La semana pasada, la misma en la que se celebraba la Investment Summit de la Cámara de Industria y del Gobierno de Guatemala, sucedían otras dos cosas claves para la economía y las finanzas del país. Un Ministerio de Francia colocaba a Guatemala en la lista negra como paraíso fiscal y se anunciaba que siempre no nos alcanzará el dinero público para que nuestro raquítico Estado llegue a fin de año –y eso que es el más pequeño de América Latina.

Claro, el gobierno de Otto Pérez y Roxana Baldetti y los empresarios arqueaban las cejas y exclamaban su sorpresa ante tan injusto trato de los franceses y de las evidencias de las cajas nacionales. Entonces me recordé del coro de la canción “Big Girls Don’t Cry” (las niñas grandes no lloran), de The Four Seasons, de 1962, que puede usted escuchar mientras lee.

¿Cuántos ingresos hubiéramos tenido si le hubiéramos cobrado un centavo de impuestos por renovar las frecuencias a Tigo, Claro, Telefónica, los canales nacionales, Guatevisión, Canal Antigua, Emisoras Unidas, Sonora, las compañías de internet y un enorme etcétera?

Y es que el gobierno del PP y los empresarios no tienen excusas. Si nos declaran paraíso fiscal, como posiblemente lo hará la OECD, es por su culpa de no promover o impedir, respectivamente, que transparentáramos nuestras sociedades mercantiles. Lo que pide el mundo civilizado es que las acciones dejen de ser al portador para convertirse en nominativas, y así no pueda esconderse ahí dinero sucio; y que además permitamos que la SAT tenga acceso a las cuentas bancarias para evitar que los buenos ciudadanos escondan dinero de origen ilícito o por el que tienen que pagar impuestos.

El gobierno, en vez de quejarse porque no tenemos dinero para casi nada que asegure una vida digna a los más débiles y un sostén social para la clase media –Guatemala es el país que menos recauda de América Latina respecto de su economía–, debería hacer matemáticas políticas. ¿Cuántos ingresos hubiéramos tenido si le hubiéramos cobrado un centavo de impuestos por renovar las frecuencias a Tigo, Claro, Telefónica, los canales nacionales, Guatevisión, Canal Antigua, Emisoras Unidas, Sonora, las compañías de internet y un enorme etcétera?

¿Cuánto dinero tendríamos si cobráramos a las mineras y petroleras lo que se les cobra en países civilizados? ¿Cuántas Escuelas Abiertas más? ¿Cuántas transfrencias condicionadas? ¿Cuántos investigadores del MP? ¿Cuántos fondos para jueces más independientes? ¿Cuántos mejores centros de salud para evitar muertes? ¿Cuántos fondos para campañas educativas para erradicar el machismo y el racismo?

Pero no. El gobierno de Pérez Molina espera que caiga el maná del cielo. Como estos reconocimientos por el plan (sólo un plan) de Hambre Cero y del BID por ser “un reformador”. ¿De qué que no sea el combate a las drogas?

PS: quizás si OPM no hubiera defendido el genocidio habrían venido más presidentes para su Cumbre de la OEA, que Guatemala ha logrado que sea sobre las drogas, ¿no?

*Esta columna fue publicada originalmente en Plaza Pública.com.gt.