Me atrevería a decir que ésta debe ser la era más dispersa de la humanidad. Nunca antes nuestro poder de concentración alcanzó ratios tan bajos. Una referencia serían las tasas de déficit atencional en Chile que, según un estudio realizado por un centro especializado en el tema, sería de 7% en la población escolar.
Sigamos. Sin duda, y gracias a la tecnología, también nos encontramos en la era de la movilidad donde está todo a un clic de distancia. Dice el bestseller Eckhart Tolle, que la base para ser feliz es “estar presente”, pero la movilidad actual potencia infinitamente todo lo contrario. Además de no contribuir a la felicidad ni al esfuerzo, menos a la concentración, nos convierte en seres en constante transición y comunicadamente incomunicados.
¿Qué esperamos entonces de un ser humano que nunca “está quieto”, recibe todo en movimiento, no necesita concentrarse en nada, no puede mirarte a los ojos mientras le hablas, no requiere realizar esfuerzos para obtener cosas y encuentra todo “masticado” y rápido?
Todo es reuniones de pasillo, dispersión, transitable, pendiente, virtual y a dos bandas (o tres), por lo tanto, es prescindible. Sabemos que nada hecho de esta manera puede tener valor ni trascendencia.
A todo ello, podríamos sumarle la dispersión y el facilismo, es decir, la ley del mínimo esfuerzo que se va generando por inercia. Nuestros hijos ya ni siquiera necesitan aprender a atarse los cordones de los zapatos… Pues vienen con velcro. ¿Qué esperamos entonces de un ser humano que nunca “está quieto”, recibe todo en movimiento, no necesita concentrarse en nada, no puede mirarte a los ojos mientras le hablas, no requiere realizar esfuerzos para obtener cosas y encuentra todo “masticado” y rápido?
Esto es a lo que se enfrentan hoy las marcas, las que debieran facilitarnos la vida, pero para hacérnosla más fácil y no para convertirnos en compradores sedentarios sin capacidad de pensamiento. Somos felices cuando estamos presentes, desarrollamos la capacidad de vivir el ahora, conseguimos las cosas con esfuerzo y sentimos que nuestras capacidades evolucionan. Somos felices aprendiendo, avanzando, experimentando y siendo alguien. Y al estar en todos lados al mismo tiempo es imposible serlo.
Por eso la pregunta para las marcas hoy es: ¿en qué creen ustedes?, ¿cuáles son sus valores? y ¿qué esperan de mí? Porque para mí seguir aprovechando ofertas, acumulando objetos e incrementando mis deudas, es rápido y fácil y puedo hacerlo desde mi dispositivo móvil, pero es pan para hoy y no es felicidad, menos para mañana… Les dejo el celular en su cancha.