Hoy nadie está a salvo de ser asaltado por la pregunta más provocadora e incendiaria de nuestros días: “y tú ¿por quién vas a votar?”. Parecería un sencillo cuestionamiento, pero contestarla requiere un esfuerzo sobrenatural de concentración y estrategia.
Cuando una persona quiere llevar la fiesta en paz, no tiene ganas de pelear o le da penita decir que votará por “x” o “y” candidato, responde con un “todavía no sé”, “no lo he decidido”, “es que está difícil”, tratando de esquivar la pregunta. Sin embargo, nadie está a salvo. Puede recibir un “yo estoy igual”, como señal de que acaban de firmar la pipa de la paz y, por consiguiente, como hermanos o guerreros de la misma causa, se sienten con la confianza de criticar a los candidatos libremente y sin remordimiento: “sí, caray, es que ni a cuál irle”, “es que está difícil, todos los políticos son iguales”, “pues yo creo que voy a votar por _____ (llene el espacio con el/la candidat@ de su preferencia) pero sólo porque es el menos peor, pero no creas que me convence mucho”.
Pero también están los convencidos moderados y los convencidos radicales. Los primeros son aquellos que brindan una serie de escenarios para hacer sentir al interlocutor como el viejo juego de: “¿a qué novio preferirías? ¿Al que tiene mucho dinero pero es drogadicto, al que es muy pobre pero buena gente, al guapísimo pero patán, al tierno pero teto y feo?”.
Estos son los que comienzan a decir: “¿pero es que tú quieres que se devalúe el peso, que salgan todas las inversiones del país, que México se convierta en Venezuela?”; “¿Pero quieres que regrese el autoritarismo a México? Seguro tú no te acuerdas de la crisis que venía viviendo el país, ¿verdad? Pero debemos evitar que eso vuelva a pasar en México”; “¿No te basta con todos los muertos que hemos tenido en el país y la violencia que se respira? Nos dijeron que este sería un gobierno de empleo y nada, ¿les vas a seguir creyendo?”; “Si votas por Gabriel Quadri sería como si votarás por Elba Esther Gordillo, ¿a poco vas a votar por él?”.
El taxista, la vecina, el familiar, el compadre, el cuñado, el colega, todos forman parte de esta Santa Inquisición donde la respuesta a la pregunta “¿Por quién vas a votar?” es la condena y casi nunca la salvación.
En este grupo están los promotores del voto útil. Aquellos que comentan que a su pesar van a votar por el candidato que esté en segundo lugar porque no quieren que llegue otro partido -frecuentemente refiriéndose al PRI-. Lo que hacen, pues, es sacrificar su voto por el bien del país, hecho heroico que estaría envidiando el mismísimo Juan de la Barrera, porque enredarse en la bandera queda como juego de niños.
Hay otros argumentos menos sofisticados pero igual de poderosos a decir de la gente que los esgrime: “Yo voy a votar por Obrador porque ya tuvieron su oportunidad el PRI y el PAN. Vamos a ver qué tal nos va con el PRD”; “Josefina es mujer, y las mujeres sí saben cómo llevar la economía de la casa, por eso llevará la del país”; “Peña es guapo pero además, más vale malo por conocido que bueno por conocer, con los otros nos ha ido muy mal”.
Los radicales, por su parte, parecen vendedores de tiempo compartido: intentan en todos los tonos convencer al “indeciso”. La presión es tan grande, que el interlocutor termina diciendo: “Ok, ok, me convenciste voy a votar por él/ella… y síiiiiii, yo maté al conejo, yo lo maté pero ya no más” o “Sí, tienes razón, él/ella es el mejor candidato, el que México espera y… síiii, quiero el tiempo compartido en la Isla de Clipperton, pero ya no insistas”. Es muy frecuente que este tipo de convencidos practican el bullying electoral cuando dicen: “¿Cómo que vas a votar por____ (otra vez, el amable lector puede poner el nombre de quien quiera)? ¿Estás loco? ¿Es que no amas a México? ¿No sabes lo que significaría para el país que ganara?”.
El taxista, la vecina, el familiar, el compadre, el cuñado, el colega, todos forman parte de esta Santa Inquisición donde la respuesta a la pregunta “¿Por quién vas a votar?” es la condena y casi nunca la salvación. Por eso, cuando alguien se acerque y haga esa pregunta, se recomienda ir con quien más confianza tenga. Seguramente esta persona dirá que el voto es libre, secreto y que cualquiera vota por quien quiera. Aunque al final de su conversación es altamente probable que pregunte: “Pero acá entre nos, tú ¿por quién vas a votar?”.
*Esta columna fue publicada originalmente en Excelsior.com.mx.