Cuando la administración del presidente Barack Obama puso en marcha las sanciones económicas contra de Rusia, con el fin de estrangular su economía y frenar su resurgimiento imperial, lo lanzó a los brazos de China. Fue una política errática que permitió el fortalecimiento de las relaciones económicas, políticas y estratégicas entre las dos potencias asiáticas.

Las políticas proteccionistas del gobierno de Donald Trump han generado que la Unión Europea y China, defensoras de la globalización, fortalezcan sus nexos en materia de cooperación económica y de alianzas estratégicas. De hecho, las políticas arancelarias de la administración de Trump, y sus presiones comerciales contra de la UE están afianzando cada vez más las relaciones económicas y comerciales de los europeos con chinos y rusos.

China ha aprovechado las tensiones entre la UE y Estados Unidos para postularse como un socio estratégico para los europeos, dado que en términos netos se ha ido constituyendo en su principal socio comercial. En la cumbre del año pasado entre los líderes europeos y chinos hablaron de estrechar los lazos de cooperaciones económicas,  de incrementar de las relaciones bilaterales y avanzar en las inversiones para unir las ventajas estratégicas.

Un paso decisivo en el fortalecimiento de un enorme bloque económico entre las potencias de la Gran Euroasia con la nueva ruta de la seda, con la cual busca unir rutas terrestres, marítimas, oleoductos y gasoductos entre China, Asia central, Rusia y Europa. En otras palabras, es el desarrollo del proyecto de dominación imperial más importante y estratégico en la actualidad en el mundo.

La UE consume más del 14% de la energía mundial y sólo produce el 6,5%; importa el 85% del petróleo y el 67% del gas que consume, y más de la mitad depende de los suministros de Rusia. Por lo tanto, la configuración del bloque económico de la Gran Euroasia pondrá en jaque la supremacía imperial de Estados Unidos, dado que concentrará el poder económico de un bloque de países que tienen el 75% de la población mundial y genera el 60% del PIB del mundo. Una alianza que modificaría el mapa económico internacional y coloca dentro de pocas décadas a Asia como el centro del poder mundial.

Por eso cobran importancia las palabras del jefe de la diplomacia europea, Josep Borrell, cuando dice que “los analistas han estado hablando durante mucho tiempo sobre el fin del sistema estadounidense y el inicio del siglo asiático, un cambio de escenario que está sucediendo ante nuestros ojos". “ Europa solo tendrá esa oportunidad si trata a China con disciplina colectiva" y la oportunidad será en la próxima cumbre entre la UE y China.

La crisis global que desata la pandemia del COVID-19 agitó más las tensiones entre Estados Unidos y China por los problemas que tiene Trump de cara a su reelección, y su búsqueda de salidas populistas para mover las bases de su electorado. Por eso, además, de los anteriores enfrentamientos arancelarios, apeló a las acusaciones a China sobre el origen del virus y conto con el apoyo de varios países de la UE.

Pero ahora a raíz del lío de los chinos con Hong Kong, los 27 miembros de la UE han dado un viraje en sus relaciones con China y se han desmarcado de Estados Unidos. No apoyan el paquete de sanciones que anunció la Casa Blanca, tras la decisión del parlamento chino de aprobar una ley de seguridad nacional que somete a Hong Kong. Los europeos no se sumarán a las sanciones.