Llevo algunas semanas dándole seguimiento a los clasificados* de prensa y hay algo que me ha llamado poderosamente la atención. En las ofertas de trabajo, en la sección “varios” aparecen, sin falta, vagos anuncios que buscan “señoritas” que no mencionan ningún trabajo pero se ofrece buena paga (¿?). Otros buscan señoritas para damas de compañía, masajistas y bailarinas. En ningún momento se menciona el trabajo sexual o en prostíbulos.

En este caso, la experiencia casi nunca es requerida –contrario a lo que suele pasar con muchos anuncios de trabajos para jóvenes. Las características que se buscan para la “contratación inmediata” son: tener de 18 a 25 años (algunos aceptan hasta 35), buena apariencia, excelente presentación, extrovertidas, “atrevidas” y “de ambiente”. Eso sí, piden disponibilidad de tiempo, día y/o noche. Varios ofrecen alimentación y vivienda, ambientes agradables y discreción. El pago ofrecido va desde Q150 hasta Q900 diarios y desde Q1.500 hasta Q8.000 semanales.

Me parece que uno de los principales aportes de esta ley es que establece que pagar por obtener sexo es una forma de violencia contra las mujeres que debe ser penalizada.

Es obvio que estos anuncios que se publican con total libertad están cargados de mentiras y engaños y me parece asombroso cómo esto sucede frente a las narices de todos sin que se haga mayor cosa. Igual sucede con esos lugares extraños que podemos encontrar en varios puntos de la capital y del país: casas algo grandes, iluminadas, no siempre identificadas y frecuentadas por numerosos hombres al caer las tardes y las noches.

Muchas historias de mujeres esclavizadas y explotadas sexualmente han comenzado con engaños como éstos. A veces cuesta imaginarse por qué estas mujeres no hacen nada para salir de ahí (“¿o es que acaso les gusta?”), ya que no se encuentran encadenadas. Lo que sucede es que ese proceso de esclavización conlleva una muerte interna, están muertas en vida. El engaño viene seguido de amenazas contra ellas y sus familias, humillaciones, violaciones y violencia continua en todas sus manifestaciones.

No me gusta el nombre de “trata de personas”, me suena a eufemismo. La esclavitud moderna o del siglo XXI, le llaman. Es algo que a cualquiera de nosotras nos puede pasar. No obstante, hay a quienes el sistema hace mucho más vulnerables: mujeres indígenas o empobrecidas. Sus recursos y los de sus familias son menos, la posibilidad de acceso a la justicia es mínima y a los noticieros no les importan ellas.

Recientemente, un diario español difundió la noticia que Francia castigará a los clientes de la prostitución con una multa de 1.500 euros (Q15.000) o bien, puede ser reemplazada por un curso de “sensibilización sobre la lucha contra la compra de actos sexuales”. Se trata de una norma que todavía debe validarse en el Senado y que ha causado grandes discusiones en la opinión pública. La ley también perseguirá el proxenetismo en internet y habilitará un programa de ayudas sociales para las mujeres que decidan dejar el oficio.

Varios defensores de la ley aseguran que esto es un avance para ver la prostitución como realmente es y no como soñamos, pues está relacionado casi en su totalidad con redes mafiosas que trafican mujeres internacionalmente. “Decir que las mujeres tienen derecho a venderse es esconder el hecho de que los hombres tienen derecho a comprarlas” afirmaba un diputado. “¿Cómo encontrar el glamour en las 10 a 15 penetraciones que sufren por día las prostitutas forzadas a serlo por razones económicas, con consecuencias dramáticas sobre su salud?”.

Aunque puede haber trabajadoras sexuales que se declaren libres y se sientan dueñas de sus cuerpos y ganancias, la realidad es que la mayoría de mujeres que prestan este “servicio” están obligadas directa o indirectamente a hacerlo y son una mercancía más en una industria que genera millones para unos cuantos. Según algunos expertos, los carteles mexicanos generaron US$10.000 millones en 2012. ¿Cómo estaremos en Guatemala?

Me parece que uno de los principales aportes de esta ley es que establece que pagar por obtener sexo es una forma de violencia contra las mujeres que debe ser penalizada.

¿Son los periódicos cómplices al prestarse a captar mujeres para la esclavitud sexual?

*Esta columna fue publicada originalmente en PlazaPública.org.