Mucho hay escrito en relación al chupete. Cientos de especialistas y miles de padres toman posturas a favor o en contra de su uso, abordando sus luces y sus sombras. No es el objetivo de esta columna aportar en esa añeja discusión, sino más bien analizar el uso del chupete desde otro punto de vista, el de la gestión.

Cuando un niño pequeño llora, uno de los elementos más utilizados para tranquilizarlo es sin duda el chupete. Hay múltiples estudios que lo avalan y suficiente aceptación social acerca de su utilización, pero su uso es reconocido como algo temporal, y luego de un período de utilidad es necesario quitarle al niño el chupete. Es en ese momento en que reaparecen condiciones de la situación original y se siente que el chupete no ha solucionado mucho sino más bien, ha retrasado esa situación o en el mejor de los casos la ha cambiado por otra muy similar. 

Es por ello que observando las organizaciones y empresas exitosas en la aplicación de herramientas he notado que una de sus principales características es la capacidad de cuestionar y cuestionarse que ellas logran desarrollar. Manteniendo la analogía con el uso del chupete, deberíamos preguntarnos ¿por qué llora el niño?, ¿un chupete será la solución?

Lo paradójico de esta realidad es que el niño nunca pidió usar el chupete, nosotros se lo ofrecimos (incluso muchas veces se lo impusimos), y una vez que lo aceptó y lo incorporó dentro de sus herramientas. Ahora se lo queremos quitar, y si no es fácil este proceso, culpamos al niño.

Desde mi visión particular considero que muchas veces como líderes o colaboradores aceptamos y utilizamos herramientas tipo chupete, que en un principio son de utilidad y de las que luego nos quejamos y nos queremos deshacer a cualquier costo. Creo también que este mecanismo muchas veces se extiende con nuestros clientes y proveedores.

Cuando hablo de herramientas me refiero a procesos, metodologías, esquema de toma de decisiones, respuestas a ciertos comportamientos, y muchas buenas prácticas con las cuales somos bombardeados por expertos y gurúes.

Para poder evitar caer en este tipo de situaciones considero importante trabajar sobre nuestra visión del mundo, despejando ciertos supuestos mediante los cuales realizamos inferencias y tomamos decisiones, entre ellas:

*Las herramientas no son útiles en sí mismas, dependen del contexto en que las apliquemos (cultura de la organización, equipo de trabajo, la situación a resolver, etc.)

*Lo que se pide es lo que se necesita.

Si a esto agregamos el apego que se genera al aplicar herramientas muchos comportamientos se traducen en círculos viciosos que no es fácil cortar. Es por ello que observando las organizaciones y empresas exitosas en la aplicación de herramientas he notado que una de sus principales características es la capacidad de cuestionar y cuestionarse que ellas logran desarrollar. Manteniendo la analogía con el uso del chupete, deberíamos preguntarnos ¿por qué llora el niño?, ¿un chupete será la solución?