Un militante del partido Centro Democrático del expresidente de Colombia, Álvaro Uribe Vélez, escribió el 4 de mayo: Ciudad Jardín marcó la ruta a seguir.... En aquel mensaje se refirió al plantón de la famosa ruta a seguir de la revolución molecular neonazi disipada del uribismo, una especie de Cruzada Santa en contra de la amenaza del comunismo en Colombia, especialmente en Cali, la tercera ciudad del país. Fue la movilización de los habitantes de un sector residencial de Cali, capital del departamento del Valle, en contra de las protestas de los estudiantes de la Universidad del Valle por las políticas impopulares del gobierno de Duque.

Aquella movilización de las hordas uribistas de aquel sector de la capital de uno de los departamentos centro de varios carteles del narcotráfico colombiano fue una especie de laboratorio de la locura de nueva revolución molecular disipada, sacada de las cavernas de la anacrónica lucha ideológica del mundo de la Guerra Fría del Siglo XX.

Episodio que el escritor y crítico literario, Julio césar Londoño, comenta en su columna este sábado en El Espectador, “La orgía de sangre de los Trizas”, dice: "El martes, habitantes del exclusivo sector de Ciudad Jardín hicieron un plantón frente a sus vecinos de Universidad Valle, en Cali. Iban todos de riguroso blanco en autos caros y una jauría de escoltas. Estaban furiosos y querían meterle candela a la Universidad. [....] De pronto alguien vociferó: “¡Tenemos 25.000 armas, malparidos!”. Era un señor de blanco que esgrimía una pistola desde su blanquísima camioneta Toyota Prado. Entonces, un estudiante contestó: “Nosotros tenemos la mejor biblioteca del país””.

Las palabras de estos protagonistas del paro reflejan profundamente las dos visiones sobre las olas de protestas que se sufren en Colombia. Una visión de la política autoritaria que encarna el movimiento político del expresidente Uribe de imponer las ideas a través del terror de las fuerzas brutas de las armas y la violencia en defensa del statu quo. La otra visión de la política de las luchas democráticas de las centrales obreras, de las agremiaciones de educadores, de transportadores, empleados de la salud, de organizaciones sociales, organizaciones estudiantiles, organizaciones indígenas y de afros, basadas en peticiones sobre reformas económicas y sociales que generen un cambio en las estructuras de la sociedad colombiana.

Un plantón que se constituyó en uno de los primeros laboratorios de la “revolución molecular disipada”, la nueva estrategia política militarista del uso de las armas y la violencia para imponer sus ideas, adoptada por el ex presidente Uribe, para combatir la amenaza "comunista" en Colombia.

Una narrativa política de ultraderecha, militarista, confusa y disparatada de un extremista de la ultraderecha neonazis chilena Alexis López, un defensor de la dictadura de Pinochet y que las hordas uribistas consideran el nuevo Séneca de la ultraderecha latinoamericana. Un neonazi bastante confuso, que en opinión de la profesora de Filosofía en la Universidad de los Andes de Bogotá, Laura Quintana, “hace una lectura muy confusa y deformada de lo que implica la revolución molecular para Guattari y para Deleuze”.

Es tanta la confusión y el miedo que tiene el expresidente Uribe y sus seguidores de perder el poder que están acudiendo a las estrategias políticas fascistas más increíbles para tratar de sacudirse del desgaste del poder.

Una serie de argumentos nazistas y fascistas idénticos con los movimientos xenofóbicos de la ultraderecha de Estados Unidos y Europa. Tanto el expresidente Uribe, como el presidente Iván Duque, y los líderes de los partidos aliados del gobierno con esta estrategia que detrás de las protestas se esconde una amenaza del comunismo que busca tumbar el gobierno y asumir el poder, proyectan una imagen de estar profundamente desconectado de la realidad del país.

Una estrategia política con la cual se pretende deslegitimar las peticiones de los líderes de las movilizaciones y de un pueblo que sale a las calles a reclamar mejores condiciones de vida, un pueblo que está sufriendo los rigores del aumento de pobreza, el hambre y las faltas de oportunidades de progreso.

Protestas que obedecen a que las políticas del gobierno no han mejorado las condiciones de vida de un pueblo que sufre los rigores del crecimiento de las cifras de muertos por el COVID-19 y la agudización de una crisis económica asfixiante por los efectos del confinamiento. Da la impresión que las mentes de estos fascistas seguidores del expresidente Uribe se fueran quedado congeladas en el mundo de la Guerra Fría del Siglo XX, porque los argumentos que esgrimen son poco creíbles en un mundo dominado por la inteligencia artificial.