¿Los Estados Unidos suelen ser juzgados por lo que son y no por lo que hacen, como sugirió George W. Bush tras los atentados terroristas en Septiembre de 2001? A juzgar por las encuestas sobre ese país en América Latina y el Caribe, los encuestados suelen distinguir entre ambas dimensiones.
Por ejemplo, consultados en 2008 si los Estados Unidos les inspiraban confianza, desconfianza o indiferencia, 57% de los peruanos decían desconfiar de ese país. Pero cuando en la misma encuesta se les preguntaba si sus sentimientos hacia los Estados Unidos eran en lo esencial de admiración, desprecio o indiferencia, un 53% decía sentir admiración. Creo que esa aparente contradicción se explicaría por el hecho de que al menos parte de los encuestados entendía algo distinto por “Estados Unidos” al responder sucesivamente a esas preguntas: desconfiaban de la conducta exterior de su gobierno, pero admiraban su sociedad.
Por ejemplo, encuestas como el Latinobarómetro encuentran que la opinión favorable respecto a los Estados Unidos en América Latina y el Caribe ha cambiado de modo significativo a lo largo del tiempo: mientras en 1996 sólo un 38% tenían una opinión favorable de ese país, en 2009 esa cifra era de 74%. Cambios tan significativos sugieren que dicha opinión no se basa en características que perduran en el tiempo (como la naturaleza de la sociedad estadounidense), sino más bien en características relativamente mutables (como la orientación de su conducta hacia el resto del mundo).  
Ese crecimiento se explicaría en parte por la opinión favorable que los encuestados tienen de la interdependencia creciente entre sus respectivos países y el resto del mundo (en 2016 un 77% expresa una opinión favorable de la integración económica), y particularmente con los Estados Unidos. Pero la creciente interdependencia económica no es toda la explicación. Como dijimos, la opinión favorable de los Estados Unidos era de un 74% en 2009, pero en 2008 era sólo de un 58%. ¿Qué podría explicar un cambio tan significativo en tan poco tiempo? Creo que, básicamente, la elección de Barack Obama como presidente de los Estados Unidos. Parafraseando a Bush, diría que Obama fue importante tanto por lo que hizo (u ofrecía hacer), como por lo que era. En cuanto a lo primero, recordemos por ejemplo que tanto un gobierno conservador (el de México) como un gobierno socialista (el de Chile), se opusieron como representantes de América Latina y el Caribe en el Consejo de Seguridad de la ONU a la autorización del uso de la fuerza en Iraq. Obama se opuso en su momento a la invasión y ocupación de Iraq, y prometía ponerle fin. En cuanto a lo que es, ¿alguien podría imaginar a otra democracia avanzada eligiendo como jefe de Estado y de gobierno por voto popular al hijo de un extranjero negro y musulmán, llamado Barak Hussein Obama?
No se precisa ser zahorí para suponer que el efecto Obama será sucedido por uno de signo contrario: el efecto Trump. De hecho, tal efecto ya era perceptible en encuestas previas a la elección presidencial. YouGov realizó una encuesta en 19 países, y en ninguno de ellos las preferencias por Trump alcanzaban el 25%. Por su parte Ipsos realizó una encuesta entre “Líderes de Opinión” en 15 países latinoamericanos: sólo un 4% prefería a Trump como presidente de los Estados Unidos.