… Pero ello no justifica el accionar militar del general Galtieri, Presidente de facto de Argentina, quien intentó hace 30 años la recuperación armada de las islas Malvinas. Por el contrario, debe ser condenado. No era un acto patriótico. Su decisión buscaba ganar popularidad para una dictadura oprobiosa, que junto con instalar el neoliberalismo hizo desaparecer y asesinar a 30.000 argentinos. Su comportamiento aventurero e irresponsable llevó a la muerte a 649 jóvenes argentinos, que sin preparación ni pertrechos, fueron conducidos a una guerra perdida de antemano. Sirvió, sin embargo, para que recuperara prestigio la primer ministra británica, Margaret Thatcher, la que vivía su más difícil momento social y político, como consecuencia de su obcecado ataque al Estado de Bienestar. El costo humano para Gran Bretaña también fue elevado, aunque nunca se ha oficializado la información de soldados muertos. En uno y otro bando los dolores de la guerra lo sufrieron, como siempre, jóvenes inocentes y sus familiares.
La disputa entre Argentina y Gran Bretaña por Las Malvinas tiene una larga historia. Arranca en 1833, alcanzando su momento más dramático con la guerra absurda de 1982. En días recientes, se han renovado las tensiones entre ambos países como consecuencia del renovado cuestionamiento argentino al colonialismo de Gran Bretaña y a la inusitada presencia militar de este país en el territorio insular.
En el pasado, la invasión colonial de las Malvinas por el imperio británico obedeció a la posición geoestratégica de las islas. Cercanas al estrecho de Magallanes y tránsito obligado hacia el cabo de Buena Esperanza, en el siglo XIX, ante la inexistencia del canal de Panamá, facilitaban la comunicación con la India, la península de Indochina y lo que es hoy día Indonesia, territorios colonizados, que alimentaban con materias primas la industria inglesa. Con ese propósito, en enero de 1833 la marinería británica expulsó a los gauchos argentinos asentados en esos territorios y se apropió de las islas. Hay que destacar que Las Malvinas se encuentran a sólo 700 kilómetros del territorio argentino y a miles de kilómetros de Gran Bretaña.
En la actualidad es otra la importancia de las islas. En efecto, existen indicaciones manifiestas que la región contiene considerables reservas petroleras. En un mundo hambriento de energía, la presencia colonialista británica no será fácil de desafiar. Baste remitirse al accionar de los Estados Unidos en Irak y Afganistán. Sin embargo, la Presidenta argentina ha actuado con prudencia, optando por el camino pacífico y el multilateralismo para recuperar el derecho a las islas Malvinas. Así las cosas, la estrategia apunta a concitar una solidaridad internacional suficientemente poderosa para presionar una salida definitiva de los ingleses y también impedir la explotación de sus recursos naturales.
América Latina deberá cerrar filas junto a Argentina para acumular fuerzas y terminar con la presencia colonial británica en el Atlántico Sur. Las Malvinas son argentinas, pero su recuperación es tarea que compete a todo nuestro continente.
El camino multilateral es apropiado. Las acciones británicas de los últimos años de explorar petróleo y militarizar la zona desafían la resolución de controversias de Naciones Unidas, la OEA e incluso los compromisos bilaterales. En efecto, uno de los últimos acuerdos entre Gran Bretaña y Argentina fue el celebrado en 1999 en el que se requiere que todo navío que transite entre el territorio continental argentino y las islas o atraviese aguas jurisdiccionales cuente con autorización previa. También contempla medidas que sancionan aquellas empresas que exploren o exploten recursos de hidrocarburos sin permisos argentinos. Sin embargo, los ingleses han vulnerado completamente estos acuerdos. Hace pocos días el Reino Unido envió un submarino nuclear a la zona, el que se unía al destructor “HMS Dauntless”, el más moderno de su marina. Por tanto esa presencia militar vulnera los compromisos de 1999, pero además, según lo denunció el canciller argentino Héctor Timerman en Naciones Unidas, viola el Tratado para la Proscripción de Armas Nucleares en América Latina y El Caribe (Tlatelolco 1967). En consecuencia, resulta sorprendente la afirmación del primer ministro inglés, David Cameron, que son los argentinos los que tienen una actitud colonialista en la zona.
Por otra parte, desde hace ya varias décadas que Gran Bretaña muestra interés en el petróleo de las Islas Malvinas. En 1975 llevó a cabo estudios preliminares y luego en el presente siglo las prospecciones demostraron un potencial significativo. A mediados del 2011 la empresa británica Rockhopper Exploration realizó con éxito las primeras pruebas de extracción en Las Malvinas, explotación que empezará a operar a partir de 2016.
En suma, la soberanía de Las Malvinas ha ingresado en la agenda del gobierno de la presidenta Fernández. Hoy, de una manera totalmente distinta a la que intentó la dictadura genocida. Porque la realidad es otra. Argentina se encuentra en democracia, con un gobierno de amplio respaldo popular, defensor de los derechos humanos, y con una presidenta que ha declarado que los conflictos internacionales se deben resolver pacíficamente. América Latina deberá cerrar filas junto a Argentina para acumular fuerzas y terminar con la presencia colonial británica en el Atlántico Sur. Las Malvinas son argentinas, pero su recuperación es tarea que compete a todo nuestro continente.