La Cumbre de las Américas se inauguró como un espacio de discusión y cooperación regional latinoamericana, hace casi tres décadas, crear una región comercialmente integrada bajo sistemas políticos democráticos. Sin embargo, hoy la nueva realidad económica, política y social de la región, nos habla de una región desigual, fragmentada y altamente polarizada que no logra construir consensos.

Dos eran los objetivos originales de la Cumbre de las Américas: democracia e integración económica. La declaración de principios de la Cumbre establecía un pacto para el desarrollo y la prosperidad, basado en la preservación y el fortalecimiento de las democracias de la región. El objetivo final era expandir la prosperidad a través de la integración económica y el libre comercio, erradicar la pobreza y garantizar el desarrollo sostenible.

Fundamental para comprender dicha agenda era el contexto de la época de mediados de los 90. Recordar el auge neoliberal político y comercial, que prevalecía en el lustro posterior a la caída del muro de Berlín, y la consolidación hegemónica del modelo Americano. En palabras de Fukuyama, se proclamaba “el fin de la historia” con el triunfo de la democracia liberal y el capitalismo.

Además, existían dos características destacables de la primera Cumbre de las Américas en Miami en 1994. Primero que todos los líderes habían sido elegidos de forma democrática, y por otro lado, la inclusión por primera vez a Canadá y los Estados del Caribe. Es por ello de entender la insistencia de los Estados Unidos -primer convocante-, en la inclusión solo de naciones elegidas democráticamente en la reciente Cumbre.

Desde su convocatoria la nueva edición causó debate y especulación. La postura del presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador de condicionar su participación a la Cumbre a la invitación de Venezuela, Cuba y Nicaragua generó gran polémica. A ella se sumaron varios jefes de Estado a no participar. Sin embargo, la postura debe entenderse como una expresión de protesta de los países de la región a la percepción de abandono y la imposición de la agenda norteamericana en el foro regional, más que como una defensa de los regímenes autoritarios de la región.

La Agenda de los Estados Unidos para la región

Esta agenda ha pasado de integración económica a la lucha contra el terrorismo y el crimen organizado al comienzo del siglo a consolidación hegemónica de los Estados Unidos en la región y la migración. Se trata de un tema que obedece a una cuestión de política interna, relacionado con la politización de los altos flujos migratorios procedentes de la América Latina.

La promesa de un gran acuerdo de libre comercio y una mayor integración económica a través del “Área de Libre de Comercio de las Américas” simplemente se diluyó en la narrativa diplomática. Ya ni si quiera se plantea la posibilidad en la agenda. Ahora los países de la región han mirado a China como fuente de inversión en infraestructura productiva y negocios. La guerra comercial entre Estados Unidos y China subsiste aunque ha bajado su perfil mediático.

La cacofonía de discursos y narrativa previa y durante la Cumbre es una clara protesta diplomática al abandono a los intereses regionales de las naciones del sur y a sus preocupaciones. Sin embargo, la región se siente olvidada de la agenda americana desde hace décadas. Reprochan los enormes recursos destinados a Ucrania para afrontar la invasión Rusa (US$ 30.000 millones, mientras que las promesas de inversión y apoyo por más de US$ 4.000 millones a la región para palear las fuerzas de la migración no se han cristalizado.

La preocupación política inmediata de Biden se encuentra en la inmigración irregular desde la región, y el impacto político en el proceso electoral para renovar sillones del Congreso este otoño. Su discurso, por otro lado, también convocó a la unidad y la cooperación regional, que, de acuerdo al mandatario, nunca había sido tan necesaria para la región. Al final, de la Cumbre de las Américas en este rubro, se obtuvieron algunos logros, aunque limitados para los enormes flujos anuales.

Grandes zonas de la región se encuentran sumergidas en la pobreza, la desigualdad, la violencia y la inestabilidad política, condiciones detonadoras de la migración a los Estados Unidos. Para palear estas condiciones, Biden propuso una “Alianza para la Prosperidad Económica de las Américas.” El objetivo es la reconstrucción de las economías desde abajo hacia arriba y desde el centro hasta el exterior, promoviendo la cooperación de acuerdo al Departamento de Estado de los Estados Unidos. Sin embargo, la cooperación está condicionada a las prioridades de la agenda política y económica de los Estados Unidos en comercio, sostenibilidad y logística comercial. Fuera de los acuerdos de migración, tampoco existe un programa y montos claros de apoyo todavía. Falta definir los mecanismos para la cooperación y aterrizar los recursos.

Entre las propuestas de la “Alianza para la Prosperidad Económica de las Américas” encontramos:

1.-Fortalecer las instituciones financieras internacionales como el Banco Interamericano de Desarrollo y las políticas promoción de inversiones privadas. Especial atención tendrán los países que acogen a migrantes o refugiados que limiten los flujos migratorios a Estados Unidos.

2.-Fortalecer las cadenas de suministro, que tanto han afectado al comercio y la economía en la región (principalmente Norteamérica) después de la pandemia. No se hacen promesas de relocalización de producción a la región, pero sí se menciona una velada advertencia de asegurarse que las cadenas de producción en la región estén “libres de condiciones de explotación laboral”. Un tema sindicalista americano y que puede afectar las inversiones ya existentes en la región.

3.-Promete inversiones en las infraestructuras públicas de migración, salud y educación, probablemente condicionadas a la modernización de la innovación pública en transparencia, rendición de cuentas, equidad de género y protección infantil. Políticas transversales de la sostenibilidad.

4.- Sobre la generación de empleos los vincula a la descarbonización y la protección de la biodiversidad. Impulsando las tecnologías limpias, la conservación y la gestión sostenible. A través de la inversión pública y privada, y la asistencia técnica, pero sin explicar programas o montos.

5.-En el tema de comercio se busca asegurar que sea sostenible e inclusivo. Centrándose en el movimiento rápido y expedito de las mercancías, a través de la inversión en los sistemas aduaneros y la transformación digital. Busca fortalecer las cadenas de suministro de energía y alimentos (un tema de gran preocupación por la alta inflación en los Estados Unidos). También promover las normas laborales y ambientales de “diligencia corporativa” que puede generar serios cuestionamientos cuando se exijan acciones de debida diligencia a las empresas regionales proveedoras de la cadena de valor.

Todas las propuestas son muy loables pues se encaminan a los nuevos ejes transversales de la sostenibilidad y respeto de los derechos humanos. Sin embargo, parecen enfocarse nuevamente solo en la agenda de los Estados Unidos, que no consideró en la agenda los graves problemas de la región como: la pobreza, la inflación en los alimentos básicos, la falta de inversión en infraestructura pública y productiva, el empleo, la ineficacia de los sistemas de salud, y sobre todo la rampante violencia y falta de justicia.

Nuevamente discursos y prioridades que lejos de crear una sinfonía armónica de intereses regionales, se caracteriza por la cacofonía resultado de prioridades y retos diferentes entre las 34 naciones participantes.