ESG (Environmental, Social and Corporate Governance), inversión responsable o inversión sostenible son términos referidos a la incorporación de factores medioambientales, sociales y de gobierno corporativo para evaluar inversiones. La (E) de medio ambiente, hace referencia a bajas emisiones y uso eficiente de energía; la (S) de social, analiza el buen trato a trabajadores, respeto a los clientes y comunidad; y, la tradicional (G) de gobierno corporativo, está relacionado a actuar en el mejor interés de los accionistas al implementar mejores prácticas para el alineamiento de intereses del directorio y la dirección. 

Una tendencia abrumadora

De acuerdo al 2020 Global Sustainable Investment Review, más de un tercio (36%) de los activos administrados a nivel global de manera profesional, es decir 35,3 trillion, (35 con 12 ceros, ¡equivalente a 158 veces el PIB de Perú!) incorporan criterios ESG al realizar inversiones. Estas cifras han ido creciendo a lo largo de los años y se proyecta que podría alcanzar en 2024 cerca del 50% de la industria.

¿Estrategia win -win?

Una pregunta que cae de madura es si incorporar criterios ESG en el proceso de inversión se traduce en una estrategia ganar-ganar para los gestores y sus clientes. Es decir, si responde a ¿es posible tener buenos resultados financieros e impacto (do good and do well) al mismo tiempo?

Si bien hay una plétora de estudios sobre el tema, no hay una respuesta definitiva ni concluyente al existir diversas metodologías y criterios de medición. Los estudios indican que el introducir criterios ESG puede o no conducir a un mejor desempeño financiero para las empresas que las implementan y no necesariamente redunda en mejores retornos ajustados por riesgo para los inversionistas.  

Metas claras 

Los asesores financieros tienen la obligación de guiar a los inversionistas en sus objetivos de inversión en los que debe definirse claramente las metas específicas y los trade-off relevantes. Por ejemplo, un grupo de inversionistas podría estar más interesado en alcanzar metas financieras (retorno ajustado), mientras que otro podría ser más afín al impacto que sus inversiones puedan generar (metas no financieras), aun cuando ello pueda implicar sacrificar retornos.

ESG en la práctica

Pasemos a la práctica ¿qué tipos de estrategias utilizan los inversionistas para implementar la inversión ESG? Según PRI Reporting Framework, existen tres. La primera y más antigua es el determinar en qué compañías invertir al excluir determinadas industrias como las relacionadas al alcohol, tabaco, entre otras (negative screening) o invertir en aquellas con buen desempeño ESG (positive screening). Un segundo acercamiento, es de involucramiento con el management de las compañías al promover como accionista cambios relacionados a la mejora del gobierno corporativo. Un tercer método, el más sofisticado, se denomina ESG Integration el cual implica cambiar el tradicional proceso de inversión para incorporar información y data ESG en la evaluación de las compañías objeto de inversión.

Para finalizar, parece que la inversión ESG ha llegado para quedarse y no es solo una moda pasajera. Es necesario que los inversionistas demanden a los gestores herramientas de medición objetivas que permitan evaluar la eficacia e impacto de sus inversiones, así como los costos y trade-off asociados para alcanzar dichas metas.