Históricamente, las elecciones presidenciales en Estados Unidos han sido importantísimas para nuestro país. Es nuestro vecino al norte, también nuestro socio económico principal. Las condiciones en que México y EU han vivido su historia, los ha obligado a relaciones que aún no se han terminado de entender o, al menos, no de una forma que permita que esos temas dejen de ser causas políticas. Así sucede con la migración. Por todos es sabido lo que ésta representa para ambos países: la posibilidad de mano de obra allá, la entrada de remesas acá. Y justo eso lo ha convertido en un fenómeno que pareciera salirse de las manos, por eso, en cada campaña, los demócratas van por cambios que garanticen la permanencia y el trabajo de millones de migrantes; pero del otro lado están los conservadores, que se empeñan siempre en cerrar sus fronteras, en un torpe error, pues siguen sin reconocer, aun en pleno 2015, que el significado de la población latina en Estados Unidos va más allá de la mano de obra.

Desde la elección presidencial pasada, el voto latino ha sido un elemento capaz de provocar giros en las preferencias electorales. El voto latino pesa, y pesa mucho. Por ello, no hemos comprendido las razones por las que Donald Trump, el aspirante republicano a la candidatura presidencial, ha emprendido una campaña tan visceral contra la comunidad latina, específicamente la mexicana. O, tal vez, por esa misma razón, la del poder del voto latino, es que ha comenzado con su cruzada contra cualquier política de migración que garantice permanencia y, claro, progreso para los millones de ciudadanos indocumentados que hoy viven en Estados Unidos.

En un análisis realizado por Latino Decisions, se sabe que en 2016 los latinos podrían llegar a una cifra récord de participación en una elección presidencial. Podrían ser hasta 13,1 millones de votantes. Actualmente, según lo que revelaron, hay cerca de 12,2 millones de latinos elegibles para votar, pero que no cuentan con registro para hacerlo. Por ello, organizaciones como Mi Familia Vota han iniciado programas que alientan a los latinos no registrados a formar parte del padrón que les permita decidir quién será el próximo presidente estadounidense. Desde su creación en 2011, ha logrado que más de 121 mil latinos tengan poder con su voto. Dejaron de ser ciudadanos que electoralmente vivían en las sombras, para ser electores, mercado de las campañas políticas y, claro, candidatos.

La disputa por la candidatura demócrata y republicana dejó de ser un camino seguro para sus aspirantes. Desde que Hillary Clinton anunció su intención –en realidad, desde mucho antes– se convirtió en la gran favorita para ser la abanderada demócrata; no fue sino hasta que salió el escándalo de los correos electrónicos durante su paso por el Departamento de Estado que se cimbró un tanto su campaña. Fue entonces cuando llegó Bernie Sanders como el otro demócrata que le pisó los talones a la también ex primera dama. Sin embargo, hace un par de días, la cadena CNN organizó un debate entre los cinco aspirantes demócratas a la candidatura. El análisis final fue contundente, pues de nuevo colocó  a Clinton como la gran favorita para ser abanderada.

El asunto complicado está en que es Donald Trump (ese hitlercillo del siglo XXI) quien, extrañamente, ha logrado avanzar fuerte por sobre el resto de los republicanos que también aspiran a ser candidatos. De tener una campaña final Clinton vs. Trump, es cuando se necesitará todo el apoyo de la comunidad latina para impedir que a la Casa Blanca llegue la idea de construir un nuevo muro, de deportar a los inmigrantes, de cerrar aun más las políticas al respecto. Históricamente, no se ha logrado pleno reconocimiento de la importancia de la comunidad latina en Estados Unidos, así que parece que la próxima elección presidencial tendrá como cometido hacerlo.

*Esta columna fue publicada originalmente en Excelsior.com.mx.