La crisis sanitaria de 2020 representó a la economía un shock negativo sobre la oferta. Esto tuvo efectos pronunciados en el empleo dada la necesidad de confinamiento. Al interrumpirse el flujo de producción, los ingresos disminuyeron y, en muchos casos, se interrumpieron abruptamente. Las consecuencias en familias y empresas fueron enormes.

De acuerdo al reciente informe de la CEPAL sobre coyuntura laboral en América Latina y el Caribe, si bien se activaron las políticas de ingresos como estabilizadores automáticos (seguros de desempleo, ampliación de cobertura y la inyección de recursos fiscales a gran escala, entre otras), la alta incidencia de la informalidad y la ausencia de seguros de desempleo en varios países de la región hicieron más compleja la tarea de diseño e implementación de estos programas de soporte económico para grupos vulnerables.

La evolución del PIB y del empleo muestra que el impacto más fuerte de la pandemia sobre los mercados laborales se registró durante el segundo trimestre de 2020. Así, la tasa de ocupación regional disminuyó, en promedio, del 57,4% en 2019 al 51,7% en 2020, lo que implica que aproximadamente 25,8 millones de personas dejaron de estar ocupadas durante ese año. Mientras que la tasa de desocupación alcanzó 10,5%.

Economías con distorsiones y desbalances previos, como el caso argentino, se enfrentaron a mayores costos económicos. La financiación de los programas de asistencia y subsidios fueron a través de emisión monetaria, lo cual plantea desafíos en términos de inflación -más aun en una economía con un proceso inflacionario previo-.

Si bien los indicadores laborales por sexo muestran una recuperación, esta es dispar entre hombres y mujeres durante los primeros meses de 2021: De 14 países de la región, la tasa de participación de las mujeres en el segundo trimestre de 2021 fue del 49,1%, es decir, 3 puntos porcentuales por debajo de la del mismo trimestre de 2019 (52,1%), mientras que la tasa de participación de los hombres alcanzaba un 71,8%, una cifra 2,4 puntos porcentuales por debajo de la del mismo período en 2019 (74,2%).

Las mayores dificultades para una reinserción laboral exitosa en el caso de las mujeres se deben, posiblemente, debido a su mayor participación en sectores que aún no se recuperan plenamente, como el trabajo doméstico remunerado y el empleo en sectores de servicios y comercio. A su vez, la reincorporación a la fuerza laboral a un menor ritmo se establece en un contexto en el que muchas de las actividades escolares y de cuidado aún no han vuelto totalmente a la presencialidad.

Por otro lado, se ha visto que los sectores que necesitaban desplazamientos o más contacto estrecho entre personas -como construcción, comercio y aquellos asociados al turismo, hotelería y restaurantes- fueron muy afectados y su recuperación ha sido dispar en los primeros meses de 2021. En contraposición, las actividades asociadas a mayor informalidad son las que muestran mayor recuperación: Los trabajadores por cuenta propia tuvieron un mayor ritmo de recuperación, seguramente por la necesidad de generar ingresos. Concretamente, en el segundo trimestre de 2021, el trabajo asalariado muestra un incremento interanual del 8,9%, mientras que el empleo por cuenta propia registra un aumento del 22,8%.

Con respecto a los salarios, se evidenciaron disminuciones principalmente en Argentina y, en menor medida, en el Brasil, el Perú y el Uruguay. De acuerdo a Maurizio (2021), la reducción en sus ingresos reales del orden del 6,6% entre el primer y el segundo trimestre de 2020 en la Argentina y Costa Rica, del 5,4% en México y del 1% en el Brasil.

Si bien la recuperación económica prevé un crecimiento económico del 5,9% para el promedio de América Latina y el Caribe, no será suficiente para recuperar el nivel del producto ni el nivel del empleo registrados en 2019. Ciertamente, la dinámica del crecimiento estará sujeta a las incertidumbres derivadas de los avances desiguales en los procesos de vacunación y la capacidad de los países para revertir los problemas estructurales detrás de la baja trayectoria de crecimiento que ya exhibían antes de la pandemia.

En mayo de 2020, se observaba que las políticas de ingreso como subsidios a los salarios apoyaban a 50 millones de trabajadores en los países de la Organización de Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE), diez veces más que durante la crisis financiera mundial de 2009. Argentina, Brasil y Paraguay implementaron esta medida con diferentes formatos y coberturas, destacándose opciones que van desde un subsidio directo a la retención de asalariados (Paraguay), hasta una combinación que incluía dicho subsidio y exenciones al pago de la seguridad social (Argentina y Brasil).

Finalmente, el informe de la CEPAL argumenta que las políticas de empleo para enfrentar el impacto de la pandemia en América Latina y el Caribe siguieron la misma secuencia que en los países más avanzados: mientras que durante el período de confinamiento y aumento de contagios en 2020 predominaron las políticas de mantenimiento del vínculo laboral, en 2021 cobraron mayor importancia aquellas orientadas a incentivar las nuevas contrataciones.

En este contexto, la Universidad Austral (Argentina), desde el IAE Business School, lanzó el proyecto Productividad Inclusiva que sugiere, particularmente, la necesidad de políticas que no solo se enfoquen en el crecimiento de la producción, sino en generar una mayor inclusión del trabajo en el proceso productivo y una mayor capacitación de los factores. Y, en efecto, una mayor capacitación laboral genera mayores oportunidades de empleo, más aún frente a la Revolución 4.0.

*Columna elaborada junto a Martín Calaveira, economista investigador de IAE Business School de la Universidad Austral