Ya antes de la pandemia, los límites entre las industrias estaban desapareciendo. Sin embargo, con el COVID-19 este fenómeno avanzó aún con más rapidez. Hoy, las empresas que no trabajan en conjunto con el ecosistema y que no miran más allá de su negocio core no pueden mantenerse competitivas, sobre todo en el mercado cambiante que nos ha dejado la crisis sanitaria.

En este nuevo contexto, la innovación abierta es una gran oportunidad para Latinoamérica. Atrás quedaron los días en que las grandes empresas miraban a las startups con escepticismo. Ahora el foco está en aprovechar su innovación natural para crecer en conjunto. En este escenario, el sector público y privado de la región tienen más que nunca una ventana abierta al crecimiento al invertir en innovación.

Sin embargo, de acuerdo con cifras de la Cepal, la inversión promedio de América Latina en Investigación y Desarrollo (I+D) representa sólo un 0,7% del PIB, un resultado muy bajo al compararlo con la tasa de inversión de las economías líderes a nivel mundial, donde alcanza un 4%. Si algo nos enseñó la pandemia, es la importancia que tiene la innovación para el funcionamiento de la sociedad. Sin la tecnología y las nuevas ideas habría sido imposible seguir operando con cuarentenas y distanciamiento social.

Para que la región avance hacia la innovación, el foco debe estar en tres aspectos principales. Primero, la preparación de las personas en habilidades digitales. En el futuro próximo -y cada vez más el presente- el mercado laboral estará marcado por las nuevas tecnologías. La automatización amenaza con hacer desaparecer muchos roles, pero también surgirán muchos otros. Por eso es fundamental capacitar a las personas en aquellas habilidades que les permitirá enfrentar ese nuevo mercado laboral.

Segundo, la investigación. Debemos impulsar como región una cultura abierta al cambio y a las nuevas ideas y sobre todo que nos lleve a dejar de lado el miedo al fracaso. Toda empresa debe tener hoy la capacidad para transformarse al ritmo que va cambiando el mundo y para eso, el impulso de nuevas ideas es clave. La innovación va de la mano con el emprendimiento, con el impulso por parte de los países de la capacidad creativa de sus habitantes.  

Tercero, desarrollar la infraestructura necesaria para tener el poder de innovar. Se debe realizar una transformación estructural, principalmente basada en dos elementos importantes. El primero, es dejar la burocracia de lado. Para que podamos ser una región innovadora es fundamental que el proceso de crear una empresa y lograr financiamiento para crecer sea ágil. Es necesario reforzar el financiamiento de ideas innovadoras a escala, tanto en el sector público como privado, sobre todo en aquellas iniciativas que nos permitan dar un giro desde las economías basadas en materias primas hacia la economía del conocimiento. El otro elemento clave para una infraestructura eficiente es que debe estar impulsada por las nuevas tecnologías.  Por ejemplo, la adopción del 5G a nivel regional es clave para poder sacar el máximo potencial de tecnologías tan importantes como la inteligencia artificial y data analytics.

Las nuevas tecnologías y la innovación abierta tienen el poder de entregar soluciones a los problemas más importantes de la sociedad, al mismo tiempo que aumentan la productividad y el crecimiento. Por eso es fundamental que avancemos como región ahora, con un fuerte foco en la colaboración.