Digamos que queremos saber si las personas pobres que viven en barrios marginales han visto mejoras en sus condiciones de vida en los últimos 15 años. Esto debiera ser bastante simple, ¿verdad? Un punto de partida obvio es analizar los cambios experimentados por los habitantes de estos barrios en los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM). Por ejemplo, ¿los residentes de barrios marginales han visto aumentar sus ingresos lo suficiente como para salir de la pobreza (ODM1)? ¿O actualmente más personas tienen acceso a un suministro regular de agua potable, servicios básicos de saneamiento y vivienda decente que hace 15 años (ODM7)?

A decir verdad, hay una serie de limitaciones para responder a estas preguntas: lo que se define como un barrio marginal es cuestionado; los indicadores usados son frecuentemente inexactos o incompletos, y en muchos países en desarrollo simplemente no existen datos básicos sobre los barrios marginales. En una serie de posts del blog Development Progress, expertos discuten algunos de los problemas con los datos existentes y sugieren formas de mejorarlos en el marco de la Agenda Post-2015.

Contar con mejores datos en sí no resolverá los problemas que enfrentan las personas pobres viviendo en contextos urbanos, y aquellas desigualdades fundamentales que están detrás de la invisibilidad de los habitantes de los barrios marginales a los que Sheela Patel tan elocuentemente se refiere en su colaboración. Pero si las estadísticas pueden apoyar la acción local, entonces, mejores datos pueden ayudar a dar un paso en la dirección correcta.

Se cuestiona lo que se define como barrio marginal. Los intentos de definir el término “barrio marginal” están sujetos a debate. Un Habitat define un hogar  de barrio marginal como aquel que carece de uno o más de los siguientes indicadores: una estructura durable de vivienda; acceso a agua potable; acceso a servicios de saneamiento mejorado; espacio suficiente para vivir; y tenencia segura de la vivienda. Pero, como Alan Gilbert argumenta, el concepto de barrio marginal es relativo, depende de los ingresos y las circunstancias nacionales. Además, “lo que consideramos una vivienda decente hoy puede ser considerado un barrio marginal en el futuro”.

Los indicadores son frecuentemente inexactos o incompletos en contextos urbanos. David Satterthwaite y Sheela Patel destacan el hecho de que las mediciones de pobreza por ingresos, como la línea de pobreza de US$1,25 por día usada en el ODM1, no miden la pobreza con precisión cuando se aplican en contextos urbanos. Los costos en los centros urbanos grandes pueden ser muy altos, por lo que las mediciones de pobreza a nivel nacional tienden a subestimar la pobreza urbana.

La manera en que se mide comúnmente el acceso a servicios  no tiene en cuenta las necesidades urbanas. Por ejemplo, mientras los indicadores del ODM Meta 7c establecen una mejora en el acceso a agua, tanto Satterhwaite como Gilbert señalan que no se incluyen detalles del costo, la calidad o la regularidad del suministro de esa agua.  

La información sobre la calidad de la vivienda es a menudo considerada incompleta. Es difícil de precisar  qué viviendas cumplen con los estándares básicos como contar con un espacio suficiente por persona, el uso de materiales de construcción permanentes, estar localizada en un sitio seguro (donde no hay riesgo de inundaciones o desalojo), además de acceso a agua potable, saneamiento y recolección de residuos. Alan Gilbert cuestiona la idea de que es posible tener una medición de un estándar mínimo para la vivienda en todo el mundo.  Después de todo, la calidad de la vivienda es un tema subjetivo y relativo; lo que las personas aceptan como razonable varía radicalmente entre países.

Por último, Gora Mboup nos recuerda que las variables ambientales y de infraestructura incluidas la planificación urbana y la disponibilidad de espacios públicos, son importantes para la calidad de vida urbana pero a menudo se omiten.

Los datos básicos de los habitantes de barrios marginales no están disponibles frecuentemente. Como David Satterthwaite señala, los datos sobre las necesidades de los habitantes de barrios marginales a menudo se obtienen de las encuestas nacionales de hogares (por ejemplo, Encuestas Demográficas y de Salud o Estudios de Medición del Nivel de Vida) que son incapaces de entregar una imagen detallada de las necesidades locales. Por ejemplo, estas encuestas proveen información sobre qué porcentaje de la población carece de acceso a agua potable, pero no logran identificar los centros urbanos deficientes, mucho menos precisar qué viviendas son las más necesitadas.

Del mismo modo, Judy Baker nos informa que en muchas ciudades de países en desarrollo, la información geo-referenciada sobre la ubicación y las características de los barrios marginales, y otros datos indispensables para la planificación y gestión urbana -por ejemplo, oferta de viviendas, servicios de transporte, zonas de inundación y precios de las tierras- simplemente no existen.

Mientras que la falta de recursos y capacidades contribuyen a la naturaleza limitada de los datos sobre las necesidades de los habitantes de los barrios marginales, Sheela Patel nos llama la atención sobre las relaciones de poder que sustentan esta falta de información. En otras palabras “mientras la informalidad vuelva invisible a la población de los barrios marginales, los datos serán sesgados y se retrasará la inversión para hacer frente a sus necesidades”.

Mejorar los indicadores para captar la pobreza urbana. David Satterthwaite sugiere que la recolección de datos por las propias personas pobres entregaría un reflejo más preciso sobre sus condiciones de vida y abordaría algunas de las imprecisiones de la medición mencionadas anteriormente. Esto es más fácil de alcanzar en lugares donde hay organizaciones representativas formadas por aquellos que viven en estos asentamientos informales.

Los colaboradores también sugirieron algunas alternativas para mejorar las mediciones usadas para monitorear el progreso de la meta 7d sobre las condiciones de vida de los habitantes de barrios marginales. Alan Gilbert argumenta, provocativamente, que los intentos de usar medidas internacionales de vivienda decente deben suprimirse debido a su dificultad para ser medida consistentemente en todo el mundo, y que los esfuerzos requeridos para proveer información  fiable sobre esos indicadores de una forma regular son muy costosos (más allá de la capacidad de la mayoría de los gobiernos del mundo, sobre todo de aquellos más pobres). Propone en cambio concentrarse en asuntos relacionados con la vivienda como agua y saneamiento, que son más fáciles de medir (aunque se podrían hacer mejoras para agregar aspectos como la calidad y los costos) y, sin duda, más fundamentales para una vida decente.

Tomando un punto de vista diferente, Eduardo Rojas sugiere que la meta 7d sobre “vivienda” debe ser ampliada para cubrir no sólo los barrios marginales sino que también la demanda insatisfecha de vivienda.  Argumenta que la concentración en la primera ha llevado a los gobiernos a centrarse casi exclusivamente en la mejora de los barrios marginales más que en la disponibilidad de una vivienda asequible, que es fundamental para prevenir la expansión de los barrios marginales.

Otros colaboradores exploran iniciativas que buscan mejorar la forma en que es medida la calidad de vida urbana. Judy Baker sugiere que la iniciativa sobre Indicadores para la Ciudad Global ha hecho grandes avances en la inclusión de una amplia gama de indicadores sobre desafíos urbanos, mientras que Gora Mboup cita la Encuesta sobre Desigualdades Urbanas como un ejemplo de los esfuerzos por integrar los avances en temas medioambientales y de infraestructura, que son a menudo omitidos, con información económica y social.

Mejorar los datos disponibles sobre las zonas marginales. Con el fin de mejorar la disponibilidad de datos desagregados sobre barrios marginales, Judy Baker sugiere que necesitamos una inversión importante en sistemas de información a nivel de la ciudad y el uso de datos abiertos para sustentar la planificación y gestión urbana, y asegurar la transparencia y la rendición de cuentas. Se trataría de un esfuerzo conjunto de los donantes, las organizaciones no gubernamentales, la comunidad científica y el sector privado.

David Satterthwaite nos recuerda que se podría hacer mucho más con los datos existentes. Los Censos por ejemplo, contienen una riqueza de información que podría ser aprovechada por los municipios para obtener una visión más detallada de las necesidades locales.

Contar con mejores datos en sí no resolverá los problemas que enfrentan las personas pobres viviendo en contextos urbanos, y aquellas desigualdades fundamentales que están detrás de la invisibilidad de los habitantes de los barrios marginales a los que Sheela Patel tan elocuentemente se refiere en su colaboración. Pero si las estadísticas pueden apoyar la acción local, entonces, mejores datos pueden ayudar a dar un paso en la dirección correcta.