El inicio de los alegatos en la Corte de La Haya marca la recta final del diferendo chileno-peruano respecto a su límite marítimo. Las cartas están jugadas y ambos gobiernos han hecho expresas declaraciones en orden a acatar el fallo, cualquiera sea.

Por tanto, en esta fase y respecto a este tema, de por si árido por la densidad de conceptos jurídicos que inevitablemente se deben de manejar, no hay mucho margen noticioso.

Pero cabe preguntarse si después de este fallo se cerrarán definitivamente las secuelas del siglo XIX. Chile y Perú quieren entrar al siglo XXI, pero al parecer hay fuerzas que se resisten.  

Chile necesita retomar la diplomacia y la estrategia en su política exterior, especialmente en lo vecinal, y no puede pretender que todo se delega en abogados. Para ello debe recuperar su capacidad propositiva, de construcción de formulas que permitan construir un entorno de paz y estabilidad en el barrio.

Las autoridades peruanas han manifestado que “este es el ultimo pendiente territorial” entre ambos países. Interesante opinión, pero ya conocida en anteriores ocasiones, por lo cual un manto de duda queda.

Recordemos que al firmarse las llamadas “Actas pendientes del Tratado de 1929”, a fines de 1999, (unas servidumbres a favor del Perú en Arica, hoy cuasi abandonadas), las autoridades peruanas de la época también afirmaron entusiastamente que se habían terminado los problemas territoriales entre Chile y Perú. Pese a ello, a los pocos años estábamos nuevamente enfrentados a una demanda limeña.

Por ello, mas allá de la marcha jurídica del proceso en La Haya, sería altamente conveniente y amistoso que ambos países proclamásemos formalmente que no tenemos demandas pendientes. Chile lo hizo en 1997 (Primer Libro de la Defensa Nacional), nos resta por ver si el Perú consagra en algún documento oficial las declaraciones de sus autoridades.

Chile necesita retomar la diplomacia y la estrategia en su política exterior, especialmente en lo vecinal, y no puede pretender que todo se delega en abogados. Para ello debe recuperar su capacidad propositiva, de construcción de formulas que permitan construir un entorno de paz y estabilidad en el barrio.

Por cierto, tambien ayudaria que el Estado peruano proclamase su amistosa disposicion a apoyar solidariamente y sin condicionamientos, el acuerdo que eventualmente construyamos entre chilenos y bolivianos.