Las empresas siempre se han enfrentado a crisis. Pero la naturaleza de éstas sigue cambiando, aumentando su ritmo y complejidad. La crisis financiera mundial de 2008-2009 reflejó las dificultades de las compañías para evaluar el riesgo crediticio y financiero y se ha avanzado en la recapitalización y la reforma normativa, pero han seguido apareciendo nuevos riesgos y crisis. El abanico de amenazas sigue extendiéndose más allá del enfoque tradicional del riesgo financiero, de crédito y de liquidez.

La naturaleza y las circunstancias exactas de las nuevas crisis son imposibles de predecir. Como ejemplo obvio, pocos pronosticadores tenían una pandemia global en su lista de riesgos principales para 2020. Pero eso no significa que no se pueda hacer nada para prepararse para la próxima crisis. Todo lo contrario. La gestión eficaz del riesgo consiste en estar preparado, no en tratar de predecir. En una época de hipercambio, las empresas necesitan una nueva mentalidad de riesgo y un conjunto ampliado de herramientas y habilidades.

El escenario que enfrenta hoy el mundo de los negocios requiere una combinación de tres elementos. Primero, una sólida base de data. No basta con tener acceso a buenos datos; también es esencial poder organizarlos, acceder a ellos y analizarlos para obtener información útil. Y en el caso de la función de riesgos, ésta debe centrarse cada vez más en las áreas del negocio que más importan. No se puede intentar proteger todas las dimensiones al mismo nivel. En segundo lugar, las funciones de riesgo necesitan saber lo que ocurre en tiempo real y estar bien conectadas con el negocio para pasar a la acción rápidamente. Tercero, debe haber un conocimiento del entorno macroeconómico. Todo está interconectado, lo que significa que los acontecimientos que tienen lugar en lugares remotos pueden tener importantes implicaciones para las empresas que hacen negocios en diferentes mercados.

La preparación es fundamental, pero cada vez es más importante ser capaz de responder y evolucionar rápidamente cuando surgen las amenazas. Para ser eficaz en este mundo tan interconectado, se necesita un cambio y rápido. Hay tres primeros pasos clave para prepararse para el próximo conjunto de retos que surgen. Primero, es necesario simplificar y automatizar las actividades básicas. Muchas funciones de riesgo no han aprovechado herramientas como la automatización del procesamiento robótico (RPA) y la analítica, que no sólo hacen que las operaciones sean más eficientes, sino que liberan el tiempo del profesional de riesgos para que sea menos reactivo a los problemas cotidianos y se centre en los riesgos que más importan. De esa forma, cuando llegue la próxima crisis, la organización estará mejor preparada para afrontar y responder al reto en lugar de reaccionar.

Así también, es fundamental incorporar nuevas competencias. La gestión de riesgos es cada vez más digital y se basa en los datos. Por ello, se necesitan colaboradores con conocimientos en áreas que van desde la ciencia de los datos hasta la visualización y la modelización avanzada. Los empleados que combinan estas habilidades con una fuerte orientación y concienciación sobre el riesgo pueden mejorar significativamente la preparación general de la organización y proporcionar la información necesaria cuando aparecen los problemas.

Finalmente, es necesario afinar el enfoque del riesgo. La gestión eficaz comienza con la definición de los factores que están bajo el control de la función de riesgos y la designación de los activos que deben protegerse. Dentro de esta esfera de control, el equipo de riesgos puede aprovechar las herramientas modernas, como los datos y los análisis, y puede colaborar más estrechamente con las unidades de negocio y con otras funciones corporativas para hacer frente a las amenazas reales.

Aunque la tecnología y las nuevas habilidades son esenciales, la nueva mentalidad de riesgo requiere algo más: estar preparados para el cambio continuo que nos ha dejado la pandemia.