Con varias manos levantadas para contender por la Presidencia en 2018, así como con la posibilidad de candidaturas independientes y la fractura de la izquierda, el panorama para la elección de ese año ya nos pone nerviosos, más con lo que observamos fuera de nuestras fronteras. El domingo las urnas le dieron a Mariano Rajoy su reelección, pero con una apretada mayoría (que en votos absolutos fue minoría), no es difícil anticipar lo complicado que será para él y su partido gobernar en los años venideros si no logra construir una coalición gobernante con los partidos de oposición. Algo parecido sucedió en Venezuela, cuando Nicolás Maduro perdió la mayoría en el Congreso hace unas semanas. En Argentina, le quitaron el poder el Eje Bolivariano y se lo regresaron al partido conservador. El voto sí está castigando los malos manejos. La musculatura democrática, apuntalada por la existencia de nuevas herramientas de información, debate y proselitismo como todas las que provee internet.

Pensando en cómo será el panorama para la próxima elección presidencial y bajo este contexto es claro que será muy distinto a 2012, cuando el PRI ganó con carro completo y, ya no con tanto entusiasmo, mantuvo mayoría en San Lázaro, tras la elección intermedia fueron más bien el PAN y el PRD quienes perdieron lugares debido a la llegada de nuevos partidos, Morena. Justo ese fenómeno es el que augura, más que otra cosa, cuál será el resultado de la elección de 2018.

Quienes no voten por el PRI tendrán una amplia gama para elegir, si lo hacen, porque no hemos contemplado la opción del voto nulo, así que el elector podrá tachar el logo del PAN, PRD, Morena, Nueva Alianza y los independientes que logren llegar a la boleta.

El país sigue polarizado, las tendencias electorales mantienen los mismos extremos: quienes jamás votarían por el PRI, por López Obrador o quienes votarían ciegamente por uno o por el otro. Es curioso, esto no significa que quien no vote por uno, vaya a votar por el otro. Al menos no en todos los casos; porque el voto duro priista tiene una fuerza mayor que la de cualquier otro partido.

Quienes no voten por el PRI tendrán una amplia gama para elegir, si lo hacen, porque no hemos contemplado la opción del voto nulo, así que el elector podrá tachar el logo del PAN, PRD, Morena, Nueva Alianza y los independientes que logren llegar a la boleta. El voto opositor se va a repartir entre varias opciones. Aquellos que alucinan a AMLO harán lo mismo, nada dice que el voto será para determinado grupo. AN, al ser la única conservadora, tiene un voto duro muy congregado. Así que serán los electores más liberales, los indecisos, los apartidistas y los desilusionados quienes se repartan entre las varias opciones. Quien gane la elección lo hará con 25 o 30% máximo de los votos. Y qué difícil le será gobernar.

“El nuevo sistema español de partidos arranca mañana y ya mostrará que no es lo mismo gobernar que predicar como lo ha revelado la experiencia de Grecia. ¿Qué sucederá en México si gana una opción antisistémica? AMLO ha dicho que va a revertir las reformas estructurales, promesa imposible de cumplir a plenitud, y Jaime Rodríguez habla de desaparecer el sistema de partidos, aunque para ello requeriría lo que no tiene: legisladores. Ambos personajes han gobernador y en el poder han sido mucho más moderados de lo que presumieron como opositores...”, escribió Liébano Sáenz en Milenio, haciendo una reflexión previa a la elección en España y lo que ésta nos dice será la nuestra en 2018.

Una oposición dividida, un país polarizado, un Presidente que llegará al poder con un porcentaje bajísimo de votos, lejano a 50%, ¿cómo podrá asegurarse un gobierno que alcance para todos? Ahora que los partidos y sus respectivos personajes andan tan adelantados en tiempos, tal vez lo que tendrían que pensar en resolver pronto es ese panorama que se pinta complicadísimo para el que gane la elección en 2018.

*Esta columna fue publicada originalmente en Excelsior.com