El refrán aquel de botar al bebé con todo y el agua sucia queda como anillo al dedo para describir la actuación absurda e inoportuna de los miembros desafectos del Ttribunal Supremo Electoral (TSE), Marco Tulio Melini y José Pérez Lara. El primero pide la destitución de siete de los principales funcionarios, a unas cuantas semanas de llevarse a cabo la elección de segunda vuelta presidencial. El segundo ha venido impulsando el descrédito del Tribunal Supremo Electoral desde hace meses a través de sus columnas; por cierto, confusas y poco entendibles. Ahora presentó su renuncia aduciendo carencias y debilidades operativas. Si era solo suplente, no se entienden las razones para no haber renunciado antes.
Mellini no es suplente, es un magistrado titular del Tribunal Supremo Electoral. Su posición es mucho más delicada porque con esta acción socava con posturas radicales la estabilidad de ese organismo en momentos en que requiere enfoque, unidad y un ambiente de calma para poder dedicarse a la organización de la segunda vuelta de las elecciones sin tener que bregar con semejantes conspiraciones internas.
Llevar a la palestra pública situaciones internas que se deben ventilar al interior del TSE refleja un pobre criterio, un sentido de la pertinencia atrofiado y deja espacio para elucubrar sobre las razones de fondo para llevar a cabo tal descrédito a tres semanas de las elecciones.
Al Tribunal Supremo Electoral se le puede criticar por las debilidades y carencias demostradas en la primera vuelta. El tema se ha venido abordando ampliamente a todo nivel. Hay espacio para la crítica, pero otra cosa es salirse del ámbito de las evaluaciones y lecciones aprendidas para atacar de tal manera al TSE, que se socave su institucionalidad y la estabilidad del proceso electoral. Los mensajes que se envían son pésimos, y el espacio politiquero que se les abre a los desafectos es enorme para “adelantadamente” descalificar resultados. Esto es grave.
Coincido con todos aquellos que han salido a la palestra pública rechazando estos ataques contra el máximo tribunal electoral, y me uno y solidarizo con los magistrados titulares...
Como lo señaló el editorial de Prensa Libre este jueves, Mellini fue propuesto por la UNE-Gana y lleva meses de boicotear importantes acciones y procesos internos. Y aun cuando las discrepancias son naturales y en las deliberaciones surgen diferentes opiniones y posiciones, entre sus miembros debe existir una colegiada compostura para definir y aprobar las decisiones trascendentes que el TSE requiere para funcionar adecuadamente. Hay que evitar que todo se vuelva cuesta arriba cuando uno de sus titulares no se apega a la mayoría y abusa de ese privilegio. Hoy rebasó el límite. Marco Tulio Mellini debería ser expulsado del TSE por atentar contra la institucionalidad del Tribunal y el buen desarrollo del proceso electoral.
¿Qué hay detrás de todo esto? El colega Chepe Zamora lo retrata adecuadamente en su columna este jueves al señalar que no se pueden interpretar estas maniobras si no como acciones desestabilizadoras, y plantea las siguientes preguntas a las pretensiones de Mellini de decapitar al Tribunal:
“¿Crear pánico entre el personal de la institución electoral? ¿Llenar los puestos claves de gente advenediza y sin experiencia, sin capacidad de percatarse de la manipulación de datos, procesos y sistemas? ¿Intentar apoderarse del TSE pensando en las elecciones que tendrán lugar dentro de cuatro años? ¿Realizar fraude en la segunda vuelta? ¿Deslegitimizar los resultados de la segunda vuelta?".
Coincido con todos aquellos que han salido a la palestra pública rechazando estos ataques contra el máximo tribunal electoral, y me uno y solidarizo con los magistrados titulares, en especial con su presidenta, Licda. María Eugenia Villagrán.
*Esta columna fue publicada originalmente en PrensaLibre.com.