es deshonesto, porque lo único que se logrará en caso de suspender la discusión hasta el domingo 13 de julio a las cinco de la tarde (¿o mejor lo dejamos hasta el lunes 14, por aquello de la cruda?) es que perdamos un mes.

¿Cerramos el Metro, porque los conductores van a estar muy distraídos con el Tri? Ya vimos que para que un conductor se enfieste no tiene que ser fin de semana ni haber fútbol.

Dejémonos de excusas. Se vale estar en contra de la Reforma Energética -a mí me parece que hay buenas razones de uno y otro lado-, lo que no se vale es adoptar una postura paternalista ni arrastrar los pies porque no gusta una reforma.

Yo quiero escuchar el debate, y no sólo en el Congreso. Lo quiero leer en los periódicos. Me encantaría que fuera tema de la sobremesa.

Pero, ¿sabe qué?, no me hago ilusiones de que se vuelva el centro de la discusión nacional. La propiedad estatal exclusiva sobre los hidrocarburos se ha debatido por años. No me voy muy lejos: desde abril de 2008, cuando el presidente Felipe Calderón envió una propuesta al Congreso que fue desfigurada por legisladores que no la compartían.

Ha sido motivo de una gran polémica, sin duda, pero entre la clase política; en el mejor de los casos, entre los militantes de los partidos.

Si usted cree que estoy equivocado, muéstreme dónde está la ebullición en las calles por este tema. Creo que ha resonado más en ellas el debate sobre los anuncios de la leche materna.

Con Mundial o sin él, la mayoría de la gente no se ha aferrado al tema. Y, aparentemente, no se aferrará. ¿Por qué? Lo ignoro. Habrá que preguntarles a sociólogos y politólogos.

No creo que sea que no le importe, pero evidentemente no le apasiona. Al menos no de la misma manera que al llamado círculo rojo.

Pero no podemos, de ahí, deducir nada. Y mucho menos sostener que el fútbol será el culpable de distraer a las masas o insinuar que éstas son un conjunto de seres adormilados, mensos y manipulables.

*Esta columna fue publicada originalmente en Excelsior.com.