Luego de un proceso no exento de peculiaridades, el licenciado Jorge de León Duque fue electo Procurador de los Derechos Humanos por un período de cinco años. A mi juicio es un reto para el cual el nuevo funcionario de conciencia está preparado, además de poseer un par de características propias favorecedoras, tanto en el aspecto personal como el profesional, y por ello quiero pensar en una tarea exitosa.

La primera de ellas es el aspecto puramente familiar. Su padre, el licenciado Ramiro de León Carpio, ejerció ese mismo cargo de manera valiente y correcta, lo cual provocó la ira del delincuente Jorge Serrano Elías cuando este decidió ser la estrella de uno de los absurdos mayores de nuestra historia: el autogolpe de 1993.

De León Duque no es un simple elemento dinástico, como podrían pensar algunos. Su llegada debe ser vista como un reto aún mayor, porque no puede borrar con acciones injustificables o negativas el buen nombre dejado por su padre cuando ejerció ese mismo cargo. La posibilidad de un fracaso, por razones imputables a él, no a factores externos, de alguna manera afectaría la memoria de su padre, como ocurrió con el mencionado Serrano Elías y el buen recuerdo de su distinguido padre, Jorge Adán Serrano. Buen cuidado deberá tener el nuevo juez de conciencia de Guatemala en no actuar de manera precipitada ni en beneficio de sector alguno. Eso esperan los guatemaltecos y la comunidad internacional de un Ombudsman.

De León Duque no es un simple elemento dinástico, como podrían pensar algunos. Su llegada debe ser vista como un reto aún mayor, porque no puede borrar con acciones injustificables o negativas el buen nombre dejado por su padre cuando ejerció ese mismo cargo.

Se ha mencionado la juventud de Jorge Eduardo de León Duque como un factor de posibles efectos negativos. Yo pienso lo contrario, porque los jóvenes de Guatemala han sabido a lo largo de la historia realizar acciones de gran valor. Un ejemplo lo constituye el Congreso del gobierno del sexenio 1945-1951, presidido por el doctor Juan José Arévalo.

Al analizar las acciones de los jóvenes revolucionarios de esa época, se puede estar en desacuerdo con ellos en algunos casos, pero no se puede negar el entusiasmo empleado para cumplir con sus obligaciones políticas, ideológicas e históricas. Julio Estrada de la Hoz presidió el Congreso cuando tenía solo 25 años, si la memoria no me falla. E hizo un papel muy digno de aplauso.

La juventud del nuevo Procurador de los Derechos Humanos es también un factor positivo en el campo político, porque no tiene un largo historial con luces y sombras. De hecho, se le puede seguir una pista con facilidad, porque la ruta recorrida es corta y también la puede mostrar sin temor a problemas. En ese caso se parece también a su padre, quien al iniciar su carrera política era en realidad poco conocido en ese complicado mundo. Esa juventud le permitirá trabajar con entusiasmo e ilusión, dos factores cuya existencia no se puede exigir en todos los casos, pero cuya presencia es un factor positivo de incalculables beneficios posibles. El reto es difícil, sin duda alguna, pero no imposible de cumplir de la forma como la población espera.

El nuevo Procurador logró el voto de 148 diputados, lo cual indica apoyo de gente de todos los partidos, con excepción del Unionista, cuyo único representante prefirió no estar para no quedar en mayor ridículo. El PDH es un delegado del Congreso; por tanto, es un puesto político -no partidista-. De León Duque debe buscar pronto el espacio para demostrar su independencia de todos los partidos y de quienes comentaron favorablemente su candidatura. Desde mi perspectiva, tanto dentro del país como en la comunidad internacional, este cambio se ve con buenos ojos. Puede fallar, por supuesto, pero no veo por qué no se le permite empezar a trabajar antes de señalar y criticar. La PDH es un logro histórico y merece ser mantenido y afianzado.

*Esta columna fue publicada originalmente en PrensaLibre.com.