Con crisis múltiples que afrontar (algunas de su propia creación), podemos suponer que, cuando menos en el futuro inmediato, la política exterior no será una prioridad para el gobierno de Pedro Castillo. Eso es también lo que sugiere la información disponible: ni el plan de gobierno “Perú al Bicentenario sin Corrupción” ni su discurso de asunción del mando presidencial tuvieron una sección dedicada a la política exterior.

Por eso es de interés el discurso del nuevo canciller, Héctor Béjar, en la ceremonia de asunción del cargo. De basarse la política exterior en lo expresado en ese discurso, podríamos decir que, en lo esencial, prevalecerá la continuidad. Pero también existen omisiones que sugieren cambios respecto al gobierno anterior y compromisos que contradicen las posiciones expresadas por dirigentes de Perú Libre, como el propio Premier Guido Bellido.    

En cuanto a los elementos de continuidad, el discurso coincide con las prioridades expresadas históricamente por la cancillería peruana. En tanto país de ingresos medios con una posición periférica en el sistema internacional, Perú privilegia el multilateralismo como medio para defender sus intereses dentro de él. Es decir, carente del poderío necesario para hacer valer siempre sus intereses por cuenta propia, busca actuar en el marco del derecho y las instituciones internacionales para protegerlos en forma conjunta con otros países que ocupan una posición similar en el sistema internacional, en particular los de América Latina. En cuanto a esto último, el discurso reivindica explícitamente tanto la Alianza del Pacífico como la Comunidad Andina de Naciones (CAN), pero hace un par de atingencias que no fueron comunes en el pasado inmediato: pese a que la Alianza del Pacífico representa una economía bastante mayor que la CAN, el discurso recuerda que Perú exporta a esta última una suma equivalente a la que exporta hacia la Alianza del Pacífico y que la CAN es el principal mercado regional para nuestras exportaciones con valor agregado.

En cuanto a las omisiones, aunque el discurso reivindica de manera explícita la Carta Democrática Interamericana (CDI) y los compromisos internacionales que asumió el Estado peruano en materia de derechos humanos, no hace mención alguna del Grupo de Lima. En declaraciones posteriores, el nuevo canciller sugirió que esa omisión se debe a un cambio de estrategia, no de objetivo: dada la absoluta inoperancia del Grupo de Lima (el calificativo es mío), el nuevo gobierno coordinaría posiciones con el Grupo de Contacto Internacional (liderado por la Unión Europea), el cual propicia una salida negociada entre gobierno y oposición en Venezuela. Aunque, a diferencia de Estados Unidos, el Grupo de Contacto Internacional no apela a sanciones como un medio de presión sobre la dictadura de Maduro, podría coordinar con la Administración Biden el levantamiento progresivo de las sanciones estadounidenses de producirse una genuina transición democrática en Venezuela.

Por último, la reivindicación explícita de la Carta Democrática Interamericana y la posibilidad de participar del Grupo de Contacto Internacional marcan una diferencia con la solidaridad incondicional expresada por dirigentes de Perú Libre (incluyendo el Premier Bellido), con regímenes como el cubano o el venezolano. También marcan un contraste tanto con algunos dirigentes de Perú Libre como con grupos conservadores representados en el Congreso (como Fuerza Popular y Renovación Popular), las posiciones expresadas por el canciller Béjar en torno a la agenda de género. Específicamente, el compromiso expresado con la promoción de la igualdad de género, los derechos sexuales y reproductivos contemplados en la Agenda de El Cairo y los denominados Principios de Yogyakarta, adoptado por un panel de especialistas en legislación internacional sobre derechos humanos en torno a su aplicación en temas de orientación sexual e identidad de género.

Paradójicamente, estos últimos son temas en contra de los cuales podrían unirse congresistas del partido del presidente con sus pares de fuerzas que contemplan como posibilidad la vacancia presidencial.