Muchas son las razones para entender la importancia del surgimiento de entre las cenizas del caso del cierre de Bancafé. La generalidad de los guatemaltecos, con la obvia excepción de quienes salieron afectados de cualquier manera, ya había olvidado el caso.
El tiempo pasa y en Guatemala, cada día trae no solo su afán, como expresa el dicho, sino trae su propio problema. Y en los últimos años, sobre todo en los meses de este agonizante 2011, trajo su propio escándalo. La arremetida en contra de la institucionalidad del país, encabezada por Álvaro Colom, su esposa y luego su ex esposa, tuvo una magnitud enorme y ello, más los avatares propios de la lucha preelectoral, estaban sepultando a este caso y a los de los Bancos Gemelos.
Todo lo ocurrido provocó el surgimiento de una verdadera catarata de porqués difíciles de contestar. El guatemalteco promedio, quien no había sido afectado en forma directa, empezó a preguntárselos. Tenían y tienen referencia a los hechos inmediatos. Por qué actuó hasta ahora el Ministerio Público; por qué lo hizo a pesar de la actitud de cumplimiento de requerimientos legales de los acusados, dentro de los juicios; por qué tal exagerado despliegue de docenas de agentes armados hasta los dientes para capturar a los ex directivos, de una manera como no se hace ni con mareros; por qué no se presentó el MP a la hora señalada; por qué se alargaron tanto las indagatorias, pero sobre todo, por qué esa institución judicial esperó cinco años para actuar.
Se despertaron algunas consideraciones, entre ellas la necesidad de diferenciar entre captura de una persona, lo cual debería implicar sorprenderla in fraganti, encontrarla en la calle porque las autoridades no saben de su paradero, o conducirla desde su casa o algún otro inmueble. Pero a quien se presenta voluntariamente no entiendo por qué se le llama capturado -cuestión de semántica, talvez- y no se le califica como alguien llegado ante la autoridad de manera voluntaria para dilucidar su situación. Todo eso lo digo sin entrar a considerar la situación jurídica de quienes son acusados, sino nada más señalar algunas preguntas escuchadas durante varias conversaciones de amigos y familiares sobre este tema, sin duda importante.
Este 2012 traerá, creo, el renacimiento del interés popular en la banca guatemalteca. No me cabe duda: saldrán a luz otros casos, decisiones y actuaciones de la Superintendencia de Bancos, por ejemplo. Pero además, quién o quiénes, y por qué razones, actuaron como lo hicieron.
A mi juicio, la pregunta más importante debe ser respondida conforme se escarbe en la totalidad de sucesos ocurridos antes del cierre de Bancafé, lo cual lleva a descubrir la causas de sus problemas iniciales, pero sobre todo las de su muerte. Ese barco se hundió llevándose consigo a muchos pasajeros, por decirlo en otras palabras. Se debe descubrir si chocó contra un iceberg. Otro factor ahora olvidado por muchos es la calidad de tercer banco del sistema nacional, con sus consecuencias, así como de las aspiraciones políticas de Eduardo González, en ese entonces un personaje con algunas posibilidades de éxito en el teatro político guatemalteco, todo lo cual implicaba una posible realidad electoral desagradable para algunos.
Este 2012 traerá, creo, el renacimiento del interés popular en la banca guatemalteca. No me cabe duda: saldrán a luz otros casos, decisiones y actuaciones de la Superintendencia de Bancos, por ejemplo. Pero además, quién o quiénes, y por qué razones, actuaron como lo hicieron. Yo veo positivas todas estas posibilidades, porque contribuirán a afianzar la transparencia de las actividades bancarias en general. Por su característica de administrar dineros ajenos, de personas tan variadas, como alguien con muchos millones a alguien con poco dinero, producido por una vida de trabajo y muchas veces de privaciones, la banca tiene una responsabilidad social y humana enorme, compartida con quienes tienen en sus manos la muerte de instituciones.
*Esta columna fue publicada originalmente en PrensaLibre.com.