Ni modo, es necesario. Mientras sigan existiendo voces que de manera religiosa -literal y figuradamente- sigan exponiendo sus ya muy trasnochados y repetidos juicios sobre una preferencia sexual distinta a la heterosexual, usando siempre por delante la palabra de Dios o de la naturaleza y que apunta siempre al rechazo; mientras haya lugares en el mundo donde no se garantice que ser homosexual no implicará la reducción de los derechos más básicos para cualquier ciudadano; mientras sepamos que ser homosexual no ha dejado de ser motivo para que se pierda la vida; mientras ser homosexual sea un tema incómodo, que muchos prefieran esconder en el clóset, ya sea propio o ajeno.
Mientras sigamos leyendo de casos de bullying en menores de edad que son acosados en su escuela por su, apenas consciente, orientación sexual; mientras leamos sobre casos de personas que son rechazadas en instituciones educativas o en empresas, porque no se acepta su nueva realidad, la que les da ser con el sexo distinto al que nacieron; mientras sea una constante lucha lograr el respeto para tener una vida plena, sin ser objeto de burlas, rechazo o agresiones; mientras todo eso siga siendo parte del cotidiano de una ciudad, de un país... o del mundo entero, es que el hablar de la homofobia seguirá necesitando espacios y sí, un día para centrar la atención en ella, tal como sucede con otras tantas causas.
Mientras haya homofobia este tema merecerá un día para hablar de él, para preguntarnos si somos una sociedad que ha crecido y dejado atrás sus miedos, su ignorancia y todos aquellos fantasmas que aparecen cuando frente a ella se tiene algo que por siglos ha tenido en el rechazo la más torpe de las posturas.
Avances ha habido muchos: el caso de la Ciudad de México, el más cercano, la respuesta de instituciones como el ISSSTE para registrar a parejas del mismo sexo como derechohabientes. El caso de Argentina, el de Brasil, que ya han legalizado los matrimonios homosexuales. El caso de Francia, que, pensaríamos, no tendría tanta oposición, “porque son primer mundo”. El caso de algunos territorios en Estados Unidos, donde también la posibilidad de formar legalmente una pareja es una realidad, y que podría estar en vías de ser una realidad nacional, pues Barack Obama hizo de este derecho, una de sus banderas en la carrera por su reelección.
Pero también está esa otra realidad, donde la homofobia se muestra en su forma más cruel, más vil; la que cuenta las muertes, la que cuenta las leyes que hacen de la homosexualidad un delito que amerita cárcel, castigo... y hasta muerte.
Mientras haya homofobia este tema merecerá un día para hablar de él, para preguntarnos si somos una sociedad que ha crecido y dejado atrás sus miedos, su ignorancia y todos aquellos fantasmas que aparecen cuando frente a ella se tiene algo que por siglos ha tenido en el rechazo la más torpe de las posturas.
*Esta columna fue publicada originalmente en Excelsior.com.mx.