¿Por qué el gobierno ruso subestimó la respuesta de la OTAN ante su invasión de Ucrania y, en particular, la magnitud de las sanciones que los países de la OTAN habrían de aplicar en su contra? Sabemos que el gobierno ruso subestimó la magnitud de las sanciones que se le aplicarían en caso de invadir Ucrania, por información como la siguiente. Antes de la invasión, Rusia tenía reservas internacionales que equivalían a unos US$ 650.000 millones, de las cuales unos US$ 300.000 millones estaban depositados en entidades financieras de países occidentales. Es decir, Rusia tenía depositadas cerca de la mitad de sus reservas internacionales en entidades financieras que las incautaron tras la invasión de Ucrania en aplicación de las sanciones. De haber previsto esa posibilidad, el gobierno ruso habría puesto esas reservas a buen recaudo antes de lanzar la invasión.

Hay un argumento en relaciones internacionales que contribuye a responder a nuestra pregunta inicial. De un lado, existe consenso en esa disciplina respecto al hecho de que la interdependencia económica eleva el costo de oportunidad de usar la fuerza (es decir, eleva el valor de la mejor alternativa posible a la que se renuncia para usar la fuerza), haciendo menos probable ese uso. En otras palabras, el único costo en el que incurren al iniciar una guerra países cuyas economías no mantienen interdependencia alguna, es el costo de combatir. Entre países interdependientes, en cambio, al costo de combatir habría que sumar los beneficios que se perderían en caso de que, como producto de la guerra, se reduzca o desaparezca la interdependencia económica.

El argumento que critica la perspectiva antes esbozada, según la cual la interdependencia económica hace menos probable el empleo de la fuerza entre Estados, sostiene que esa perspectiva se basa únicamente en la relación bilateral entre ellos, pero ignora el contexto sistémico en el que se produce esa relación. Ese argumento no niega que el costo adicional que implicaría el uso de la fuerza entre dos Estados económicamente interdependientes, llamémoslos A y B, haga menos probable una guerra entre A y B. Pero, ¿qué pasaría si el Estado A es aliado del Estado C y el Estado B amenaza al Estado C? La interdependencia económica entre A y B haría menos probable que el Estado A intervenga para prevenir acciones hostiles del Estado B contra el Estado C.

Algunos autores creen que ese sería el mecanismo a través del cual la interdependencia económica contribuyó al inicio de la Primera Guerra Mundial. Según ese argumento, el Reino Unido habría dudado en honrar los compromisos de seguridad que mantenía con Francia y Rusia antes de la guerra porque ello hubiera implicado enfrentar a su segundo socio comercial, Alemania.

Podría argumentarse que Putin suponía que, para no perder los beneficios de la interdependencia económica, Alemania o el Reino Unido no aplicarían sanciones significativas contra Rusia y sus ciudadanos en caso de invadir Ucrania. Un precedente en la propia Ucrania inducía a creer eso: el de las sanciones contra Rusia tras su ocupación y anexión de Crimea en 2014. Según una investigación de Anders Åslund y Maria Snegovaya, de haberse aplicado de modo consistente y persistente, las sanciones aprobadas contra Rusia en 2014 le habrían costado dos puntos y medio del PIB por año. Pero, en retrospectiva, sabemos que esas sanciones no se aplicaron de modo consistente ni perduraron en el tiempo. De haberlo hecho, por ejemplo, el Reino Unido no habría requerido adoptar nuevas sanciones contra los denominados “oligarcas” rusos tras la invasión de 2022.

Además del precedente de Crimea, las señales que gobiernos como el alemán enviaron a su par ruso hasta la víspera misma de que invadiera Ucrania, tampoco sugerían que estuviesen dispuestos a aplicar sanciones de gran calado. En la siguiente columna explicaremos por qué ese habría sido el caso.