La política mexicana está tan llena de casos vergonzosos que quienes nos dedicamos a informar sobre ella, observarla y analizarla frecuentemente caemos en el escepticismo extremo: nada vale la pena en ella, no hay hombres de Estado, la única idea que mueve a los políticos es la ventaja personal, etcétera.
Vea los casos más recientes: legisladores que, luego de una breve tregua sexenal, regresan al viejo juego de vetos que hace casi imposibles los acuerdos que beneficien a la ciudadanía; gobernadores que amasan grandes fortunas, probablemente en connivencia con el crimen organizado, al punto de que son capaces de comprar mansiones en el extranjero y hasta una isla; descoordinación de autoridades federales y estatales que llega al grado de perder el cadáver de uno de los principales capos del narcotráfico…
Es verdad, hay mucho que lamentar y condenar en la política mexicana. Sin duda hay mucho material para burlarse del funcionamiento de nuestras instituciones. Pero mal haríamos en no contrastar esas fallas y actos de cinismo con aquello que sí sirve, con los ejemplos de entereza personal y de planes que cumplen sus objetivos.
Estamos a 52 días del cambio de administración en el Distrito Federal y en estos momentos el jefe de Gobierno electo, Miguel Ángel Mancera, debe estar afinando la lista de los funcionarios que lo acompañarán en esa tarea. Aunque nadie es indispensable en la vida, hay situaciones en que la continuidad en las tareas es lo más deseable. Para mí, ese es el caso de Mondragón y Kalb.
Uno de esos ejemplos es la policía de la Ciudad de México.
Soy parte de una generación en la que se incubó el desprecio por la labor del policía capitalino. A la generación anterior probablemente le infundía temor, pero para la mía era sinónimo de corrupción y ya.
¿Cómo olvidar la podredumbre que dejó Arturo El Negro Durazo Moreno, último hombre que duró un sexenio completo (1976-1982) al frente de la institución, entonces llamada Dirección General de Policía y Tránsito?
Entre los 61 hombres que han ocupado el cargo, desde que la policía capitalina fue creada por el dictador Porfirio Díaz en 1904 (han durado en funciones un promedio de 1,7 años), es difícil que vengan a la memoria nombres honorables.
La participación de la Asamblea del Distrito Federal en las tareas de gobierno y la transición política en la capital comenzaron a generar cambios en la policía a partir de 1997.
Sin embargo, nada parecido al ritmo de transformación que ha tenido la institución desde julio de 2008, cuando se hizo cargo de ella el doctor Manuel Mondragón y Kalb.
El actual secretario de Seguridad Pública del Distrito Federal es un funcionario sui géneris.
Pocos hombres logran compactar tantas actividades diversas en los 77 años de vida que tiene.
Médico cirujano graduado por la UNAM, Mondragón y Kalb jugó futbol americano con los Pumas y fue uno de los primeros karatekas cinta negra en México. Se especializó en reumatología y puso un consultorio en el Pedregal que resultó muy exitoso.
Entró en la política de manera fortuita. Fue una de las víctimas de la represión del Movimiento Médico de 1965 -ordenada por el presidente Gustavo Díaz Ordaz-, pues fue echado por los granaderos del Hospital 20 de Noviembre, donde laboraba, y corrido de su empleo.
Sin trabajo, ingresó en la Armada de México, donde llegaría a comandar una compañía de fuerzas especiales y alcanzaría el grado de contralmirante en el Servicio de Sanidad Naval.
En 1981, el presidente José López Portillo designó a Mondragón y Kalb titular del Instituto Nacional del Deporte. Antes, en ese mismo sexenio, había sido instructor de karate de la policía del DF.
La vida lo ligó desde hace muchos años a Marcelo Ebrard. Fue amigo de su padre y es uno de los principales consejeros del actual jefe de Gobierno capitalino. Cuando éste se convirtió en secretario de Seguridad Pública del Distrito Federal, en 2002, designó a Mondragón y Kalb subsecretario de Participación Ciudadana.
Leal a su jefe, a quien le lleva 24 años de edad, renunció al cargo cuando Ebrard fue destituido por el presidente Vicente Fox a raíz del linchamiento de dos agentes de la Policía Federal Preventiva en Tláhuac en 2004.
Regresó a la administración capitalina al lado de Ebrard. Ya convertido éste en jefe de gobierno, fue designado secretario de Salud. En esa función le tocó poner en marcha en 2007 la ley que despenalizaba la interrupción del embarazo en la capital del país.
También fue promotor del alcoholímetro y de la ley antitabaco.
En julio de 2008, Mondragón y Kalb sustituyó a Joel Ortega Cuevas como secretario de Seguridad Pública, como parte de los cambios que hizo Ebrard a raíz de la tragedia en la discoteca New’s Divine, donde fallecieron doce jóvenes.
En ese cargo, Mondragón y Kalb ha promovido la transformación de la policía capitalina, con la creación de un sistema de Cuadrantes que descentraliza las responsabilidades y la ejecución de tareas de seguridad pública a nivel de barrio, y acerca a los ciudadanos con los agentes a cargo de su protección.
El año pasado, Ebrard convocó a Mondragón y Kalb y al entonces procurador capitalino Miguel Ángel Mancera para conocer los avances en materia de seguridad pública del inicio del sexenio a la fecha.
Los números eran negativos, según me relató el propio secretario de Seguridad Pública en una entrevista realizada la semana pasada y que difundirán a partir de mañana Excélsior y la televisora hermana Cadenatres.
En un año se revirtieron las cifras de los delitos de alto impacto, como acaba de dar a conocer Mondragón y Kalb, gracias a la reorganización de la policía en 865 Cuadrantes, el uso de cámaras de vigilancia del Programa Bicentenario y un sistema de ascensos y estímulos para los agentes de la SSP-DF.
¿La seguridad pública en la capital es completa? No, porque hay delitos como el robo a casa habitación que han ido en ascenso (un familiar cercano fue víctima de ese delito la semana pasada) y el nivel de violencia en la comisión de robos a transeúntes y en trasporte público también va al alza.
Siempre se pueden encontrar historias terribles -como el triple asesinato en un departamento de la Colonia del Valle, en junio pasado-, pero sería mezquino afirmar que no ha habido una mejoría sustancial en muchos otros rubros de la seguridad pública de los capitalinos en este sexenio.
Estamos a 52 días del cambio de administración en el Distrito Federal y en estos momentos el jefe de Gobierno electo, Miguel Ángel Mancera, debe estar afinando la lista de los funcionarios que lo acompañarán en esa tarea. Aunque nadie es indispensable en la vida, hay situaciones en que la continuidad en las tareas es lo más deseable. Para mí, ese es el caso de Mondragón y Kalb.
Hombre de izquierda, como él mismo se define, el secretario de Seguridad Pública es también alguien que no deja que las preferencias políticas enturbien su tarea. Un ejemplo de ello es su postura sobre las crecientes agresiones que sufren los granaderos capitalinos a manos de los manifestantes de izquierda, cosa, que me dice en la entrevista, ya lo tiene harto.
Y así como una de las labores del periodismo es señalar las fallas de funcionarios e instituciones, el escepticismo que genera la política del país no debe llevarnos a pasar por alto el deber de hablar de lo bien hecho.
Por cierto, debemos cuidarnos del escepticismo extremo, porque, como bien muestran los comunicólogos estadunidenses Joseph Cappella y Kathleen Jamieson en su obra clásica Spiral of cynicism. The press and the public good, la repetición constante, sin equilibrios, de los males y fracasos de la política tiene efectos negativos en las democracias modernas.
La labor de Mondragón y Kalb al frente de la SSP-DF -con todo y los pendientes, que él mismo reconoce y le han señalado diversos especialistas- debe alcanzar el reconocimiento social.
Sin embargo, si el próximo jefe de Gobierno y/o el próximo presidente de la República piensan que vale la pena un cambio al frente de la policía capitalina, estoy seguro de que Mondragón y Kalb experimentará un éxito que pocos políticos llegan a conocer: entrar por la puerta chica y salir por la puerta grande.
*Esta columna fue publicada originalmente en Excelsior.com.mx.