Haití tiene una historia marcada por una profunda inestabilidad política como consecuencia de los gobiernos despóticos de emperadores, reyes, monarcas, presidentes vitalicios y dictadores. Guerras civiles, gobiernos provisionales, elecciones fraudulentas, catástrofes naturales, epidemias, hambrunas y crisis humanitarias.

Para comprender la dimensión de su tragedia es importante examinar la visión que tuvieron sus primeros gobernantes. Todos fueron grandes estrategas militares, pero carentes de visiones sobre cómo organizar un estado democrático y moderno. De hecho, varios de sus primeros gobernantes solo sabían leer y escribir y otros ni siquiera sabían leer ni escribir. Eran líderes formados en el fragor militar en la lucha en la guerra de la independencia, que terminaron proscribiendo las ideas democráticas y desarrollando una cultura política autocrática y militarista. Sustentados en influencias de las visiones de los antiguos reyes africanos, monarcas europeos e imitando las formas autocráticas de Napoleón, donde las fuerzas de las bayonetas fueron las que definieron el rumbo de la nación.

En la primera Constitución Política que se promulgó, el 7 de julio de 1801, no se declaró la independencia absoluta de Francia, sino que se siguió siendo una colonia francesa con relativa autonomía. El 1 de enero de 1804, Jean-Jacques Dessalines, declaró la independencia absoluta de Francia y cinco meses después, el 20 de mayo de 1805, publicó la segunda Constitución Política con un contenido profundamente anticolonial y antiesclavista.

En esa carta política Dessalines se declaró emperador y estructuró una monarquía, donde se hizo “majestad “y a su esposa “emperatriz Augusta”. Estructuró todo un engranaje burocrático y de derroche económico con sueldos para su esposa que podía devengar después de la muerte del emperador y salarios a todos los hijos reconocidos del emperador en una nación naciente y devastada por la guerra.

Se determinó en aquella Constitución que: “ningún blanco, cualquiera sea su nación, pondrá un pie en este territorio con el título de amo o de propietario, y de ahora en adelante aquí no podrá adquirir ninguna propiedad”. En las disposiciones generales se expresó: “toda propiedad que aquí hubiera pertenecido a un blanco francés es incontestablemente y de derecho confiscada en beneficio del estado”. Sin embargo, se especificó que “el artículo precedente no podrá producir ningún efecto contra las mujeres blancas naturalizadas haitianas por el gobierno, tampoco contra los niños nacidos o por nacer de ellas”. Expresamente se protegieron los derechos de las mujeres blancas casadas o viviendo en uniones libres con negros y los de sus hijos.

Otros de los aspectos polémicos de aquella Constitución fue el referente a la educación. La educación se concibió con una visión militarista, dado que se expresó que “en cada división militar establecía una escuela pública para la instrucción de los jóvenes”. En criterio de historiador haitiano, Louis Jean Pierre Loriston: ”la intención de Dessalines fue desarrollar una educación exclusivamente para los hijos de militares, como una forma de garantizar la reproducción de las fuerzas militares para mantener la soberanía y la independencia de la nación”.

Por la manera autocrática como Dessalines gobernó aquellos primeros años se profundizaron las disputas políticas entre los negros que controlaban la región del norte, la más rica y los mulatos que dominaban la región del sur, la más pobre. Dessalines fue asesinado y se desató una encañizada lucha por el control del poder que acabo con la monarquía y el nacimiento de dos Estados.

Ascendió al poder Henri Christophe, un general que no sabía leer ni escribir. El 27 de diciembre de 1806, expidió una nueva Constitución que abolió la monarquía. Fue una Constitución más democrática y garantista con divisiones de poderes. En aquella se expresó que el presidente sería designado por el Senado por mayoría de votos y ejercía su cargo por un período de cuatro años. Dos meses después, el 17 de febrero de 1807, se apruebó otra Constitución, donde Christophe se convirtió en presidente vitalicio y se determinó que “el presidente tiene derecho a elegir un sucesor; pero solo entre generales”. Christophe instauró una dictadura que provocó la división del país y en 1811 conviertió al país en un reino y se proclamó rey con el nombre de Enrique I de Haití, construyó seis castillos, ocho palacios y creo una nobleza haitiana de cinco príncipes, 10 duques, un marques, 24 condes, 40 varones y 14 caballeros y gobernó hasta que se suicidó en 1820.

Otro famoso emperador haitiano fue Faustino I de Haití, un militar que no sabía leer ni escribir y se proclamó emperador y gobernó de 1847 a 1859. Conclusión: sus primeros gobernantes fueron grandes estrategas militares que no sabían leer ni escribir. Estos tres casos son emblemáticos y sirven para explicar en parte las razones de fondo del atraso y la pobreza del país.