Si en lugar de caer en poder de Al Qaeda, el norte de Mali hubiera caído en manos de los separatistas Tuareg, ¿le habría importado a los medios de comunicación occidentales lo que allí ocurre? No pierda tiempo hurgando en su mente: es una pregunta retórica. Si no lo fuera, las cinco millones de muertes producidas durante la guerra en el Congo habrían inundado su pantalla. Probablemente también se habría enterado del golpe de Estado que se produjo en Mali en marzo de 2012 en Mali, el cual dio inicio a la ofensiva de Al Qaeda y grupos afines.
Pero frente a la sospecha de etnocentrismo en la cobertura de medio como CNN o la BBC, podría argumentarse que es legítimo que la presencia de Al Qaeda concite el interés mediático que jamás suscitará el separatismo Tuareg en Mali, dado que la primera es una red transnacional que amenaza la seguridad global, mientras que la segunda es una insurgencia local. Más aun, la mayoría de víctimas de Al Qaeda son civiles musulmanes en países de bajos ingresos, no ciudadanos de potencias occidentales.
Si en lugar de caer en poder de Al Qaeda, el norte de Mali hubiera caído en manos de los separatistas Tuareg, ¿le habría importado a los medios de comunicación occidentales lo que allí ocurre?
Sería un argumento atendible, de no ser porque esos mismos medios rara vez ponen de relieve la contribución que las potencias occidentales y sus empresas han hecho a las huestes de Al Qaeda en las últimas décadas. Según estimación de Al Jazeera, Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI) habría obtenido más de US$250 millones por concepto de rescates. La virtual totalidad de los secuestrados eran ciudadanos de potencias occidentales, y el rescate por su liberación fue pagado por sus gobiernos o por las empresas para las que trabajaban: estas últimas, conscientes del riesgo que supone para su personal trabajar en zonas en las que opera AQMI, contratan para ellos seguros contra secuestros.
Con ese dinero AQMI compra, entre otras cosas, armas. Y en los últimos tiempos la principal fuente de armas en el mercado negro del norte de África ha sido Libia. A su vez, parte de esas armas provienen de milicias que, durante la guerra civil en Libia, fueron pertrechadas por el gobierno de Nicolás Sarkozy. En otras palabras, algunas entre las armas que podrían abatir soldados franceses en Mali son de fabricación francesa, y fueron donadas por el gobierno de Francia.
Por lo anterior no hay forma de saber con certeza si el secuestro masivo ocurrido en Argelia, tenía como motivación fundamental la intervención francesa en Mali o el rescate que los secuestradores podrían obtener a cambio de la liberar a los rehenes. Pero el cobro de un rescate habría sido posible sólo si los captores hubieran conseguido internarse en el desierto con sus víctimas, como era su intención original. Al quedar atrapados con ellas en instalaciones rodeadas por el ejército argelino, el desenlace era más o menos previsible: al igual que su par ruso en casos como el de la escuela de Beslán o el Teatro de Moscú, el gobierno argelino tiene como política oficial evitar establecer un precedente que pudiera incitar secuestros ulteriores con el fin de usar a los rehenes como medio de negociación. Lo cual planteaba un auténtico dilema a los Estados de los cuales eran ciudadanos los secuestrados, porque bajo esa política la prioridad no era rescatarlos con vida (como hubieran deseado), sino reafirmar el principio de que jamás deben hacerse concesiones bajo chantaje a organizaciones terroristas (con el cual en teoría estaban de acuerdo).
Lo que sí sabemos es que el autor intelectual del secuestro, Mojtar Belmojtar, fue uno de los voluntarios que confluyeron en Afganistán para combatir al régimen comunista instaurado por la Unión Soviética tras su retiro de ese país. La mayoría de ellos, a diferencia de Belmojtar, llegaron años antes para combatir a las propias fuerzas de ocupación soviéticas. Lo cual les valió tanto la asistencia técnica y material de los Estados Unidos, como la distinción de que el presidente Reagan los calificara como “Luchadores por la Libertad”. Entre esos paladines de la libertad se encontraba un tal Osama Bin Laden, así como un sujeto que responde al nombre de Ayman Al Zawahiri.