América Latina enfrenta la recesión más profunda desde 1914 y la crisis de los 30. Esto se observa en un periodo temporal muy breve, en un contexto mundial globalizado e interdependiente, lo cual hace a la región aún más vulnerable. La pandemia golpeó, y sigue haciéndolo muy fuerte en la macro, por las restricciones de movilidad y los confinamientos.

Como ocurre también en el resto del mundo, el empleo se ha contraído, buena parte de la población está en riesgo de quedar desempleado. Se había terminado cuando llegó el COVID los años de vacas gordas en América Latina, fruto del súper ciclo de materias primas. Desde 2011 estamos en una fase de vacas flacas. La distribución del ingreso regresiva −un tema que sabemos muy bien es estructural en la región− es una fuente natural de conflictos potenciales, como el que vivimos en Chile en 2019.

En este contexto, los paquetes fiscales fueron muy heterogéneos para aliviar los costos de la cuarentena causados por la pandemia.

La deuda pública regional no es tan relevante en términos del PIB, se encuentra en un nivel de 45%, y el pago de sus intereses se lleva 2,6 puntos del PIB. El déficit de empresas públicas es importante y se acerca a un punto del producto de la región. La inflación está relativamente controlada, a excepción de Venezuela en hiper y Argentina en niveles muy altos.

El comercio internacional se encuentra en una clara fase de contracción. Se asume que las exportaciones cayeron 15% en 2020, y, además, debe considerarse el impacto del descenso total del turismo internacional. Esta misma contracción se percibe en América latina. Las remesas –muy relevantes para Latinoamérica y en especial para América Central− también se vieron afectadas.

Relevando cada país en particular, Perú y Chile están mejor posicionados a futuro. Por un lado, no venden petróleo que se encuentra con precios moderados, y por otra parte, pueden implementar políticas contra cíclicas gracias a sus robustas políticas públicas, y lo están haciendo. Panamá y Paraguay se mantienen bastante firmes, con buenas condiciones de la macro. Brasil, pese a estar bien orientado bajo la conducción de su ministro de economía, Paulo Guedes, cometió errores en la ejecución de políticas públicas y se padeció una recesión importante por la pandemia que ahora quiere compensar.

En el frente político se constata una migración de la región hace la centro izquierda, representada por Bolivia con un presidente afín a Evo Morales y Andrés López Obrador en México. En Chile, es posible gane la izquierda, como se dará seguramente en el caso de Ecuador ya que en primera vuelta fue contundente el candidato de Correa. Argentina y Venezuela completan este panorama con predominio del populismo de izquierda, cada país con sus matices.

En síntesis, hay que monitorear a la región que, en cuanto a política sanitaria, ha tenido conductas divergentes, entre las que sobresale la de Bolsonaro, y donde los focos de pobreza estructural, configuran un riesgo enorme para la economía en su conjunto.