En mi anterior columna decía que la extrema derecha contemporánea atribuye al marxismo responsabilidad por propuestas que, como el matrimonio entre personas del mismo sexo, se fundamentan en otras tradiciones intelectuales. En esta columna mencionaré otros casos similares.

Si hay algo que detestan profundamente los republicanos conservadores en los Estados Unidos es el programa de salud pública conocido como “Obamacare”, al cual califican como “socialista”. Ignoran que todos los países capitalistas desarrollados tienen algún tipo de programa de salud de cobertura universal garantizado por el Estado...

Por ejemplo, el argumento en favor de proteger a la industria naciente de la competencia exterior (además de concederle subsidios) para posibilitar su desarrollo, no proviene de la Cepal o la teoría de la dependencia: es una idea concebida por el primer Secretario del Tesoro y uno de los padres fundadores de los Estados Unidos, Alexander Hamilton. Sus ideas sobre la materia están contenidas en un informe para el Congreso estadounidense titulado “Informe sobre las Manufacturas” de 1791 (como referencia, Carlos Marx aún no nacía). En su libro “¿Qué fue del Buen Samaritano?”, el economista sudcoreano Ha Joon Chang alega que todos los Estados que hoy son potencias industriales apelaron en algún momento a políticas proteccionistas.

Hasta entrado el siglo XX los programas de gobierno de la socialdemocracia europea propugnaban, no el Estado de Bienestar bajo una economía capitalista, sino la expropiación de las empresas industriales. El Estado de Bienestar fue una fórmula de transacción que aceptaron algunos partidos socialdemócratas cuando llegaron al gobierno sin mayoría parlamentaria, y se vieron precisados a negociar. Y comenzaron su construcción sobre los cimientos que habían colocado antes conservadores y liberales.

Los primeros programas públicos de salud y pensiones, por ejemplo, fueron creados en la Alemania de Otto Von Bismarck en la década de los ochenta del siglo XIX. Antes que responder a una concepción sobre la función social que debía asumir el Estado, se adoptaron como un medio para privar al Partido Socialdemócrata, fundado en 1863, de algunas de las banderas que le brindaban respaldo entre la clase trabajadora. La primera concepción formal de lo que hoy denominamos “Estado de Bienestar” es de 1942, y se la debemos a un correligionario de John Maynard Keynes en el Partido Liberal, William Beveridge (a diferencia de Margareth Tatcher, que pertenecía al Partido Conservador, y de Ronald Reagan, que utilizaba el término “liberal” como una crítica). No es casual que en ambos casos las iniciativas surgieran en entornos signados por la guerra, dado que uno de los propósitos de esas políticas era garantizar la lealtad al Estado de sus nacionales.

Es decir, el tipo de lealtades nacionales que la extrema derecha venera hasta la xenofobia y de las que, en general, socialistas y comunistas fueron históricamente críticos. Pero esa era una crítica que compartían con liberales como John Stuart Mill. Y, después de la Segunda Guerra Mundial, también con connotados conservadores, como Konrad Adenauer, quien no en vano publicaría un libro titulado “El Fin del Nacionalismo” (título que, por cierto, expresaba un deseo).

Por último, si hay algo que detestan profundamente los republicanos conservadores en los Estados Unidos es el programa de salud pública conocido como “Obamacare”, al cual califican como “socialista”. Ignoran que todos los países capitalistas desarrollados tienen algún tipo de programa de salud de cobertura universal garantizado por el Estado y que todas las ideas fuerza del Obamacare (v., la obligación ciudadana de contratar un seguro de salud, los subsidios públicos para quienes no puedan pagarlo y la obligación de las aseguradoras de no discriminar por condición previa), fueron originalmente ideas del gobernador republicano de Massachusetts, Mitt Romney.