Es natural sentirse bien cuando un gobierno y un presidente obtienen los resultados positivos logrados por Otto Pérez Molina y su régimen en una encuesta de opinión pública a los seis meses de haber comenzado a regir al país. Sin embargo, constituyen un peligro porque pueden provocar dos actitudes: una, la decisión de trabajar sin buscar consensos, sin informar, sin meditar acerca de los resultados. Por ello la actitud más efectiva debe ser comparar esas cifras con los resultados de las encuestas oficiales y prepararse para hacer lo mismo cuando sean realizadas otras mediciones de opinión al final del primer año de gobierno. Será entonces cuando deberá comenzar a preocuparse y a decidir cambios si los resultados son negativos.
En un país con tendencia al caudillismo, como el nuestro, la figura del presidente de la República adquiere una importancia mayor a la obtenida en las democracias asentadas. Se tiende a ver a quien se le ha dado el voto favorable como un sabelotodo y en especial “puedelotodo”. Tomando tal realidad en cuenta, parece estar siendo efectiva la decisión presidencial de tener una sobreexposición mediática. Eso ayudó a la permanencia de un apoyo mayoritario en algunos valores positivos, como por ejemplo inspirar confianza porque está cumpliendo promesas de campaña, y lograrlo en el sector mayoritario de la población, las personas comprendidas entre 18 y 45 años, quienes no conocieron o no recuerdan los gobiernos autoritarios.
Los resultados acerca de seguridad, esperanza porque el país va a mejorar y muchos otros, si bien han disminuido, aún siguen siendo mayoritarios. Es esta otra fuente de posibles errores futuros, porque las cifras positivas disminuirán si cambia la percepción popular acerca del presidente, como persona y como gobernante. Ya uno de cada tres guatemaltecos encuestados se expresa negativamente del gobierno. Por aparte, la aceptación de la labor de Otto Pérez Molina llega a 74%; el de Roxana Baldetti, 67%; Mauricio López Bonilla, 61%, y Alejandro Sinibaldi, 60%. Son los cuatro personajes individuales con una mayor percepción popular de importancia dentro de la estructura del gobierno patriotista, cuya unidad ya parece tener grietas.
Señalar el peligro de exagerar el entusiasmo por los números positivos no constituye una actitud negativa de rechazo o de crítica injustificada. Por el contrario, en mi criterio es una actitud no solo necesaria para el buen funcionamiento del régimen, con lo cual se logra mejorar al país.
Señalar el peligro de exagerar el entusiasmo por los números positivos no constituye una actitud negativa de rechazo o de crítica injustificada. Por el contrario, en mi criterio es una actitud no solo necesaria para el buen funcionamiento del régimen, con lo cual se logra mejorar al país. Al lado de esas cifras positivas va el incremento de los problemas económicos como fuente de crítica para el gobierno, factor electoral fundamental en otros países y de importancia creciente en las sociedades donde elegir democráticamente a los gobernantes no necesariamente significa lograr desarrollo ni beneficios económicos para todos los niveles de la población, algunos de ellos en situaciones ya preocupantes, inexplicables e insostenibles en muchos casos.
La encuesta también comprueba la predecible actitud de los ciudadanos al respecto del aumento del número de diputados y de las tan controversiales posibilidades de los cambios a la Constitución. Son los dos temas políticos más importantes en este momento, y para ello la opinión popular reflejada en este tipo de mediciones se convierte en un auxiliar eficaz para tomar decisiones. Algunos temas del trabajo hoy comentado serán motivo de comentarios adicionales, y por el momento es necesario verlo como una contribución a reducir el nivel de confrontación y complejidad de la situación política, y en el caso de las reformas constitucionales, a analizar si vale la pena mantener la actual posición o mejor admitir la evidencia, y cambiarla.
*Esta columna fue publicada originalmente en PrensaLibre.com.