Hace años aprendí: no es correcto calificar a algo como falto de lógica. Todas las formas de pensamiento lo tienen, pero en unas cosas la manera de pensar parte de bases equivocadas, incompletas o contraproducentes. La política no es excepción. Por ejemplo: cuando se pensó en la necesidad de facilitar la creación de partidos políticos, no se pensó en un resultado lógico distinto, como fue en la realidad. Los partidos proliferaron, los secretarios generales se convirtieron en los caciques, de hecho fue antidemocrático el resultado.
En el caso de los cambios a la Constitución y a la Ley de Partidos Políticos, es menester tener muy en cuenta cuáles pueden ser los resultados contraproducentes de aplicar una lógica simplista u optimista, no realista.
En este momento, hay dos lógicas enfrentadas. Según la primera, los cambios constitucionales deben ser realizados primero, para de esa manera facilitar o hacer obligatorios, de hecho, aquellos referentes a la Ley Electoral y de Partidos Políticos. Ese mismo pensamiento solidifica tal criterio en la creación de distritos electorales, lo cual estaría incluido en los cambios a la Carta Magna. Sin embargo, no toma un resultado igualmente lógico, las acciones reacias a modificar la Ley Electoral luego de cambios constitucionales distintos a los consensuados o a los presentados incluso por el mismo gobierno. Ya hay un precedente: las reformas a la Constitución luego de los acuerdos de paz. Fracasaron porque fueron aumentadas por el Congreso.
Son innumerables los criterios lógicos. Según otro, los cambios constitucionales no necesitan mucho análisis porque su necesidad es evidente. Pero este se enfrenta a la idea de ser indispensable meditarlo, consensuarlo y aprobarlo sin tenerlo encerrado en el corral de un tiempo decidido, por decirlo así, “a dedo”.
El otro andamiaje lógico parte de bases distintas y por ello insiste en la necesidad de cambiar primero la ley de partidos, no solo porque puede ser una prueba de cómo actuará el Congreso cuando entre a conocer las propuestas constitucionales sugeridas por el gobierno, tomando o no en cuenta a los demás sectores sociales. En teoría, la responsabilidad y la complicación de cambios a una ley ordinaria son menores, mientras aquellos relacionados con la Carta Magna son mucho más complicados porque se trata de la ley de leyes del país. Al ponerse de acuerdo en la lógica del pensamiento, se pueden entender mejor las posibles complicaciones derivadas de los cambios, y como es sabido, comprender un problema es llegar a la mitad de la solución.
Creo conveniente mencionar otros criterios lógicos, a mi juicio contraproducentes. Me refiero a la idea de crear partidos distritales con el fin de aumentar la representatividad, o de obligar a una participación igualitaria de mujeres o del sector indígena. En esos casos, la otra lógica señala un resultado contraproducente porque en este momento no existe la suficiente cantidad de personas pertenecientes a dichos grupos y además interesadas en participar políticamente. El resultado es predecible: la obligada escogencia de alguien porque es mujer, porque es indígena o porque es ambas cosas. Se repetirá el resultado actual: los candidatos son escogidos a dedo, no por sus cualidades ni por su capacidad, sino por cualquier otra razón.
Son innumerables los criterios lógicos. Según otro, los cambios constitucionales no necesitan mucho análisis porque su necesidad es evidente. Pero este se enfrenta a la idea de ser indispensable meditarlo, consensuarlo y aprobarlo sin tenerlo encerrado en el corral de un tiempo decidido, por decirlo así, “a dedo”. Y para finalizar, deseo señalar un pensamiento lógico en referencia a la Constitución, según el cual esta, al no haber sido desarrollada, merece el beneficio de la duda, y ello se traduce en aplicarla en su forma y en su espíritu. La Ley Electoral ya demostró ser inoperante, y ello obliga a cambiarla lo antes posible, pues -por lógica- el primer paso debe ser convertirla en instrumento válido para evitar el derrumbe de la democracia.
*Esta columna fue publicada originalmente en PrensaLibre.com.