En mi último artículo comenté el pronunciamiento titulado “En Defensa de la Soberanía Nacional”, suscrito por ex Cancilleres y ex Vice Cancilleres de Perú. Uno de esos ex diplomáticos me hizo llegar una crítica a ese artículo escrita, según me dijo, por tres autores. Añadió que no se sentía autorizado a revelar sus nombres. Pero dado que, en esa crítica, hablan de “nuestro pronunciamiento” y, además, hacen suya la réplica que los ex diplomáticos dieron a la Cancillería (“Lo hicimos aún más explícito en la réplica”), queda claro que se trata de tres de los autores del pronunciamiento.

En esa crítica se indica que “Los enfoques de los practicioners y los académicos suelen discrepar ante el manejo de crisis precisamente por focalizarse los unos en los hechos prácticos y los otros en los análisis teóricos”. Quien haya llevado clases de lógica podrá identificar esa afirmación como un caso del denominado “argumento de autoridad”. Es decir, una falacia lógica en tanto no existe una conexión válida entre una premisa y una conclusión: de sostener que sólo una parte en el debate ejerció la diplomacia no deriva, a priori, que lo que dice sea cierto. 

En el artículo sostengo que la afirmación en ese pronunciamiento de que Runasur, bajo la conducción de Evo Morales, “se propone desmembrar a Perú otorgando a Bolivia una salida soberana al Pacífico y así conformar una ‘nación aimara’ como extensión territorial boliviana”, no consta en ningún documento o declaración de Runasur o de Morales. Los críticos admiten eso cuando afirman que “No se trata de encontrar la cita textual para saber que se propone un líder o movimiento, hay un meta-texto que debe saberse leer”. El problema es que no sólo no hay una cita textual, tampoco hay referencias veladas que puedan interpretarse como lo hacen ellos. Es más, el punto quinto del Decálogo de Runasur (único documento que cita el pronunciamiento), dice explícitamente lo contrario: “América plurinacional es la respuesta de los pueblos, los movimientos y organizaciones sociales contra toda forma de intervencionismo e injerencia”.

Prueba de que su lectura meta-textual es cuando menos discutible es el hecho de que el pronunciamiento de los presidentes de las comisiones de Defensa, Inteligencia y Relaciones Exteriores del Congreso peruano atribuye a Runasur ser “un proyecto geopolítico que busca el control de los recursos naturales peruanos como el cobre, el litio y el uranio, […]”, algo que no consta ni en los textos ni en la interpretación de nuestros diplomáticos. Y, nuevamente, la Declaración de Buenos Aires de Runasur dice explícitamente lo contrario: “Ratificar la defensa de nuestra soberanía sobre los recursos naturales”. Lo menciono porque, según los críticos, “Kahhat omite lo que es medular […] cualquier referencia a la soberanía”. Sería medular si la soberanía de Perú estuviese realmente en riesgo, pero eso es precisamente lo que, en mi opinión, no han podido establecer ni textual ni meta-textualmente. A propósito, no queda claro para qué Bolivia querría apropiarse del litio peruano, dado que tiene las mayores reservas mundiales de ese mineral y no las está explotando: según la revista The Economist, mientras la planta piloto que Bolivia instaló en 2013 producirá 600 toneladas de carbonato de litio este año, Chile producirá 134.000 toneladas. Seré un académico, pero estos son hechos prácticos. Como es un hecho práctico que el pronunciamiento se equivoca al atribuir a Morales la promoción de una “nación aimara” con derecho a un Estado propio, cosa que no es parte del ideario de su partido (rival de políticos como Felipe Quispe o agrupaciones como el Movimiento Indígena Pachakuti, que sí contemplaron esa posibilidad).

Ahora bien, no niego que un actor político pueda albergar propósitos inconfesables de los cuales no consta rastro escrito. Pero si algo debemos reconocer a Hugo Chávez y Evo Morales es que jamás hicieron el menor esfuerzo por ocultar su injerencia indebida en la política peruana: en las elecciones de 2006, Chávez profirió múltiples insultos contra Alan García y respaldó públicamente a Ollanta Humala, además de financiar el establecimiento en Perú de las “Casas del Alba”. En las recientes elecciones peruanas, Evo Morales participó en un evento de campaña de Verónica Mendoza para luego, en segunda vuelta, hacer público su respaldo a Pedro Castillo. Morales además fue presidente de Bolivia durante catorce años, ¿por qué, en la cúspide de su poder, no planteó esos presuntos propósitos?

Supongamos que me equivoco, y que Morales tiene los propósitos que le atribuyen, ¿con qué medios contaría para llevarlos a cabo? Ya no es presidente de Bolivia, tampoco es (según encuestas) el político más popular, y viene perdiendo influencia dentro de su propio partido, el Movimiento al Socialismo (MAS). Por ejemplo, cuando en un evento partidario buscó imponer un candidato para la gobernación de Santa Cruz, le lanzaron una silla mientras parte de sus correligionarios le exigía que se retire. Y en la ciudad de El Alto, en la que Luis Arce obtuvo 75% de la votación en las elecciones presidenciales, el candidato de Morales para la alcaldía obtuvo apenas un 20%. Una prueba de lo limitada que es la influencia de Morales en Perú, es el caso de su respaldo a Verónica Mendoza. Si en algún lugar su intervención podría haberla ayudado es en Puno (región limítrofe con Bolivia, y que concentra la población aimara del Perú): allí la votación de Castillo multiplicó por más de ocho veces la votación obtenida por Mendoza.      

Lo que niego es que exista prueba fehaciente de que Evo Morales o Runasur tienen los propósitos que le atribuyen tanto el pronunciamiento de nuestros ex diplomáticos como el de nuestros congresistas.

Los críticos sostienen que “El Decálogo (de Runasur) es una propuesta ideológica transnacional”, y consideran esa afirmación “algo irrefutable”. Pues sí, es una propuesta ideológica trasnacional como también lo es la “Carta de Madrid” auspiciada por el partido español Vox (que, por cierto, recluta militantes a través de una página web llamada “Vox Perú”). Coincido, además, en que el Estado peruano no debería permitir la injerencia en nuestra política de dirigentes extranjeros mientras se encuentren en territorio peruano. Lo que niego es que exista prueba fehaciente de que Evo Morales o Runasur tienen los propósitos que le atribuyen tanto el pronunciamiento de nuestros ex diplomáticos como el de nuestros congresistas. Aclaré antes que me opongo a una Asamblea Constituyente que declararía a Perú un Estado plurinacional. Pero una prueba de que eso no tendría necesariamente las consecuencias que se le atribuyen es el caso ecuatoriano: la Constitución de ese país lo define como un Estado plurinacional, lo cual no impidió que un banquero conservador miembro del Opus Dei fuese elegido presidente y gobierne al amparo de esa constitución.   

Concluiría con una pregunta: ¿recuerda cuando el entonces presidente Alan García alegó que Evo Morales buscaba construir bases militares en la frontera común con financiamiento y soldados venezolanos? Tal vez no lo recuerde porque ese alegato fue un bluf: esas bases jamás existieron. Dos de los firmantes del pronunciamiento eran entonces ministros de García: incluso los más destacados profesionales de nuestra diplomacia pueden equivocarse.