Despejando lo evidente, que será la expectativa respecto a los resultados generales y comunales de la elección municipal en términos de los votos que obtendrán las coaliciones y partidos a nivel de alcaldes y concejales, lo cierto es que el evento electoral del domingo 28 de octubre tendrá efectos relevantes en el ciclo electoral que se inaugura y que culmina con la elección presidencial y parlamentaria de 2013, como en el conjunto de nuestro sistema político, esto por varios motivos.

Lo primero es algo evidente que ha sido ampliamente discutido en los últimos días y que dice relación con los efectos que tendrá la inscripción automática y el voto voluntario en la participación electoral, tanto del grueso del segmento joven de la población que se incorpora al padrón (en su mayoría entre 18 y 29 años) y la concurrencia a las urnas de los inscritos antiguos que, desaparecida la sanción, pueden tener menos interés de participar. En los últimos días se ha generado un debate algo estéril en este sentido porque la ley ya fue sancionada (por lo que sería inexplicable y altamente impopular volver al antiguo sistema), quedando la necesidad de mejorar los incentivos para la participación (a través de la competencia y las facilidades que se pueda proveer a los electores para concurrir a las urnas, como el transporte gratuito) y evitar sus potenciales vicios (como el acarreo de electores y el clientelismo). 

Sabido es que países que tienen voto voluntario tienen menos participación electoral que aquellos que tienen sanciones fuertes por no concurrir a las urnas y que, en general, tienden a votar más las personas de sectores acomodados que personas de sectores menos acomodados. No obstante, si bien la participación electoral es una de las formas de expresión ciudadana más importantes en la democracia, no es la única, y lo cierto es que obligar a los ciudadanos a votar, para ostentar altos grados de participación, no es sinónimo de vigor del sistema político ni de la calidad de su democracia.

En suma, existen varias razones que transforman esta elección en un hecho político electoral cuyas señales se podrán leer en código político y que plantearán un conjunto de elementos claves para el análisis del escenario electoral que aparece ante nuestros ojos.

En cualquier caso, todo pareciera indicar que la participación se moverá entre el 50 y el 60% del nuevo padrón electoral, esto es, entre 6,5 y 8 millones de personas, lo que implica que los niveles de participación electoral no serán muy distintos a los que veníamos conociendo en los últimos años si se considera, por ejemplo, que el año 2008 de la población en edad de votar (12 millones) votaron 6,3 millones para Alcaldes y 6 millones en concejales. 

Sin perjuicio de lo anterior, lo cierto es que en el mediano y largo plazo la incertidumbre respecto a la participación debiera ser reemplazada por mayores grados de certeza respecto a los márgenes de participación con los que es posible contar y los segmentos del electorado que se hace necesario conquistar.

En segundo lugar, considerando a la oposición, una lectura importante será el resultado que tendrán las coaliciones a nivel de concejales, que es la verdadera elección proporcional donde las alianzas políticas miden sus fuerzas (la de alcaldes es de mayoría y, en general, las coaliciones han privilegiado acuerdos de candidato único). Aquí hay dos cosas relevantes que observar: los porcentajes que obtengan los dos pactos que nacen de la Concertación (“Concertación” y “Chile Justo”), que definirá la correlación de fuerzas al interior de cada pacto (el peso relativo de los partidos) y entre ellos, para asumir el desafío que implica constituir una plataforma electoral y programática, pensando en la definición de la figura presidencial y el mecanismo para los candidatos parlamentarios. Será importante también el porcentaje de votos que obtengan las fuerzas que estén fuera de las grandes coaliciones, particularmente “el Cambio por ti”, que representa al Partido Progresista, cuyo resultado le permitirá ganar un espacio como actor relevante en la contienda electoral que se avecina.

En tercer lugar, considerando al oficialismo, lo cierto es que, teniendo claro que ni en alcaldes ni en concejales la Coalición por el Cambio logrará superar a la totalidad de la Concertación (más los comunistas) en términos de votos y de candidatos electos, lo que les queda es relevar resultados de carácter emblemático que podrían contribuir a cierta imagen general de triunfo (Valparaíso, Santiago y Maipú, dado que Concepción está prácticamente perdida). No obstante, particularmente en Santiago y Maipú,  los resultados son aún muy inciertos. Lo positivo para la Coalición, en este cuadro, es que no tienen el grado de dispersión de la oposición y ello favorecerá la imagen de unión del conglomerado la noche del domingo.

Un cuarto elemento a considerar es qué sucederá en aquellas comunas donde se han producido movilizaciones sociales relevantes. Esto es, Punta Arenas, Freirina, Ercilla, Malloa (Pelequén), Aysén y Providencia. Los casos en este cuadro son diferentes y desafían medir la elección de acuerdo a cada situación, por cuanto en algunos se puede traducir en mayores niveles de apatía respecto al proceso electoral, en otros en mayor participación y todo aquello tendrá que ver presumiblemente con el nivel de incidencia que haya tenido el movimiento social durante la campaña a través de la presentación de candidatos o la capacidad para levantar temas en la agenda. En cualquier caso, el resultado más relevante será sin duda Providencia, porque si Josefa Errázuriz logra derrotar a Cristian Labbé -uno de los representantes de los sectores más duros de la derecha y defensores del legado autoritario-, ello será el triunfo de una plataforma opositora amplia que podría constituir un germen que inspire las decisiones que la Concertación y los partidos de la oposición deben tomar de cara a la elección 2013.

En suma, existen varias razones que transforman esta elección en un hecho político electoral cuyas señales se podrán leer en código político y que plantearán un conjunto de elementos claves para el análisis del escenario electoral que aparece ante nuestros ojos.