¿Están preparados los mexicanos para ser gobernados por una mujer?

El 55% responde que sí. Y 70% considera que llevar las riendas del país no es cuestión de género.

Estas mediciones de Ulises Beltrán estarían documentando que la mayoría de la población cree que la máxima representación popular no puede ser una tarea privativa de los varones.

Y 65% califica de excelente el cambio protagonizado a nivel mundial por mujeres gobernantes.

¿De verdad puede llegar una mujer a Los Pinos? La pregunta transpira machismo y confirma la todavía pendiente equidad.

Mientras 43% piensa que da lo mismo si el poder ejecutivo recae en un hombre o en una mujer; 41% manifiesta que sería mejor contar con una presidenta.

La expectativa a favor de un cambio de género se incrementa entre las mujeres mayores de 30 años y crece todavía más entre las clases populares.

Independientemente de la condición social, hay consenso en los mexicanos en torno al deseo de igualdad en las altas tareas de gobierno.

Pero la suspicacia se atrinchera en los corrillos políticos.

Porque el hecho inédito de que exista una candidata postulada por un partido con posibilidades de ganar la contienda, arrastra la sombra de la discriminación en el susurro que a modo de interrogante invade el juego de probabilidades: ¿De verdad puede llegar una mujer a Los Pinos?

La pregunta transpira machismo y confirma la todavía pendiente equidad. Porque si ésta fuera tal, nadie estaría cuchicheando que las primeras en darle la espalda a Josefina Vázquez Mota serán las mujeres, en abono a ese lugar común de que somos nuestras peores enemigas.

Porque aun cuando pretendamos afirmar que el género no importa, su presencia en la contienda ha puesto en alerta a los contendientes varones, enfáticos este 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, en la importancia electoral de la población femenina.

El priista Enrique Peña Nieto lo dijo sin atajos: “No es una competencia de género, es una competencia de proyectos. Mi interés es ganarme el respaldo mayoritario de la sociedad y muy particularmente de las mujeres, para quienes tendré proyecto y propuesta específica, y un compromiso que habré de asumir como candidato. Y déjenme adelantar algo más: estoy cifrando mi esperanza de triunfo en las mujeres de México”.

Un día antes, en el Auditorio Nacional, con motivo de la efeméride, Josefina buscó atajar las suspicacias: “Lo que acabo de vivir hace apenas unas semanas, derribó el mito aquel de que una mujer no apoya a otra mujer. Ese mito en Acción Nacional no existe”.

La apuesta de la panista es que la apertura que hubo en su partido se extenderá en la población en general. Y en previsión de lo que vendrá ha comenzado a vacunarse contra la misoginia: “Ya me lo decía la ex presidenta Michelle Bachelet, si logras llegar a tu meta, prepárate… Te van a preguntar si tu marido es un héroe porque vive contigo, aunque nunca le preguntarían a un político si su esposa es una heroína porque vive con él”.

Y Andrés Manuel López Obrador, al grito de “las quiero amorosamente”, firmó el Pacto por la igualdad, con la promesa de impulsar derechos plenos para las mujeres en el plano laboral y reconocer el valor del trabajo en la casa.

Seamos sinceros: la incertidumbre carcome tanto a los panistas que optaron por la candidata como a la gente de Peña Nieto y López Obrador. Y convierte el tema de género en prioridad de todos. Pero sólo en la campaña y en las urnas sabremos qué tanto pesó o no.

Mientras tanto, la resistencia a la equidad se traduce en la exacerbación de la pregunta de si estamos dispuestos a tener una comandante en jefe de las Fuerzas Armadas, una duda que marcará el ambiente las próximas 16 semanas.

En condiciones de auténtica igualdad, la disyuntiva debería centrarse en si el primero de julio los mexicanos votarán por la continuidad panista o por el cambio priista o perredista.

Sin embargo, en el debate de las posibilidades suena ya la tramposa pretensión de sustituir las posturas antigubernamentales por la intriga de que la sociedad no está lista para una alternancia de género.

Y aun cuando los ciudadanos creen y avanzan en el ejercicio cotidiano de la equidad, el machismo persiste en las élites del poder. Ahí, el Club de Tobi despliega sus barricadas.

*Esta columna fue publicada originalmente en Excelsior.com.mx.