Mucho se ha proyectado respecto a qué va a suceder con los espacios de trabajo luego de que pase la pandemia Covid-19, pues, inevitablemente, las oficinas experimentarán cambios, tendiendo a bajar en superficie al igual que en la densidad de ocupación. Ello, producto del teletrabajo que obligó a implementar el coronavirus en muchos sectores e industrias, y al distanciamiento de dos metros recomendado para disminuir los riesgos de contagio. Pero las proyecciones no sólo quedan en el espacio en cuanto a su ocupación, incluso se habla de los materiales a utilizar en las oficinas y sus facultades antimicrobianas o antivirales.

Más allá de lo acertadas que pudieran ser o no las proyecciones, lo cierto es que, en efecto, esta contingencia mundial ha demostrado que, con la tecnología existente hoy, es posible desarrollar un trabajo de múltiples maneras y que los resultados pueden lograrse, en ciertas áreas laborales, aun sin tener presencia física en las oficinas. Esto, sin dudas, nos lleva a revisar cuál será el rol que debiese cumplir el espacio laboral en el futuro. ¿Será acaso sólo para reuniones?, ¿o para colaboraciones específicas? Incluso viendo más allá, ¿serán necesarias las reuniones presenciales? Si estos eventos se pueden desarrollar remotamente como lo hemos hecho en estos días, ¿será realmente necesario un espacio de oficina?

Si tenemos que responder a estas interrogantes en este momento, es probable que muchos respondamos que sí, necesitamos el espacio dedicado al trabajo y requerimos de salas de reuniones y de colaboración.

Lo cierto es que hace un buen tiempo los espacios de trabajo han venido optimizándose con formatos del tipo “Agile”, en donde el footprint (espacio utilizado) es cada vez menor y más enfocado al desarrollo de una mecánica específica de trabajo (o producción) de cada empresa, y donde ya no hay un puesto de trabajo asignado a cada colaborador, sino un escritorio libre, donde aquel que tiene que ir, lo puede usar indistintamente.

Ahora, las condiciones específicas que nos han forzado en este caso particular a teletrabajar, distan de ser óptimas, toda vez que nuestros hogares raramente cumplen con las necesidades lumínicas, climáticas y ergonómicas que entregan los espacios de trabajo.

Dicho esto, también hay que tomar en cuenta las consideraciones del tipo emocional, en donde el contacto con el otro nos aporta como humanos a sentirnos parte de, ser sociables resulta fundamental para el correcto ejercicio de nuestras funciones. Por otra parte, está el equilibrio entre el trabajo y el tiempo personal o en familia que, necesariamente, debe estar correctamente dividido, el traslado entre un lugar y el otro sirve como tamiz para desprendernos emocionalmente de un estado (el estrés del trabajo) y pasar al otro (la calma del hogar), para que podamos lograr el descanso mental que nos permitirá funcionar óptimamente al día siguiente.

Es en este sentido donde se hacen fundamentales dos servicios: el workplace strategy  o estrategias de espacios de trabajo, que revisan y estudian el mejor modo de ocupar las oficinas que realmente requerimos; y, el change management o gerenciamiento del cambio, que apoya a la empresa a introducir los cambios organizacionales y maneras de ocuparlas.

En conclusión, el lugar de trabajo luego de la pandemia ciertamente sufrirá cambios, pero no necesariamente tan violentos como algunos vaticinan. Quizás migraremos de un modo más acelerado a optimizar nuestro espacio y haremos un uso más efectivo de las tecnologías con las que hoy contamos, pero no por eso lo dejaremos del todo por el trabajo a distancia. A modo de ejemplo, quizás las oficinas aumenten el índice de ocupación del espacio y establezcan “rutas o sentido” del tránsito para no cruzarse unos con otros, en algunos casos probablemente se apliquen algunos elementos al mobiliario existente y migrando a una tecnología “touchless” para puertas y accesos, para resguardar a los colaboradores de la transmisión de enfermedades. Otro ejemplo sería la ocupación de los espacios de trabajo por turno, disminuyendo la cantidad de gente que habita la oficina al mismo tiempo, todo apoyado de tecnologías de comunicaciones cada vez más poderosas y con mayores prestaciones.

Ciertamente establecer una nueva estrategia de ocupación del espacio deberá tomar en consideración la naturaleza particular de cada espacio y de cada empresa y cómo éstas se entrelazan, entendiendo además que probablemente, la “nueva normalidad” sólo sea temporal.