La frase se ha convertido en un dicho cotidiano del discurso de Felipe Calderón: “Queremos más becarios y menos sicarios”.

Acaso nos acostumbramos tanto a la rudeza de la muerte como noticia, negocio y profesión, que no reparamos en el drama social que envuelve este juego de palabras.

Si bien la cobertura en la enseñanza media superior subió de 50 a 67% de 2006 a la fecha, 33% los mexicanos en edad de cursarla siguen fuera de las aulas.

A nivel universitario, en el mismo lapso, hay un incremento de 24 a 32% en la matrícula. De modo que el resto de la población buscaría incorporarse al trabajo.

Cálculos de ONG señalan que la cifra de los que podríamos llamar sicarios es de entre 30 mil y 40 mil adolescentes y jóvenes.

Las cifras muestran una tendencia ascendente en el acceso a una educación que hace la diferencia entre el desarrollo y el rezago, tanto individual como social.

Y sin embargo, la deserción escolar temprana persiste. Lilián Hernández revelaba en Excélsior que cada día dos mil 650 adolescentes abandonan la secundaria. El saldo anual es alarmante: 530 mil bajas en el ciclo final de la educación básica.

El diagnóstico oficial asume que, por razones económicas, millones de estudiantes no pueden seguirlo siendo. Y, si nos atenemos a la ecuación de Calderón, miles de ellos corren el peligro de ser reclutados por la delincuencia como gatilleros a sueldo.

Cálculos de ONG señalan que la cifra de los que podríamos llamar sicarios es de entre 30 mil y 40 mil adolescentes y jóvenes.

Aunque la retórica gubernamental tiende a exagerar, la realidad se impone. Y la declaración presidencial confirma lo conocido: si los muchachos dejan la escuela, sus riesgos frente a la violencia criminal aumentan.

Porque si en tiempos de paz, los protagonistas de la deserción escolar pueden ser vagos o empleados, cuando la guerra contra el narco aprieta, se agrega la opción del sicariato.

¿Es posible evitar ese camino? De acuerdo con la explicación presidencial, su gobierno lucha “para ganarle la carrera al crimen, la carrera de las oportunidades”.

Así lo planteó al reconocer, este 14 de febrero, que la vulnerabilidad de los jóvenes ante las organizaciones delincuenciales aumenta con la falta de espacios laborales y educativos.

Acuñada en el arranque de su último año de gobierno, la disyuntiva de becarios o sicarios es una expresión que resume el tono de la estrategia de cierre sexenal.

Es un giro discursivo que a su vez busca darle un giro al quehacer presidencial, acentuando el componente social de la política de seguridad.

En este tránsito advertimos, por supuesto, un propósito electoral, a concluir pronto, cuando la veda legal inhiba la promoción de las acciones gubernamentales.

A ese fin responde el activismo de Calderón, con la entrega de hospitales, la supervisión de obras y la asignación de un millón de becas de mil pesos bimestrales para alumnos de escasos recursos de bachillerato y licenciatura.

Hay un segundo propósito de mayor alcance en este plan de cierre sexenal: abrirle una ruta de salida a la política de seguridad, bajo el reconocimiento de que “reconstruir el tejido social es más importante, incluso que combatir al crimen organizado”.

En sintonía con los críticos de la estrategia armada anticrimen, Calderón admite ahora que “no basta combatir a los criminales como estamos haciendo con toda determinación”.

Se requiere, reconoce, “otra cosa todavía más importante: reconstruir el tejido social”. Lo dice casi todos los días, en el intento de desmilitarizar su cierre sexenal.

El giro le abre paso al sucesor o sucesora para seguir una política anticrimen que, en los hechos y en los dichos, estaría migrando a una oferta social: “queremos más becarios y menos sicarios”.

Trátese de un deseo, un propósito o sólo un reiterado eslogan, el señalamiento en voz del presidente retrata la encrucijada de nuestros jóvenes y la dimensión de un desafío, el de la gobernabilidad.

Frente a esa generación amenazada, ninguno de los candidatos ha propuesto nada que importe. Se están tardando.

*Esta columna fue publicada originalmente en Excelsior.com.mx.