A poco más de dos meses de haberse declarado la pandemia mundial por COVID 19 el rol de la mujer es indiscutido. No sólo por concentrar más del 70% del personal médico y servicios sanitarios, primera línea de esta pandemia, sino por haber visibilizado los múltiples roles que las mujeres cumplen en el hogar, que no son remunerados y que han subvencionado a la economía mundial en favor de los servicios públicos y privados por siglos.

Pero esta crisis sanitaria ha relevado también la importancia del liderazgo femenino en el ámbito político. No es una coincidencia que aquellos países cuyos Jefes de Estado y de Gobierno son mujeres estén a la vanguardia en el mejor manejo de la implementación de políticas públicas destinadas a contener los efectos de propagación de esta pandemia.

Pero el lado negativo de este protagonismo femenin, nos duele, y es que siendo las mujeres el 49% de la población mundial y el 51% en Chile, muchas han tenido que encerrarse con sus agresores, situación que ha generado un alarmante aumento de la violencia de género, siendo las niñas y las mujeres las primeras víctimas. Lo anterior no sólo releva, una vez más, la vulnerabilidad femenina, sino también la mayor afectación en el ámbito de la salud mental, física y emocional de ellas.

Lo cierto es que esta dramática situación es histórica, pero con el COVID 19 se ha visibilizado no sólo la yuxtaposición de roles que ejercen las mujeres, los riesgos biológicos del trabajo en el área de salud, sino también la agudización de patrones de sociedad (violencia doméstica, intrafamiliar), sin dejar de mencionar la importante pérdida de ingresos por la situación de confinamiento forzado. Esto último porque la mujer, laboralmente hablando, concentra la mayoría de los trabajos informales, estando desprotegida de seguros de salud, cesantía y otros.

Otro aspecto que se hace necesario considerar, es que con la implementación de las cuarentenas alrededor del mundo, hemos visto que las mujeres han perdido también sus redes de apoyo; la madre, la abuela, la amiga, la vecina, todas las cuales juegan un importante rol de contención y apoyo social.

Hoy es urgente plantearse una simple pregunta: ¿cómo están las mujeres a dos meses de declararse la pandemia? Creo que cada lector(a) de esta columna tiene una respuesta válida. Sí, me parece necesario afirmar que hoy es menos relevante la noticia que muestra el liderazgo femenino en el mundo, que la disposición que como sociedad tengamos de reflexionar, acoger y validar los requerimientos del mundo femenino, que no son una prerrogativa exclusiva de las mujeres. Una de las particularidades del mundo femenino, entre muchas, es escuchar con empatía, pues lo hacemos de manera integrativa, es decir, incorporamos al otro, y desde ahí somos capaces de tejer una nueva propuesta. No es casualidad que el discurso inclusivo, que tiene en su interior el cuidado del otro, haya sido la herramienta clave en los buenos resultados que exhiben países como Noruega, Dinamarca, Islandia, Nueva Zelanda, Alemania y Taiwán; todos ellos bajo el liderazgo femenino durante esta pandemia.

Esta crisis sanitaria mundial ha demostrado el relevante rol que cumplen las mujeres en la sociedad y ha validado, una vez más, la importancia de implementar políticas con enfoque de género. Las cuarentenas a través del mundo han visibilizado la necesidad de que cada organización implemente medidas tendientes a lograr la igualdad de género y a promover una conciliación entre la vida laboral, familiar y personal.

En Chile, el Ministerio de la Mujer y de Equidad de Género ha lanzado la campaña “Mascarilla 19”, que busca alertar a la comunidad si una niña o mujer están sufriendo violencia intrafamiliar. Deberían adoptarse de manera transversal otras iniciativas que no son nuevas, pero que son relevantes en el contexto actual de teletrabajo, como la norma chilena 3262 de 2012 sobre igualdad de género, que busca promover y apoyar la conciliación de la vida laboral, familiar y personal.

Aunque esta última se trata de una norma de cumplimiento voluntario, este año, que celebramos el aniversario 25° de la Declaración de Beijing y su Plan de Acción, Chile podría renovar su compromiso internacional, relevando además el Objetivo n° 5 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Agenda 2030, para empoderar a niñas y mujeres. Nuestro país podría convertir esta norma como una prioridad de política exterior y difundirla como un elemento fundamental en la reconstrucción del Chile postpandemia.

Todo indica que la gestión de esta crisis sanitaria mundial tiene la impronta del liderazgo femenino. Es por esto que siendo un desafío su manejo en el ámbito sanitario, político, económico y social, es también una oportunidad para examinar las desigualdades y los roles sociales que hoy cumplen mujeres y hombres. A dos meses del inicio de esta pandemia, se necesita un nuevo compromiso con la igualdad de género, a través de una mayor presencia femenina en la toma de decisiones para abrir el mundo y reconfigurar la sociedad postpandemia. Lo anterior es un imperativo moral y de bienestar socioeconómico para el país que anhelamos; uno que conjugue una mayor dosis de igualdad, cooperación y resiliencia, y donde el centro esté en el ser humano, a través de sus niñas, niños, mujeres y hombres.